Desde finales del siglo XIX hasta inicios del siglo XX, decenas de miles de italianos partieron hacia América del Sur con la intención de establecerse y dar un futuro próspero a sus hijos. En toda la región —particularmente en Argentina, Brasil, Uruguay y Venezuela— fundaron grandes colonias, sociedades de ayuda mutua, hospitales y centros culturales.
Italia posee una ley de ciudadanía basada en el derecho de sangre: los hijos de padre o madre italianos, independiente de su lugar de nacimiento, adquieren la misma nacionalidad. La normativa actual no prevé límites de generaciones para el reconocimiento de este derecho, por lo cual los descendientes de inmigrantes que puedan documentar su parentesco y cumplan con determinados requisitos pueden acceder al pasaporte.
A partir de la década de 1990 y particularmente durante las crisis económicas que afectaron a la región, muchas personas aprovecharon esta oportunidad para tramitar una doble nacionalidad que les permitiese trabajar, estudiar y vivir en toda la Unión Europea.
Lea también: Italia huele a revancha, la revancha de Berlusconi
Pero aún así, el número de ciudadanos que viven en América del Sur es mayor al de quienes viven en las 9 regiones italianas menos pobladas. En el referéndum constitucional de 2016, la última instancia electoral en la que pudieron votar los italianos registrados en el extranjero, apenas en América del Sur había 1.291.065 personas con derecho a sufragar.
Esa cifra es levemente menor a los 1.375.735 habilitados para esos comicios en Cerdeña (la 11ª región más poblada de las 20 que componen el país) y mayor a los 1.241.469 de Liguria (en el puesto 12).
Le puede interesar: Elecciones en Italia: Occidente se frota las manos para acusar a Rusia
En su momento, la prensa italiana miró con atención los posibles efectos del voto de sus connacionales por el posible impacto que las papeletas enviadas desde América del Sur podían tener en la consulta electoral. A pesar de la expectativa, apenas un 25% de los ciudadanos de esa región ejerció su derecho a voto, insuficiente para llegar a revertir los resultados.
Este efecto incierto del voto proveniente del extranjero preocupa a muchos en Italia. En las elecciones de 2006, las primeras en las que se implementó esa modalidad, una leve ventaja en el resultado de las elecciones en América del Sur dio un voto decisivo en el Senado para conseguir la ajustadísima mayoría que consagró a Romano Prodi como primer ministro.
A eso se suman denuncias sobre supuestas irregularidades adjudicadas a la falta de garantías para garantizar la legitimidad del voto ante presuntas situaciones de fraude, venta de papeletas y otras situaciones opacas. Sin embargo, en los últimos días un tribunal italiano estableció ante denuncias de ciudadanos y movimientos políticos que tal como está planteado, el voto en el extranjero es un mecanismo válido y legítimo.
Lea además: Alarma en Bruselas por la posible victoria del Movimiento 5 Estrellas
Los ciudadanos que residen fuera de Italia tienen tiempo para entregar sus pliegos electorales hasta el 1 de marzo, tres días antes de los comicios en el país. Son enviados por valija diplomática a un centro de escrutinio establecido en las afueras de Roma.