Parece que el presidente de EEUU, Donald Trump, intentó taparse la cabeza, y al final terminó destapándose mucho más que sólo los pies. En septiembre, y a falta de tres meses para acabar el año, el déficit comercial de EEUU con China, germen de la guerra desatada por el inquilino de la Casa Blanca, ascendía ya a más de 225.000 millones de dólares.
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A esto hay que sumarle la batería de contramedidas que ha emprendido Pekín para contrarrestar a Washington, que comenzaron con un una bajada de aranceles a las importaciones de varios países –en paralelo a la imposición de cargas impositivas espejo al país norteamericano–, y la suspensión de la importación de petróleo de EEUU, sumado a medidas de entrecasa.
El presidente de la Consultora Ekai Center observa que "estas medidas fiscales apuntan a impulsar la demanda interna. Están en principio correctamente dirigidas, fundamentalmente a los estratos de menor nivel de renta de la sociedad, que son también los más propensos a aumentar su consumo a medida que se incrementa su renta".
Asimismo, el Banco Popular de China [banco central] rebajará la tasa de reserva que los bancos deben mantener en función de sus depósitos, en un 1%. Esto supondrá una inyección de liquidez en la economía de 175.000 millones de yuanes [unos 25.300 millones de dólares], que se emplearán para financiar proyectos empresariales de crecimiento. Así, China encara la bajada de la actividad económica y el proteccionismo de EEUU inyectando a su economía unos 800.000 millones de yuanes [alrededor de 115.500 millones de dólares].
"Esta reducción de los coeficientes de reserva de los bancos implica animar a la banca china a otorgar más préstamos, y a través de ello impulsar la demanda interna. Esta es una dinámica que no le hubiera gustado seguir al Gobierno chino porque durante los últimos años para mantener su ritmo de crecimiento ha aumentado su deuda interna, algo que estaba intentando reconducir para hacerlo menos desproporcionado. Sin embargo esta guerra comercial le está obligando a reactivar estas políticas de sobreendeudamiento", explica el analista.
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Entretanto, la alemana BMW, primer exportador de coches fabricados en EEUU a China, ahora se ve tocada por el arancel del 25%. A la luz de esto, decidió cortar camino: anunció una inversión de 3,600 millones de euros en su coempresa BMW Brilliance Automotive Ltd en China, lo que por un lado elevará su participación en la compañía del 50% al 75%, y reforzará su producción local, lo que lo convierte en el primer constructor en sacar provecho de una nueva legislación más favorable a las empresas extranjeras.
"La relación crecientemente buena entre China y la Unión Europea, y con el bloque de países emergentes tiene una gran importancia en este sentido. China va a tratar de impulsar sus relaciones con el resto del mundo de manera que sustituya esa menor inyección de capitales que pueda esperarse desde EEUU", concluye Adrián Zelaia.