Diego Guiñazú es uno de los coordinadores del proyecto, que consiste en una capacitación previa y en una posterior participacipación de los estudiantes como oyentes en los juicios contra los criminales de lesa humanidad.
"Desde que empezó el programa se fue multiplicando cada año. El año pasado terminó con más de 1.200 estudiantes que fueron a las audiencias y habíamos empezado con 200, así que viendo los números no creo que sea tan así, que a los jóvenes no les importa nada", destacó Guiñazú.
Andrea Herrera es profesora desde hace 20 años. Da clases de historia en la escuela secundaria N° 35 del barrio Reja Grande en el partido de Moreno, provincia de Buenos Aires.
"Para mi tiene que ver con la pedagogía de los pueblos, sin duda. Me parece muy interesante que los jóvenes sepan lo que pasó de primera mano, escuchando testimonios de represores y de los familiares y me parece fundamental porque quizá los chicos no tienen mucho conocimiento y esta experiencia para el futuro es lo mejor que les puede pasar", apuntó Herrera.
También hablamos con Jonathan, que si bien terminó la enseñanza media, fue de los primeros jóvenes en participar de lo que define como una experiencia impactante.
"Presenciar un juicio a un genocida es muy impresionante porque uno juega mucho con la imaginación. Lo primero que se me vino a la cabeza es cómo estos tipos pudieron hacer tantas maldades y que ahora, siendo ancianos, la gente piense que son unos pobres abuelitos que no hicieron nada, pero en verdad mataron a tanta gente… Estar ahí y presenciar ese juicio es muy impactante", describió Jonathan.