"Esto es muy aburrido, no puedo ver a mis amigos en el colegio ni jugar en la calle, espero que las vacaciones acaben pronto", dice a Sputnik Nóvosti.
El primer día bajo la alerta roja de contaminación ha sumido a Pekín en el letargo. Las autoridades han ordenado el cierre de los centros de enseñanza, la detención de fábricas contaminantes y obras de construcción y demolición, la prohibición de camiones en el casco urbano y la restricción del automóvil privado en función de las matrículas par o impares.
Con la mitad de los coches fuera, las calles de la capital han experimentado una fluidez que solo se recuerda durante el éxodo de las vacaciones de Año Nuevo chino.
La quietud se ha extendido a una ciudad de 21 millones donde el dinamismo se encuentra en ocasiones con el caos. Los restaurantes y los lugares turísticos han registrado una presencia muy menor y muchos pequineses han obedecido los consejos de quedarse en casa.
La ola de contaminación ha estimulado la actividad en las urgencias. Wang Meng ha acudido al Hospital Número 6 en busca de medicinas para su abuela, cuyos trastornos respiratorios se agravan con la contaminación. "Siempre salía a la calle para pasar el día, pero ya acumula tres días seguidos en casa y no la sacaremos hasta que mejore el aire", señala. Revela que el doctor se ha limitado a recetarle la medicación sin apenas instrucciones ni recomendaciones debido a la aglomeración.
El departamento de problemas respiratorios muestra mucha más actividad que el resto de la planta, donde algunos doctores parecen invadidos por el tedio.
Tampoco una jubilada de 58 años frecuenta la calle más que para ir al hospital u otros trámites imprescindibles. "Echo de menos el Pekín de mi juventud, entonces los cielos estaban siempre como el día del desfile militar en Tiananmén", señala antes de colocarse una máscara de cuadros rosas.
Se refiere al acto que presidió el líder chino, Xi Jinping, a principios de septiembre en presencia de mandatarios extranjeros y que se desarrolló con el previsible sol y cielo azul. China dicta medidas estrictas en las vísperas de cualquier acto mediático para asegurarse que la contaminación no lo desluzca. Los chinos se refieren a ese fenómeno como "cielos APEC-azul" en referencia a una cumbre de mandatarios asiáticos del pasado año.
La adopción de la alerta roja se explica por las críticas generalizadas hacia las autoridades por haber mantenido entonces la alerta naranja a pesar de que los altísimos niveles de contaminación se mantuvieron durante cinco días. El sistema de alertas, adoptado en 2013, prevé la roja (la más grave en una escala de cuatro) cuando una contaminación por encima de 200 microgramos se alarga durante tres días.
"Solo jugaremos una hora, normalmente no estamos menos de cuatro o cinco", señala una mujer madura. "De todas formas, nuestras casas están mal selladas así que hay tanta contaminación dentro como fuera", añade. Un guardia de seguridad afirma que hoy solo ha acudido un tercio de los visitantes que normalmente abarrotan el templo, desde cuya cúspide se puede observar en los días claros el paisaje de hutongs. Un turista desvela que únicamente ha podido ver la enorme campana del interior y una inmensidad grisácea al asomarse.