Prensa rusa al día (14 de abril)

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Moscú, RIA Novosti

 

Vedomosti

 

Afganistán: La trampa de la victoria

 

Hoy se cumplen 20 años desde que la Unión Soviética, EEUU, Pakistán y Afganistán firmaron en Ginebra una serie de acuerdos con el objetivo de poner fin a la guerra en el territorio afgano, recuerda el periódico ruso Vedomosti en su editorial del lunes. Moscú se comprometió a retirar las tropas desde el Estado vecino; Islamabad y Washington debían cortar la ayuda militar y financiera a la oposición islamista; mientras que el régimen de Mohammad Najibullah tenía que impulsar el diálogo entre diversos grupos dentro del país.

 

Aquella decisión parecía ser la única correcta. Al acordar el envío de las tropas a Afganistán, en diciembre de 1979, el dirigente soviético Leonid Brézhnev y otros miembros de la cúpula comunista representada en el Politburó esperaban que "la ayuda internacionalista" contribuiría a la instalación de un régimen amistoso en Kabul. Los militares y los orientalistas intentaron recordarles que tanto Gran Bretaña, en el siglo XIX y a principios del siglo XX, como la propia Unión Soviética, en 1929, habían fracasado en el empeño de someter a Afganistán bajo su control pero estas objeciones se obviaron. Y lo que temían los expertos se hizo realidad: la invasión soviética empujó a la variopinta oposición afgana a cerrar las filas en la lucha contra "los infieles". Los militares soviéticos se vieron involucrados en una prolongada guerra contra numerosos grupos de resistencia, la cual pocas veces termina en la victoria del bando fuerte. En 1982-1985, la URSS mantenía en Afganistán alrededor de 120.000 efectivos. En total, 620.000 militares pasaron por la experiencia afgana en casi diez años del conflicto. Las bajas soviéticas fueron de más de 15.000 muertos y casi 54.000 heridos. Casi 11.000 personas quedaron discapacitadas por heridas o enfermedades. Las bajas en el bando afgano se calculan en torno a un millón de personas que, en su gran mayoría, eran civiles. Más de 2,5 millones de afganos abandonaron el país cuya población total era de 15 millones de habitantes. La ayuda soviética - 8.000 millones de rublos convertibles en el período de 1978-1989 - compensó en parte el daño económico pero fue insuficiente para modernizar un país atrasado. Los nuevos líderes de la Unión Soviética se dieron cuenta de que la permanencia del contingente militar en Afganistán implicaba demasiados costes materiales, políticos y sociales. La situación económica de la URSS se volvía cada vez más complicada, a lo cual se sumaba también el factor de la opinión pública nacional: mucha gente dentro del país ya tenía claro que Moscú perseguía un objetivo incierto con recursos inapropiados.

Sin embargo, la ulterior evolución de los acontecimientos demostró que los signatarios de los acuerdos de Ginebra no habían calculado todas las consecuencias de la retirada militar.

Moscú aceptó la firma de aquellos documentos a pesar de que no podía controlar su cumplimiento por otras partes. Los islamistas siguieron recibiendo ayuda militar y financiera, con la única diferencia de que llegaba ya por canales diferentes. El Gobierno de Najibullah mantuvo el poder durante algún tiempo pero, una vez desintegrada la URSS, Kabul dejó de recibir armas y municiones rusas. Y el régimen laico fue derrocado casi enseguida.

Pakistán y EEUU tampoco pueden apuntarse Afganistán en su activo. Fueron incapaces de controlar los ánimos en los campamentos del movimiento de resistencia, y los talibanes - islamistas radicales que se forjaron allí - desataron una nueva guerra civil. Su conquista de Kabul en 1996 y la instauración del control sobre buena parte del territorio afgano al año siguiente transformaron un país otrora arcaico pero tranquilo en una base de las redes terroristas.

Después de los atentados del 11 de septiembre, EEUU y sus aliados iniciaron otra guerra en Afganistán. De momento, el régimen de Hamid Karzai controla una pequeña parte del territorio nacional. El país se convirtió en el centro mundial de la producción de drogas y en un quebradero de cabeza para toda la comunidad internacional, no sólo para los países integrados en la coalición antitalibán. Más tarde o más temprano, EEUU y sus aliados de la OTAN tendrán que traspasar el control sobre Afganistán al Gobierno y al Ejército nacionales. Con todo, difícilmente se podrá garantizar la seguridad. Las principales potencias del siglo XX se percataron por experiencia propia de que es mucho más fácil hacer entrada espectacular en Afganistán que retirarse de allí en calidad de triunfadores.

 

 

Kommersant

 

Gazprom y OMV no lograron repartirse el mercado interno de Austria

 

Gazprom está estudiando la nueva variante de ruta del gasoducto South Stream: desde Serbia a Eslovenia y luego, al norte de Italia. El presidente del consorcio ruso, Alexei Miller, ya se reservó el apoyo de este proyecto por parte de los dirigentes máximos de Eslovenia. El anuncio oficial sobre estas conversaciones busca el objetivo de dar a entender a Austria que la tubería podría pasar al soslayo de este país, las relaciones del cual con Gazprom sufrieron deterioro.

 

Rusia exporta gas a Eslovenia, país que ahora ejerce la presidencia de la UE, desde 1978, si bien las ventas se mantienen en los niveles modestos. El año pasado Gazprom export suministró a Eslovenia sólo 590 millones de metros cúbicos del gas natural.

La posible adhesión de Eslovenia a South Stream causó sorpresa a los expertos. Hasta la fecha se consideraba que la ruta del tramo terrestre del gasoducto ya fue escogida. Desde Bulgaria la tubería debía llegar a Austria, a través de Serbia y Hungría, y, luego, al norte de Italia. Otro ramal tenía que atravesar Grecia con destino a la parte sur de Italia (se prevé firmar el acuerdo correspondiente a finales de abril).

El analista de Brokerkreditservis, Maxim Shein, sostiene que la declaración de Miller no es sino una advertencia a Austria. Según los datos que obran en el poder del director de East European Gas Analysis, Mijaíl Korchemkin, las relaciones entre Gazprom y la austríaca OMV se deterioraron aún en enero, inmediatamente después de la firma del acuerdo de cooperación.

En virtud del documento, Gazprom tenía que obtener la participación del 50% en el pool gasístico de Europa Central con sede en Austria, así como construir conjuntamente con OMV depósitos subterráneos de gas en el territorio austríaco y en países vecinos.

Pero transcurridos pocos días tras la firma del acuerdo, el monopolio ruso se negó a vender el gas a las compañías que se disponían a transportarlo por el gasoducto transaustríaco, dice Mijaíl Korchemkin. El consorcio "no suministrará el gas natural a los propietarios de las redes de gasoductos porque Gazprom promueve la estrategia que busca el objetivo de aumentar las ventas directas a los consumidores", declaró Vladímir Jandojin, jefe de departamento de Gazprom export. A juicio de Korchemkin, Gazprom y OMV "simplemente, no consiguieron repartirse el mercado interno de Austria".

El gasoducto South Stream, con capacidad de 30 mil millones de metros cúbicos de gas, debe unir a Rusia con Bulgaria  a través del mar Negro, y luego, bifurcarse hacia el norte y el sur de Italia. Se prevé poner en servicio la tubería en el año 2013.

De modo que aún se desconoce qué país -Austria o Eslovenia- será el último punto de tránsito del ramal norte de South Stream.

 

 

 

 

 

 

 

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