Los destinatarios eran empleados de grandes compañías y funcionarios públicos de EEUU. Recientemente, los medios habían informado sobre una estafa similar dirigida a canadienses.
Las cartas amenazadoras sembraron pánico en las grandes ciudades. Decenas de empresas, universidades e incluso el metro fueron evacuados.
Las autoridades de ambos países llamaron a mantener la calma y explicaron que los correos electrónicos eran una estafa: en realidad en los edificios involucrados no había aparatos explosivos. La Oficina Federal de Investigación de EEUU se ha encargado de investigar el caso.
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Si al usuario le gana la curiosidad —y el miedo— e intenta abrir la grabación, un virus se descarga en su dispositivo.
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