Y es que Erdogan y su entorno se pusieron nerviosos al ver el accionar de las fuerzas rusas sobre las instalaciones petroleras y los camiones cisterna que transportan el crudo que roban los terroristas y que trafican hacia territorio turco. Algo que podía significar el final de su negocio lucrativo con ese recurso energético. O al menos, una merma importante.
Pero no es el único medio de financiación de los yihadistas, ni el único en el que participa el país otomano. Así, el analista militar y asesor en conflictos internacionales, Gustavo Morales Delgado, afirma que el 92% de la producción mundial de opio está en Afganistán, desde donde es enviado a laboratorios en Turquía, donde la pasta de ese narcótico se transforma en heroína para inundar los mercados. El experto sostiene que en este momento Turquía forma parte del bandidaje internacional y de una red mafiosa a nivel de Estado.
Asimismo, Morales Delgado señala que aunque se termine con el robo y contrabando del petróleo como parte de la financiación de los terroristas, aún restaría tomar el control de los 4600 de yacimientos arqueológicos ocupados por el Estado Islámico y Al Qaeda, de los que extraen pequeñas piezas que venden de contrabando en el mercado internacional de obras de arte.
El analista también sostiene que mientras no se libere de los terroristas a toda la región que controlan, no se podrá evitar que los 8 millones de personas que habitan ese territorio del nuevo califato dejen de pagar sus impuestos al Estado Islámico.
Y hay más. La coalición internacional de momento no parece tener voluntad de cortar el flujo de dinero que los extremistas siguen recibiendo por parte de Arabia Saudí y Kuwait. En definitiva, son sus propios aliados, y son quienes siguen manteniendo al Estado Islámico.