La procesión va por dentro –y por fuera– en la economía de la UE, por más que se intente mostrar otra cosa. Así, este 15 de enero, y al sonido de las notas musicales de la Oda a la Alegría, el Parlamento Europeo celebró la existencia orgánica providencial de la moneda que intenta ser única en el club.
Por esa razón esta oda fue escogida en 1985 por los dirigentes del club como himno comunitario: y es que la "Oda a la Alegría", escrita por el alemán Friedrich Schiller en 1785 y musicalizada por su compatriota en 1823 en la que fue su Novena Sinfonía, expresa la visión idealista de la fraternidad entre los seres humanos, y los ideales europeos de libertad, paz y solidaridad.
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Así, estos 20 años del euro despiertan ciertas interrogantes. ¿Ha representado una alegría para la UE y para sus ciudadanos? ¿Ha demostrado ser esa expresión de ideales europeos de libertad, paz y solidaridad, o más bien el euro se ha ajustado a las necesidades de la economía alemana, y las demás debieron bailar al ritmo germano? ¿Se convirtió el Himno de la alegría en el Himno de la alergia?
El economista José Luis Carretero Miramar explica que, "considerada muy en abstracto, la construcción del euro se planteó en el marco de un proceso de unificación europea que se suponía que iba a construir una especie de Estado continente, de gran federación continente que fuera capaz de hacer frente en el marco de un sistema global cada vez más multipolar, a distintos actores como EEUU, la emergente China, etc., que pudiera construir una gran superpotencia en el marco de la UE. Pero lo cierto es que sin embargo no ha conseguido esto, sino todo lo contrario".
Y es que el euro ha atravesado desde 2007-2008 una década de profunda crisis que ha dejado al desnudo los fallos de una estructura carente de una auténtica política económica común, tras lo que se han creado mecanismos de rescate para los socios en problemas y de vigilancia para la banca en el origen de la debacle.
Al entrar en detalles un poco más técnicos, Carretero Miramar sostiene que "el euro se construye de una manera muy concreta: un tipo de moneda que representa básicamente los intereses del norte de Europa y de la estructura industrial alemana. Es una moneda que tiene un cambio que es suficientemente bajo para incentivar las exportaciones alemanas, pero al mismo tiempo el efecto que produce esa unificación es una circunstancia en la que los países periféricos lo que encuentran es una moneda muy fuerte para sus economías lo que perjudica también sus exportaciones, su propio desarrollo industrial y endógeno".
Dice la historia oficial que el primer día de enero de 1999 el euro comenzó a operar como moneda común en los países integrados a la eurozona, que hoy suman un total de 19. Su objetivo: evitar el costo de compra y venta de monedas europeas entre países vecinos, coadyuvar a la formación de la eurozona y dinamizar el comercio y el crecimiento interno de la región.
Carretero Miramar disiente un poco sobre el origen real, en tiempo y forma, de la moneda única, y al mismo tiempo reconoce que de alguna manera ha cumplido su meta. "El euro ha tenido el éxito que se esperaba de él por parte de los grandes financieros e industriales noreuropeos", observa.
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El economista cree que el euro procede de una serie de proyectos anteriores.
"Si uno estudia la historia del Banco de Pagos Internacionales de Basilea hay un libro que se llama 'El Superbanco' [de Adam Lebor] donde explicita muy claramente cuáles son los intereses de los grandes financieros internacionales, los grandes financieros alemanes, que tienen una estrategia delineada para el conjunto de Europa, ya antes incluso de la Segunda Guerra Mundial", asevera José Luis Carretero Miramar.