Los diplomáticos y sus familias, en total unas 80 personas, se dirigen a Moscú en el vuelo especial de la compañía rusa Aeroflot desde el aeropuerto londinense Stansted.
El 4 de marzo el exoficial de Inteligencia Militar rusa Serguéi Skripal, residente en el Reino Unido, y su hija Yulia fueron hallados inconscientes cerca de un centro comercial en Salisbury.
Ambos continúan en estado crítico y reciben tratamiento por una posible intoxicación con una sustancia de acción neuroparalizante.
Skripal fue reclutado por el servicio secreto británico MI6 cuando servía en las Fuerzas Armadas rusas en los años 1990.
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En 2006 la justicia rusa lo condenó a 13 años de cárcel por espiar a favor de un Estado extranjero y cuatro años después fue canjeado junto con otros dos espías por 10 personas detenidas en EEUU.
La semana pasada, la primera ministra británica, Theresa May, responsabilizó a Moscú de lo ocurrido en Salisbury —que calificó de intento de asesinato— y anunció, como represalia, la expulsión de 23 diplomáticos rusos y la cancelación de todos los contactos de alto nivel entre ambos países.
Moscú, que rechazó todas las acusaciones por infundadas, exigió la salida de 23 empleados de la Embajada británica, además de anunciar el cierre del consulado británico en San Petersburgo y de la oficina del British Council en Moscú.