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Dopaje de Estado en la UE

Dopaje de Estado en la UE
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Basta de dinero barato, le espetó el concejero delegado de Deutsche Bank, John Cryan, al presidente del BCE, Mario Draghi. Y la respuesta no tardó en llegar. Tras la reunión para debatir la política monetaria de la eurozona, el italiano ni tocó los tipos de interés, ni realizó cambios en el programa de adquisición de activos. Continúa el dopaje.

En este contexto, esta semana tuvo lugar el discurso del debate del Estado de la Unión en el pleno de la Eurocámara.
Traspapelados y desfasados. Así parecen estar, el calendario personal por un lado, y el profesional por el otro, del presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker. Confundió el inicio del curso político de Europa, con la llegada de los Reyes Magos. Así, y a pesar de que enero aún no llegó, les dejó su cartita en Estrasburgo.

"Si queremos un continente en el que el euro una, en vez de dividir, entonces debe ser una moneda que no sea solo para algunos escogidos. Todos en todo, el euro, la Unión Bancaria y Schengen. Necesitamos un ministro de Hacienda y de Economía, un ministro europeo que pueda presentar reformas estructurales positivas en nuestros Estados miembro", decía su misiva de pedidos que leyó.

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Para José Luis Carretero Miramar, miembro del Instituto de Ciencias Económicas y de la Autogestión "la idea que expresa Juncker apunta a atar mucho más todo lo que es la estructura neoliberal y actual de la UE, y plegada a los intereses fundamentalmente germánicos y de los países del norte de Europa".

El experto profundiza en su análisis, al indicar que "al fin y al cabo se habla de mayor integración, pero no de una que pudiera resultar beneficiosa para los países periféricos, como por ejemplo el tema de Eurobonos que la justicia europea ha rechazado recientemente. No se habla tampoco de una política fiscal conjunta, etc. De lo que se habla fundamentalmente es de ese tipo de cinturón de hierro que Alemania le ha puesto a los países periféricos que forman parte del euro, y de llegar a ponérselo al resto de países de la Unión".

Pero a la patata caliente, Juncker la miró de lejos. Con un leguaje que caminó sobre el filo entre dramatismo de una tragedia griega, y la clásica flema inglesa, el presidente de la Comisión Europea habló sobre el Brexit, con un dejo de desdén. Entonces, en ese momento, Juncker levantó la mirada y apuntó hacia el cielo: quiere agrandar el edificio del bloque europeo hacia arriba, en un momento en que sus cimientos se tambalean.

"Estamos arreglando el techo del proyecto europeo. Pero debemos seguir añadiendo pisos a esta casa. Ahora hace buen tiempo: hagámoslo, porque cuando aparezcan los nubarrones, y aparecerán, será demasiado tarde. Aprovechemos los vientos favorables", soltó el pope. Así, como si estuviera en un outlet, Juncker ve una ventana de oportunidad para una ampliación del bloque a los Balcanes occidentales: Serbia y Montenegro podrían entrar antes de 2025.

Carretero Miramar tiene una mirada diáfana de este otro deseo de Juncker, y recurre a la historia para explicarlo.

"Yo creo que esto es un poco como en el momento final en que se produjo la caída del imperio romano —que fue un proceso de siglos —, donde se produjo una legislación en la que los distintos emperadores aceptaron que el conjunto de los ciudadanos del imperio romano, pasaran a ser ciudadanos romanos. Era algo que se había negado hasta ese momento y que representaba una serie de privilegios, y sólo se aceptó cuando esos privilegios ya no representaban nada".

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Días previos a este inicio de temporada, el concejero delegado de Deutsche Bank, John Cryan, al presidente del BCE, Mario Draghi. Y la respuesta no tardó en llegar. Tras la reunión para debatir la política monetaria de la eurozona, el italiano ni tocó los tipos de interés, ni realizó cambios en el programa de adquisición de activos.
En opinión de Carretero Miramar, las cosas seguirán así porque de momento porque no hay otra alternativa.

"La raíz del propio problema no se ha solucionado, es decir, la crisis no se ha superado en el sentido que se ha iniciado un nuevo ciclo de crecimiento acelerado como pudo ser el de los llamados 'Treinta gloriosos' del 45 al 70, y esto no ha sucedido a nivel global. Ha habido una cierta mejoría en EEUU cuando se pusieron en marcha las medidas de QE (expansión cuantitativa), cuando se puso en marcha el festín de liquidez que empezó a introducir en el mercado al Reserva Federal", señala el analista.

En Europa ha ocurrido lo mismo, explica el profesor, "cuando Mario Draghi ante la situación de auténtica crisis que representaba el tema de las primas de riesgo de los países periféricos y la posibilidad de ruptura del euro, intervino diciendo que el BCE iba a responder en cualquier caso, como iniciando también su propio programa de QE".

Y así está explicado en la propia web del Banco Central Europeo.

"El BCE empezó a comprar activos de los bancos comerciales en marzo de 2015 como parte de sus medidas de política económica no convencionales. Estas compras de activos, que también se conocen como expansión cuantitativa, respaldan el crecimiento económico en la zona del euro y nos ayudan a volver a unos niveles de inflación inferiores, aunque próximos, al 2 %".

El experto cree que "el problema fundamental es que la economía (europea) real, de fondo, la economía sustancial no ha mejorado, no ha salido hacia delante de verdad. Ha habido una cierta mejoría, pero los problemas fundamentales no se han solucionado".

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"En ese sentido, retirar los programas de QE puede introducir nuevos problemas muy aceleradamente en una situación en la que además Europa está en una situación de mayor debilidad de la que estaba en el momento en que estalló la crisis del año 2007".

De esta forma, Carretero Miramar cree que Mario Draghi mantendrá esos programas, o los aminorará en cierta cantidad, pero los mantendrá, pues son programas que al fin y al cabo lo que producen son una especie de dopaje del propio sistema económico, haciéndose con los activos tóxicos de las empresas, bancos, países, etc., y por lo tanto practicar una especie de keynesianismo al revés.

"No se ha hecho de verdad un programa keynesiano de estímulo público de la economía que permita relanzar la demanda agregada, y por lo tanto relanzar el propio proceso económico y la economía real, sino lo que se ha hecho es directamente una inyección de dinero. Eso permite dopar la economía, permite que parezca que algo funciona, pero el crédito realmente no se reactiva, y la economía real por tanto tampoco llega a reactivarse. Entonces es difícil retirar ese dopaje sin ver un nuevo desplome o por lo menos una caída acusada de la actividad", sentencia José Luis Carretero Miramar.

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