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Aniversario sombrío: el Acuerdo Schengen cumple 35 años marcado por las dudas sobre su futuro

© AP Photo / Virginia MayoBanderas de la UE
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La libre circulación de personas en la UE, aspecto clave de la integración europea, se encuentra suspendida de facto por la pandemia. El virus ha paralizado un acuerdo cuya oportunidad viene siendo cuestionada en los últimos años, cuando se hizo evidente la dificultad de conjugar las crisis migratorias y las políticas de seguridad con la libertad.

Su texto legal fue firmado el 14 de junio de 1985 en la ciudad luxemburguesa de Schengen por los líderes europeos del momento, cuya idea era esbozar un espacio común sin controles en sus fronteras interiores, pero no se hizo realidad hasta diez años después.

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España se adhirió al acuerdo el 25 de junio de 1991. En vigor en territorio europeo desde el 26 de marzo de 1995, en la actualidad lo suscriben 26 países. Desde posiciones europeístas se defiende que la libre circulación de personas dentro del territorio de la UE es una de las máximas expresiones del proyecto de construcción europeo, pues faculta a cualquier persona que haya entrado regularmente por una frontera exterior o resida en uno de los países adheridos al acuerdo para poder moverse libremente por el espacio común, denominado espacio Schengen. Según el politólogo Víctor Prieto, "Schengen coincidió con un momento de optimismo en la construcción europea, pero ese optimismo hoy por hoy ha desaparecido por completo". "De hecho", asegura a Sputnik este investigador social, "estamos en un proceso de desintegración que tiene en el Brexit uno de sus hitos, pero también está el resurgimiento de los nacionalismos, y no sólo de los de corte de derecha radical". 

El uso práctico del acuerdo supone que los europeos crucen las fronteras internas de la Unión unas 1.300 millones de veces cada año. En el plano logístico, hasta 60 millones de camiones las franquean, portando mercancías y bienes valorados en 2,8 billones de euros. Pero ya a finales de marzo, la Comisión Europea recibió una cascada de avisos de países que empezaron a instaurar controles debido a la pandemia de coronavirus. También de Suiza y Noruega, que no forman parte de la UE, pero sí del Acuerdo Schengen. El mercado interior quedó paralizado.

La necesidad o no de su reforma

La crisis migratoria desatada en Europa a partir de 2015, también llamada crisis de los refugiados, producto del abrupto incremento del número de personas que llegaban al espacio europeo por el mar Mediterráneo provenientes del continente africano y de países en conflicto de Asia Central y Oriente Próximo, suscitó en determinados ámbitos políticos, incluso a nivel del Eurogrupo, un debate en torno a la reforma del Acuerdo.

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En Francia, la líder del Frente Nacional, Marine Le Pen, habló entonces de introducir controles fronterizos en el espacio Schengen. En 2019 el presidente Macron pidió un diálogo al máximo nivel en Europa para "definir la estrategia de la Unión en los próximos cinco años". Su visión incluía la modificación de los tratados. Sobre el de Schengen, Macron se quejó de la poca protección de las fronteras comunes. En su opinión, los países miembros exhibían una falta de "solidaridad" entre sí, pues existen "demasiadas diferencias" en torno al derecho de asilo. En tiempos de Nicolás Sarkozy, Francia ya propuso junto a Italia reformar el acuerdo. Y Macron en 2019 llegó a proponer "un espacio más pequeño si es necesario, una mejor protección de las fronteras comunes, una armonización de los derechos de asilo y una dirección por un consejo de ministros de Interior".

"Yo no creo que los tiros ahora vayan a ir por ahí", explica a Sputnik el politólogo Jorge Verstrynge. "Macron cuando llegó al poder creyó que Merkel acabaría haciendo lo que él dice, lo cual para empezar es difícil porque el propio Macron suele desdecirse tres meses después. Sus propuestas se han ido al garete. Merkel es la que manda, aunque manda sobre una Europa que agoniza".

Este exprofesor de Ciencias Políticas alude así al requiebro del Gobierno alemán respecto de sus propias tesis con tal de salvar el futuro de la UE. "Sólo hay que ver la propuesta de ayuda a los países del sur para hacer frente a la pandemia; no es que de pronto Merkel se haya vuelto particularmente generosa, es que se encontró con la sentencia de la Corte de Karlsruhe, que significaba cargarse Europa", declara, señalando el fallo del Tribunal Constitucional de la RFA que cataloga el programa de compras del BCE como desproporcionado.

"Aquí la crisis de 2008 marca un antes y un después", explica por su parte Víctor Prieto, quien afirma que la constitucionalización del Acuerdo Schengen, emanada del Tratado de Amsterdam de 1997, ha sido cuestionada en los últimos años "por una especie de estado de alarma permanente a consecuencia de las crisis sucesivas que se han ido dando en el seno de la UE". En su opinión, estas crisis se concatenan de manera coherente, como las de la alerta contra el terrorismo yihadista y la suscitada por la crisis de los refugiados, "que es cuando se percibe de manera más nítida todos estos procesos".

Un texto que contempla su reforma

En realidad, el Código de fronteras Schengen prevé tal posibilidad si los Estados miembros decidieran restablecer los controles en sus fronteras de forma temporal y con carácter excepcional.

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La condición teórica es la existencia de una amenaza grave para la seguridad, entonces los controles deberían realizarse de manera proporcionada y por un plazo de tiempo inferior a 30 días en el caso de acontecimientos previsibles y a 10 días en supuestos que requieran una actuación inmediata, aunque se puede prorrogar en caso de que tal amenaza persista. Ese supuesto llegó con la pandemia de COVID-19 y los plazos volaron por los aires. De resultas, el Acuerdo Schengen se halla en suspenso. Y ahora que la pandemia parece estar casi dominada, Europa no abrirá sus fronteras al unísono. España, por ejemplo, lo hará primero para unos cuantos turistas alemanes el 15 de junio antes de proceder a su total apertura el 1 de julio. Los países de la UE acordaron el pasado 5 de junio levantar a lo largo de este mes las restricciones vigentes entre ellos, salvo España Portugal, Reino Unido y Suecia.

Perspectivas tras la pandemia

En tiempos de COVID-19, a la profunda crisis económica se añade la crisis estructural de la UE, por lo que un matiz deslucido parece recubrir el 35º aniversario del Acuerdo Schengen. "Todos los aniversarios de la UE tienen ya más pena que gloria, la UE no tiene ni norte ni poder", sentencia Verstrynge, quien apunta que "el poco poder que aún tiene lo detentan los alemanes" y el resto está en manos de EEUU.

"El Acuerdo está prácticamente agonizando. Hay que tener en cuenta que en un momento determinado quedó pulverizado por una decisión que no tiene parangón en la historia de la UE, cuando Merkel decidió permitir la entrada de 1,5 millones de inmigrantes sin pedir permiso a nadie", subraya.

"Esto es muy  importante", prosigue en su explicación, "porque demuestra hasta qué punto la nación vuelve, aunque sea a veces con dirigentes que no tienen ni idea o con dirigentes que no perciben directamente el interés de la nación. Aquí Merkel ordenó y los demás callaron. Nadie protestó por esta decisión unilateral que, además, violaba el propio Acuerdo Schengen", dice, afirmando que Macron y Merkel ejecutan unas políticas que "rozan la impericia total".  

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Y si uno de los efectos de la pandemia de coronavirus fue acelerar el advenimiento de una crisis económica que, según todos los indicadores internacionales, ya estaba larvada, el virus también puede haber contribuido a comprometer el futuro del Acuerdo Schengen. "Yo no tengo ninguna duda", afirma con rotundidad Verstrynge. "La pandemia está creando un pánico considerable entre las élites gobernantes y el resultado es el miedo ante su retorno. Porque si el día 15, cuando se empiecen a abrir los primeros países, hay un rebrote, las fronteras se vuelven a cerrar, diga lo que diga Schengen y la UE". En cualquier caso, la reactivación del Acuerdo y su futuro en años venideros dependerá de varios procesos, algunos ya en curso.

"La respuesta de la UE a la crisis sanitaria ha sido un caos", conviene el politólogo Víctor Prieto. "Solo ulteriormente se ha logrado organizar una especie de mutualización de la alerta sanitaria, pero que no ha llegado a ser tal". Prieto piensa que hay desmitificar el Acuerdo Schengen, "porque en realidad nunca ha llegado a ser lo que pretendía ser". 

"Schengen se ha quedado como una declaración de intenciones. Flexible, pero expuesta a las coyunturas sociales, políticas y económicas que se han ido viviendo a lo largo de estos 35 años", afirma. 

"Estamos ante el retorno de la nación y el Estado, e incluso de los imperios. Y también ante el retorno de la protección, la gente quiere que el Estado la proteja", recuerda Verstrynge. "Pero, ¿cómo puede asumir esto una ordoliberal como Merkel o un liberal a secas como Macron? No pueden. Así que, en cuanto puedan, volverán al liberalismo y librecambismo, a la libertad de circulación sin ningún tipo de limitación. ¿Qué el virus viene de China y no conoce fronteras? ¡Entonces qué he hecho yo tres meses confinado!", se queja.

¿Schengen como traba al futuro de la UE?

La actual suspensión del Acuerdo Schengen por fuerza mayor y los problemas que plantea su aplicación en relación a la protección de fronteras frente a la infiltración de grupos terroristas o a la llegada de inmigrantes en masa, podría suponer una traba más que comprometa la supervivencia del proyecto europeo. ¿Una chispa que podría hacer volar la UE?

"La UE no explotará sólo por esa chispa. El problema es que cada vez hay más", precisa Verstrynge. En su opinión la UE tiene garantizado su futuro a corto plazo, dado que "se ha prometido a una serie de países que van a cobrar". "Pero vamos a ver si lo que cobrarán lo van a tener que devolver y con qué cuantía".

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"Será muy difícil que los pueblos olviden la pandemia. Como el italiano, que fue abandonado como un perro sarnoso en una esquina, y al que nadie quería ayudar. Ellos no lo olvidarán, la UE les dejó solos, como dejó solos en su tiempo a los griegos", concluye el politólogo francoespañol. "El actual repliegue de fronteras no debe plantearse como un punto y final, sino como parte de un proceso de descomposición", señala su colega Víctor Prieto, quien afirma que la hipotética desaparición del acuerdo no será un punto y final, "sino un proceso que irá desautorizando el sentido primario de lo que presuponía la integración de la UE y la eliminación de las fronteras". "Todavía pasará tiempo antes de ver la recuperación de las fronteras fuertes y la soberanía estatal en sentido amplio."

Schengen como motor de especialización de los países de la UE

El Acuerdo Schengen se enmarca dentro de un contexto amplio en el que los países de la UE operan dentro de un sistema de centro y periferias, cuyas relaciones protagonizan dos bloques diferenciados; los países del norte y los países del sur. "Pero este sistema ha ido agudizando las contradicciones internas de la propia UE", señala Víctor Prieto.

Este politólogo afirma que el paso del tiempo ha demostrado que al Acuerdo Schengen cabe relacionarlo "con una división nacional del trabajo dentro de la UE" antes que con unos principios normativos del proyecto comunitario único, como pudo ser la garantía de una convivencia pacífica después de la II Guerra Mundial. 

"Ahí es donde tiene su coherencia el establecimiento de la libertad de movimientos, y vinculada no tanto a la circulación de personas como a la de capitales. En los últimos 30 años no podemos entender una cosa sin la otra. Hay que tener en cuenta que el Acuerdo Schengen es anterior al Tratado de Amsterdam y se sitúa como condición previa de la unión monetaria", afirma. 

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"La división nacional del trabajo en la UE", continúa Prieto en su exposición, "implicó la reconversión de la economía de, sobre todo, los estados de la periferia, que se han hecho subsidiarios de los países del centro y norte de Europa. Esta reconversión ha implicado en España una desindustrialización casi total y la especialización en los servicios, sobre todo en el turismo internacional, que en el contexto actual de repliegue de fronteras e incluso desglobalización coloca a España en una posición especialmente grave, porque estábamos demasiado expuestos a la libertad de movimiento de las personas", explica. 

Las contradicciones a las que alude Prieto se han evidenciado con más fuerza aún si cabe a partir de la crisis económica global desatada en 2008. "Así que no se puede explicar la situación actual partiendo de la crisis sanitaria", razona. "El proceso es mucho más largo y la crisis sanitaria sólo ha agudizado muchos de los procesos que ya se estaban dando, pero no deja de ser una profundización", concluye.

El PP también pidió la suspensión del acuerdo Schengen

En España también ha habido voces que en algún momento han pedido la reforma o suspensión ad hoc del Acuerdo Schengen. Así sucedió en 2018, cuando el vicepresidente del Grupo Popular en el Parlamento Europeo, Esteban González Pons, exigió al presidente del Gobierno de España, Pedro Sánchez, que suspendiera en España la aplicación del Acuerdo de Schengen.

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El motivo fue la negativa de Alemania de atender la euroorden emitida por las autoridades españolas que dictaba la entrega del expresidente de Cataluña, Carles Puigdemont, fugado de la justicia y que había recalado en Alemania antes de establecerse en Bélgica. "Exijo al presidente Sánchez que suspenda la aplicación del Acuerdo de Schengen en España como han hecho tantas veces otros países de la UE hasta que se aclare si la euroorden sirve para algo o no sirve para nada", dijo el político del PP desde Bruselas. "Ese problema fue absurdo por un motivo: la suspensión del acuerdo no puede ser retroactiva", explica Verstrynge. "Es decir, tú puedes suspender el Acuerdo Schengen y luego mandar una euroorden para prender a Puigdemont, pero lo que no puedes hacer es mandar primero la euroorden y decir luego que suspendes Schengen para aplicarla", zanja.

¿Es Schengen expresión de una UE que no ofrece alternativas?

El modelo por el que se gobierna la Unión Europea y que rige en sus procesos de integración es de corte neoliberal cada vez más acusado y menos flexible. "El modelo ya no se basa en el consumo interno, sino que se fija como objetivo la competitividad de la producción de los países del norte", recuerda Prieto. 

"Esta es la razón por la que la UE está ahora más expuesta en la actual situación de quiebra de los flujos de personas y mercancías", subraya.

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"Desde 2008 hemos asistido a un intento frustrado de atender a una alternativa mediterránea al poder del norte europeo. Pero se está creando una especie de mitología sobre la división norte-sur dentro de la UE, porque yo creo que, en realidad, hay un consenso bastante amplio dentro de las élites europeas del norte y del sur en un mismo modelo que no plantea alternativas para los próximos años". "Si da una alternativa", continúa Prieto, "tendrá que partir de los estados del sur, no tanto por lo que conlleva la libre circulación, sino por la presión migratoria que soportan".

Es en materia de inmigración donde España, en tanto que uno de los puntos por donde las costuras del Acuerdo Schengen podrían romperse, tal vez aportara una visión propia sobre una ulterior reforma. Pero en opinión del politólogo Jorge Verstrynge, es poco probable que suceda con el actual Gobierno. "Ni PSOE ni Unidas Podemos van a entrar en ese tema", afirma. "Si tocar el acuerdo Schengen significara una regulación de la inmigración mayor de la que hay ahora, van a decir que ni hablar", concluye.

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