"Desde el Gobierno de Asad debe haber una transición para el bienestar duradero del pueblo sirio", dijo el ministro británico de Exteriores, Boris Johnson, al comentar la renuncia de Estados Unidos a la marcha del líder sirio.
En esa misma línea se pronunció la embajadora de EEUU ante la ONU, Nikki Haley, al admitir que la salida del presidente sirio dejó de ser una prioridad para su Gobierno.
La nueva posición de la Administración de Donald Trump sobre Asad marcó un viraje en la política estadounidense hacia Siria, pues su antecesor, Barack Obama, exigía la dimisión del presidente sirio como una condición indispensable para la solución a la crisis.
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El país árabe vive desde marzo de 2011 un conflicto armado que ha dejado entre 300.000 y 400.000 muertos, según datos de la ONU.
Las tropas gubernamentales se enfrentan a grupos armados de la oposición y a organizaciones terroristas, entre ellas Daesh (autodenominado Estado Islámico) y Frente al Nusra, ambas proscritas en Rusia y otros países.