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ASESINADOS CUATRO DIPLOMÁTICOS RUSOS: ¿SOBRE QUIÉN RECAE LA RESPONSABILIDAD?

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Piotr Romanov, RIA Novosti.

Para "El Confidencial Digital"

Piotr Romanov, RIA Novosti. La muerte de los diplomáticos rusos obliga a formular  esta pregunta desagradable, porque, a mi  modo de ver, las solas peroraciones sobre la crueldad e irracionalidad de los terroristas islámicos pecan de insuficiencia.

Esta pregunta es inevitable de analizar esta tragedia con una visión honrada y tratar de sacar de ella siquiera algunas enseñanzas para el futuro. En primer lugar, esas enseñanzas se refieren, naturalmente, a la propia Rusia, pero no sólo a ella. Al fin y al cabo, si no fuera por la aventura norteamericana en Iraq, esta tragedia no habría ocurrido. La muerte de los rusos no es la primera ni, lamentablemente, la última en esta guerra. Ya se remontan a decenas de miles las víctimas inocentes tanto entre los propios iraquíes como entre extranjeros. Todos ellos son víctimas de una guerra basada en fabulosa falsedad y cuyo fin, en el mejor de los casos, será la creación en Iraq de una democracia raquítica "tambaleante" hasta tal punto que se asemeja a la Torre de Pisa. Resulta fácil imaginárselo, digamos, alegando el ejemplo de Afganistán. Después de la operación victoriosa en Afganistán, la actual prensa mundial somete a las más acerbas críticas el gobierno de Karzai evidentemente incapaz de controlar la situación: los taliban levantan cabeza, el narcotráfico prospera, etc. La suerte más o menos semejante correrá el gobierno de Iraq que sólo podría sobrevivir en base al permanente apoyo militar desde fuera.

   Lamentablemente, son pocos capaces de dar respuesta sopesada a la interrogante siguiente: ¿Costará este antónimo de la democracia tantísima cantidad de la sangre plenamente real? Además, a Washington poco le preocupa ese precio. De llamar las cosas por su nombre, hay que hacer constancia de que el mundo observa el estilo imperial, nada democrático. En últimas instancias, lo que importa no es la forma, sino el contenido. En la antigua Roma incluso gobernada por el senado y no por el emperador, se conservaba el imperio y se practicaba la política imperial. Sobre este telón de fondo, las lamentaciones norteamericanas  con motivo de la muerte de  los diplomáticos rusos no pueden dejar de ser tachadas de hipocresía, si incluso la Casa Blanca expresa sinceras condolencias a las familias de los diplomáticos rusos asesinados.

   De esta manera, el principal culpable de la tragedia (naturalmente, sin contar a los propios terroristas) es  EEUU. Precisamente su política imperial provocó la muerte de los ciudadanos rusos, lo mismo que la muerte de decenas de  miles de otras víctimas  de esa guerra, repito, en aras del antónimo de la democracia.

   El asesinato de los diplomáticos puso de manifiesto la impotencia de las autoridades iraquíes y las fuerzas de ocupación norteamericanas que, en base al derecho internacional, cargan con la responsabilidad absoluta por la situación en el país invadido, tanto como la incapacidad de la propia Rusia de defender a sus ciudadanos. Por consiguiente, sobre Rusia recae también parte de la responsabilidad.

   Esto no concierne en modo alguno al tema checheno, aunque, como es notorio, los terroristas asesinaron a los rehenes en señal de solidaridad con sus "compañeros de armas" en Chechenia. Dudo que los fundamentalistas islámicos estén en condiciones de entender que la guerra chechena fue perdida y, en fin de cuentas, no tanto por los rusos como por los chechenos que están acabando, sin ayuda de nadie, con los restos de los "hermanos del monte" en su tierra. De tal modo, la retirada de las tropas rusas de Chechenia exigida formalmente por los terroristas, poco podría cambiar. No es posible evacuar a los chechenos de  su tierra, ya que tanto el referéndum, como la lucha contra los restos de las bandas de separatistas han venido a demostrar que en Chechenia no hay caldo alimenticio para el fundamentalismo islámico.

   Por esto las interrogantes que surgen, son de otra índole. Por ejemplo, hasta qué punto es justa la política exterior de Rusia hacia Oriente Próximo y, en general, la relativa al mundo islámico. A  los diplomáticos rusos no los pudo salvar la excursión de HAMAS por el Kremlin, ni la amistad evidente mostrada a Irán, ni la aspiración manifiesta a aproximarse al máximo con los países islámicos.  No quiero disputar la justeza de ese rumbo, ya que en principio es argumentado y lógico. Sin embargo, el demonio siempre se  revela en detalles. En ellos es donde hay que buscar puntos vulnerables reconsiderando y sopesando más y más todos los detalles de la política exterior.

   A mi modo de ver, sería necesario reconsiderar la política rusa hacia HAMAS. El terrorismo es terrorismo sea en Checnenia, EEUU, Inglaterra, Madrid o Palestina. La guerra contra este mal universal deberá ser perseverante, firme e intransigente. A este respecto, las ilusiones no valen. Según señalaron con razón muchos de mis colegas, el terrorismo no acepta compromisos algunos y por esto no hay razón de construir la política basándose en la esperanza ilusoria de que se pueda llegar a un acuerdo con los extremistas.

    La trágica muerte de los diplomáticos rusos obliga a recordar el pasado, por ejemplo, la liquidación insensata de los servicios secretos en la época de Borís Yeltsin. Los servicios secretos soviéticos lo que necesitaban, era una reforma inteligente y no su destrucción. Ningún Estado puede existir sin un servicio  de  seguridad altamente profesional, máxime,  teniendo en cuenta la situación actual cuando se sostiene la guerra contra el terrorismo internacional. En grado sumo la muerte de los diplomáticos rusos es el eco de aquella destrucción de los servicios secretos. Para romper trastos no se requiere mucha habilidad, pero pasarán decenios antes de que sea restablecido un sistema eficaz de seguridad del Estado.

   Claro que no se puede afirmar que si el estado de los actuales servicios secretos fuera óptimo, se hubiera logrado indudablemente salvar a los rehenes, pero sería mucho más probable hacerlo. Merece atención el hecho siguiente: el Ministerio de Asuntos Exteriores de Rusia confirmó la muerte de los ciudadanos rusos sólo un día después de emitido un video de su ejecución, ya que no disponía de los información verídica sobre la suerte de los rehenes. En este contexto precisamente era difícil confiar en su liberación, lo que postula la necesidad vital para la Rusia actual de elevar al máximo la eficacia de los servicios secretos.

   Los rusos tienen pocas probabilidades de modificar la mentalidad de la cúpula política norteamericana. Pero las autoridades de Rusia se ven obligadas a introducir correctivos en la política propia y no escatimar esfuerzos por fortalecer la seguridad de sus ciudadanos tanto en el país como fuera de sus límites.

   A juzgar por las declaraciones oficiales, la actual dirección rusa, a diferencia de la época de Yeltsin marcada de "romanticismo revolucionario", cuando, sin razón alguna, fueron rotos muchos trastos, lo comprende todo perfectamente sin consejos desde fuera. Sólo queda hacerlo.

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