Asha Ismail nació en Garissa, Kenia. Cuando tenía cinco años su familia la sometió a una infibulación, un tipo de mutilación genital en el que se le extirpa a la mujer el clítoris, se le cortan los labios mayores y menores, y se le cose gran parte de la vagina.
"En ese mundo el único pecado es haber sido niña. A mí me dijeron que me iban a purificar, y me cortaron. Y aunque han pasado casi 45 años, lo recuerdo tanto a ese corte", rememoró Asha, fundadora de 'Save a girl, save a generation'.
'Save a girl, save a generation' es la puesta en acción de lo que decidió Asha cuando nació su primera hija en Kenia. La activista juró que ninguna otra mujer pasaría por una mutilación o cualquier otro tipo de tipo de violencia de género, como el casamiento forzado, otra práctica común en estas poblaciones.
Si bien durante mucho tiempo se explicó desde el punto de vista religioso, hasta el momento no se han podido encontrar motivos únicos. Antes se pensaba que era una práctica rural, y de población sin estudios, pero con el tiempo se ha visto que varía de acuerdo a las distintas zonas.
"No hay una razón que por regla pertenezca a esas comunidades, sino que cada cultura tiene un porqué lo hace: unas es por la identidad, otras porque creen que es algo obligatorio por la religión, y otras porque creen que si no le cortan a la niña se vuelve una 'cualquiera' y no llega virgen a su matrimonio. En esta última digamos la mayoría está de acuerdo", indicó Asha.
Actualmente la organización 'Save a girl, save a generation' tiene como meta construir una casa de acogida en Nairobi para niñas en situación de vulnerabilidad, que sufren este tipo de violencias.
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