"Es fuerte. Uno tiene que decidir si acepta las condiciones de los militares. No es posible hablar con ningún detenido, solo pudimos verlos a través de un vidrio oscuro. Esa situación de estar viéndolos mientras comían, rezaban, sin que lo supieran, tampoco es una situación agradable porque estamos siendo testigos de un momento íntimo sin que ellos pudieran decidir, y tampoco podíamos ponerlos en lugar de sujetos porque no podíamos entrevistarlos y darles la palabra. Eso fue lo más complicado de todo el viaje. Creo que igual vale la pena poder atestiguar lo que pasa ahí", dijo Cariboni.
La periodista ingresó al predio militar el 27 de enero junto con colegas de Canadá, Estados Unidos y Suecia, una semana después de que Donald Trump asumiera la presidencia y dijera que evaluaba oficializar el uso de la tortura para sospechosos de terrorismo, y que pensaba enviar 200 nuevos prisiones a Guantánamo.