Y es que los objetivos de EEUU en Oriente Medio han sido siempre muy claros y concretos, y lleva décadas desarrollándolos. El último gran plan conocido, es el de derrocar al presidente de Siria, Bashar Asad, para lo cual se le ocurrieron varias fórmulas que ha ido practicando en territorio sirio desde el año 2011, pero en los que de a poco fue perdiendo pie.
Y el último empujón se lo dio Rusia, al comenzar a intervenir en Siria para combatir a los terroristas, a pedido del presidente Asad, respetando así el derecho internacional. De este modo, la idea de apartar del poder a la familia Asad está muy arraigada en la mentalidad de los líderes de Washington.
Así, en el año 2011 la inteligencia estadounidense comenzó a identificar en el Ejército sirio a oficiales de la minoría alauita, una rama del islam chií a la que pertenece la familia Asad, que fueran capaces de encabezar un golpe de Estado. Para la decepción de la inteligencia norteamericana, la elite demostró cohesión, lealtad y los planes fallaron.
Para el verano del 2012 EEUU decidió apostar fuerte por los rebeldes y su principal preocupación fue el posible uso de las armas químicas por parte del Gobierno sirio. Pero en verano de 2013, un informe altamente secreto elaborado por la Agencia de Inteligencia de Defensa de EEUU y el Estado Mayor Conjunto, evaluó que un posible derrocamiento del presidente Assad sembraría el caos en Siria, lo que convertiría el país en una presa fácil para los extremistas islámicos.
En este sentido, el analista internacional, Rafael Berna, sostiene que EEUU tiene muchos intereses geoestratégicos en juego en la región que buscan controlar los recursos energéticos.
Un reciente reportaje del premio Pulitzer Seymour Hersh publicado en la revista London Review of Books, reveló que el Estado Mayor Conjunto de EEUU ha subvertido deliberadamente la política de Washington hacia Siria, saboteando los esfuerzos estadounidenses al ayudar a los rebeldes sirios e incluso enviando inteligencia sobre los extremistas islámicos en Siria e Irak al presidente sirio Bashar al Assad.
Asimismo, últimamente Alemania se ha mostrado disidente con respecto a la política que aplica EEUU en Oriente Medio, y ha puesto en tela de juicio el accionar de uno de sus aliados favoritos: Turquía. Tras el derribo del bombardero ruso Sukhoi 24, mientras Obama cubría a Recep Tayyip Erdogan con un manto protector y lo justificaba, el vicecanciller alemán, Sigmar Gabriel, afirmaba que Turquía era el único país que estaba fuera de control en la región, en una clara alusión a la legalidad de Rusia en la intervención del conflicto sirio.
El analista Rafael Berna explica que esta disidencia alemana no ha sido gratuita, y EEUU decidió pegarle en el corazón de su economía: la automovilística.
EEUU no sólo ha perdido el control en Oriente Medio, también lo está perdiendo en casa. Y es que el presidente Barack Obama, ya no controla lo que ocurre a pocos kilómetros de la Casa Blanca: en el Pentágono han decicido que sus políticas no son las más convenientes. Y han decidido actuar en consecuencia.