"Hoy en día, Bielorrusia es, de hecho, el único país en Europa amigo de Rusia. Claro que será aquí donde van a golpear después de Ucrania, con el fin de transformar a Bielorrusia en algo intermedio entre Ucrania y Lituania. No necesariamente un régimen nazi de bandera, pero sí algo que dé un giro hacia Occidente", aseguró el historiador y publicista Andréi Fúrsov en una entrevista al diario Pravda.
En opinión del director del Centro de Análisis bielorruso de EsooM, Serguéi Musienko, cualquier programa de intercambio es un arma de doble filo: "Me cuesta creer que un país vaya a inmiscuirse desinteresadamente en los intereses de los demás. A menudo, por supuesto, están buscando e invitando a los jóvenes más inteligentes, que luego ya no volverán a casa".
El presidente de Bielorrusia, Alexandr Lukashenko, también expresó su preocupación por las intenciones de varias organizaciones estadounidenses.
"Estamos bastante preocupados por los intentos de desestabilizar la situación en Bielorrusia con métodos de guerra moderna y queremos emprender las acciones correspondientes contra ella. Me refiero al intento de nuestra 'quinta columna', con el apoyo y la financiación de fondos occidentales (no estoy intimidando a nadie, eso lo sabemos seguro) (…), el intento de crear una escalada de la tensión en Bielorrusia", destacó Lukashenko.
La puesta en marcha de las actividades de la USAID no es el único intento que ha acaparado la atención del mandatario bielorruso. A finales de noviembre, en el sitio web del Departamento de Estado de EEUU, fue publicada otra propuesta de patrocinio de los periodistas en Bielorrusia.
El Departamento de Estado de EEUU también destina 800.000 dólares a financiar a organizaciones públicas de Ucrania, que supervisarán a las autoridades locales en asuntos de corrupción y se ocuparán de la construcción de relaciones con los medios de comunicación regionales.
El presidente Lukashenko también acaba de revelar que decenas de milicianos que preparaban una provocación armada fueron detenidos en Bielorrusia. Uno de sus campamentos se encontraba en la zona de la localidad bielorrusa de Bobruisk; el resto, en Ucrania. Los saboteadores habían sido financiados a través de Polonia y Lituania, añadió el mandatario.