"Los europeos tienen constancia de pérdidas totales de 100.000 millones [de euros] a causa de sus propias sanciones y nuestras contramedidas que adoptamos de manera absolutamente legal", dijo Grushkó a la revista International Affairs.
Sin embargo, constató que "la máquina de las sanciones se puso en marcha y su volante motor ya gira tanto que hay que pararlo pero para eso son necesarias la voluntad política y el tiempo".
En este sentido, destacó Grushkó, el factor clave sería la capacidad de los europeos de resistir la presión desde el otro lado del océano.
"Al fin y al cabo deben actuar para sus propios intereses y no para los de aquellos que ahora buscan cambiar todo el sistema global, no solo el transatlántico, para satisfacer sus intereses internacionales", añadió.
Desde marzo de 2014, EEUU, la Unión Europea y algunos de sus aliados pusieron en marcha sanciones individuales y sectoriales contra Rusia por su actuación en la crisis de Ucrania y lo que califican de "anexión ilegal" de Crimea.
Además de la prohibición de entrada y la congelación de activos para decenas de cargos públicos y empresarios, Occidente prohíbe exportar a Rusia armas, productos de doble uso y tecnologías para la producción de hidrocarburos y no permite a los bancos rusos financiarse a largo plazo.
Rusia sostiene que no es parte del conflicto en Ucrania y que las sanciones son contraproducentes pero mantiene en respuesta, desde agosto de 2014, el embargo a algunas importaciones agroalimentarias de EEUU, la UE, Australia, Canadá y Noruega.