"No hemos sabido protegerlos de terminar matando por una ideología que no tiene ningún sentido", completa la idea Garriga, presidente de Comunidad de Inteligencia y Seguridad Global.
Y si bien en Latinoamérica se han detectado casos aislados de jóvenes combatiendo por Daesh en Siria o Irak, en mayo de 2018 la cancillería de Rusia lanzó un alerta: "Existe el riesgo de que aparezcan campos de entrenamiento de terroristas y sus bases de recreación en el territorio de los países de América Latina y el Caribe, así como de que se establezcan los vínculos entre los terroristas y los sindicatos criminales y narcotraficantes locales".
"Lo que buscan al día de hoy es un perfil que sea fácil, porque están haciendo unos adoctrinamientos express en meses. Entonces no cualquiera puede ser adoctrinado. No hace falta que el nivel económico sea bajo para que esta persona caiga en estas redes", señaló Garriga.
En este sentido, aportó que "hay unos indicadores muy básicos para ver estos perfiles, que son crisis de identidad, evidente en todos los grupos de extrema de derecha de adoctrinamiento, de sectas y todo eso (…) y sobre todo un sentimiento de odio que es el que ellos están potenciando a través de las redes sociales para que los jóvenes de occidente tengan odio hacia occidente".
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También están los destratos sociales, que se ven "sobre todo en España", donde hay "segundas generaciones de musulmanes que vinieron por ejemplo de Marruecos, que están en una situación que se les puede agraviar en la ciudad donde viven por ser de donde son".
En este sentido, Garriga sostiene que así como las sociedades, más allá de la autoridades, tienen su cuota parte en esta realidad, también son parte de la solución.
Es fundamental entonces la prevención y el alerta temprano "en los niveles más bajos, donde el chaval empieza a tontear con el discurso de Daesh y no siga para adelante. Son claves los trabajadores sociales, los docentes, enfermeros, para detectar a tiempo, hacer cortafuegos sociales para evitar que acaben atentando".