Según el estudio realizado por el Fondo de Opinión Pública (FOM), los partidarios de la contramedida opinan que "se debe apoyar a los productores nacionales y desarrollar la producción propia".
En el extremo opuesto se encuentra solo el 9% de los ciudadanos, que rechaza el veto en primer lugar por el temor a una subida de los precios.
El 70% de los consultados considera que las restricciones occidentales han tenido repercusión en la economía rusa y el 54% reconoce que siente su impacto en su nivel de vida.
El 36% opina que las sanciones se aplicaron por la postura de Rusia en la crisis ucraniana y el 16% por la adhesión de Crimea, mientras que el 11% sostiene que son consecuencia de la "política antirrusa" de EEUU.
El 55% de los rusos cree que el veto agroalimentario de su país también ha afectado a la economía de los países occidentales, el 17% estima que esta repercusión no es muy importante y solo el 11% pone en tela de juicio la eficacia de la contramedida.
En cuanto a las consecuencias del embargo para la propia economía rusa, el sondeo muestra la división de opiniones: el 31% de los encuestados ve efectos positivos, el 19% los ve negativos y el 20% no aprecia ningún efecto.
Los rusos prefieren productos nacionales, "sienten satisfacción al comprobar que su país responde a Occidente y de momento están dispuestos a asumir las consecuencias", explica Liudmila Presniakova, experta del FOM.
Sin embargo, la paciencia ciudadana podría tener un límite en caso de coincidir varios factores negativos, como un aumento considerable de los precios, la caída del rublo, los recortes salariales o la destrucción de empleo, admite la socióloga.
Grigori Dobromélov, del Instituto de Estudios Políticos Aplicados, advierte de que la opinión pública podría empezar a cambiar en cuestión de semanas.
