Kazajistán ofrece un paradigma del desarrollo sumamente interesante para otras naciones que emergieron en el escenario internacional hace 20 o 30 años, a juicio del articulista.
Inozémtsev indica en particular que Kazajistán, siendo un proveedor de materias primas como Rusia, ha hecho la apuesta correcta por una evolución gradual: del fomento del sector primario como ventaja competitiva a la modernización industrial y, finalmente, a la economía basada en la innovación.
La inversión extranjera acumulada en el gigante centroasiático representaba un 63 por ciento del PIB a principios de este año, frente al 29 por ciento en el caso de Rusia.
En materia de política exterior Astaná siguió una línea de cooperación cauta con varios actores más importantes mientras Moscú se orientó primero a Washington, con el que combatió el terrorismo; luego a Berlín y París, con los que hizo frente a la hegemonía estadounidense; y después, resentido con Occidente, a Pekín.
El experto opina que Rusia, “acostumbrada en exceso a enseñar a los grandes en vez de aprender de los pequeños”, no presta la debida atención a su vecino del sur.
En vez de rechazar a la antigua metrópoli, Kazajistán coopera con ella, fomenta de forma equilibrada todos los sectores de la economía nacional, garantiza su propia seguridad colaborando con diversos centros del poder y adopta las normas de la economía global para integrarse en lugar de buscar una vía autóctona en medio de un aislamiento artificial, señala el articulista.