La reciente adjudicación del Premio Nobel de la Paz al Programa Mundial de Alimentos (PMA) de la ONU, volvió a centrar la atención de la opinión pública mundial en un problema que acompañó a la humanidad durante toda su existencia: el hambre.
El hambre: enemigo al acecho
En los últimos decenios parecía que el hambre cedía terreno: entre 1990 y 2015 la cantidad de personas que la padecían se redujo en más de 200 millones, mientras, en términos porcentuales, en las regiones en vías de desarrollo la cuota de las personas gravemente malnutridas se redujo del 23,3 al 12,9%, según destaca la Organización de Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO).
Al mismo tiempo, a causa de una alimentación inadecuada o insuficiente, 144 millones de niños sufren problemas de crecimiento. En 2018 fallecieron 5,3 millones de niños de menos de 5 años, una buena parte a causa del hambre.
Además, en los últimos cinco años se observa una tendencia muy preocupante: el número de personas volvió a crecer a un ritmo de unos 10 millones al año, con lo cual hoy son 60 millones más que en 2015.
El Nobel de la Paz 2020 para un Programa muy combativo
— Sputnik Mundo (@SputnikMundo) October 9, 2020
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Según el Índice global del hambre de 2020 (GHI, por sus siglas en inglés), publicado anualmente por las ONGs Welthungerhilfe y Concern Worldwide junto con el Instituto Internacional de Investigación sobre Políticas Alimentarias con la sede en Washington, la situación es particularmente alarmante en 11 países (Chad, Timor Oriental, Madagascar, Burundi, Islas Comoras República Centroafricana, República Democrática del Congo, Somalí, Sudán del Sur, Siria y Yemen). Además, de mantenerse la tendencia actual, en la próxima década la situación alimentaria empeorará en otros 37 países.
COVID-19, un factor agravante
Por lo tanto, el objetivo de acabar con la plaga del hambre a nivel global para 2030 ya parecía comprometido a principios de 2020. Con el estallido la pandemia del COVID-19 la situación no hizo más que agravarse y ahora se estima que para 2030 la malnutrición podría afectar a más de 840 millones de personas.
A su vez, el cierre de las escuelas en muchos países en primavera de 2020 privó a los escolares de los almuerzos gratuitos, en tanto que la contracción económica actual podría aumentar en 6,7 millones la cifra de los niños que padecen de emaciación. Los cálculos de la ONU demuestran que cada punto porcentual de caída del PIB global condena a unos 700.000 niños a la malnutrición, lo que genera graves problemas de crecimiento. En cuanto a la mortalidad infantil, las restricciones debidas al COVID-19 podrían provocar de manera indirecta un repunte de 130.000 decesos de niños en los países más frágiles.
Premio Nobel como advertencia a la humanidad
Por supuesto, el Premio Nobel de la Paz de 2020, otorgado al PMA, es un reconocimiento del trabajo realizado por este organismo internacional a fin de erradicar el hambre. Pero, en fin de cuentas, es para eso que fue creado: el PMA fue premiado por hacer bien lo que tiene que hacer.
Quizás sea más correcto interpretar la adjudicación de uno de los premios más prestigiosos del planeta como una advertencia a la humanidad y a los Gobiernos de los países más ricos y potentes del mundo. Los medios internacionales no hablan mucho del hambre, pero el problema persiste y afecta a millones de personas. Sería una obligación moral hacer todo lo posible para que se cumpla el objetivo de "hambre cero": si no para 2030, por lo menos en un plazo razonable.