"Rusia parte de que Ucrania supere finalmente el virus naranja y la histeria rusófoba dé paso a un sano enfoque práctico", dijo el viceministro, agregando que Moscú "está dispuesta a restablecer las relaciones más estrechas con ese pueblo hermano".
Karasin destacó que actualmente Kiev está dispuesto a sacrificar,"sin tomar en cuenta la opinión de sus propios habitantes", todo lo que tenga alguna relación con Rusia, "ya se trate de la lengua, la cultura, la historia común, el comercio o la industria".
No obstante, el diplomático confía en que Ucrania deje atrás los planes actuales de "cortar todos los hilos que unen fuertemente" a ambos países.
"Tenemos fe en que Ucrania se convierta a fin de cuentas en un Estado desarrollado, predecible y estable, que viva en paz y consenso con sus vecinos", señaló el vicecanciller ruso.
El nombre de "revolución naranja" hace alusión a la campaña de protestas, huelgas y otros actos de desobediencia civil organizados en 2004 por los adeptos del expresidente ucraniano, Víctor Yúschenko, candidato por la oposición en las elecciones presidenciales.
Bajo el nombre de "revoluciones de colores" se sitúan a las protestas que provocaron cambios de Gobierno en ciertos países, como la "revolución de las rosas" en Georgia en 2003 o la de los "tulipanes" en Kirguistán en 2005 entre otras.
El concepto de "exportación de revoluciones de colores" surgió en los últimos años para denominar una forma de influir en la política de otros Estados mediante el apoyo a movimientos de oposición.