El último de estos ataques tuvo lugar el 20 de septiembre en la iglesia de San Esteban, en el monasterio Beit Jimal, a unos 25 km de Jerusalén, en territorio israelí.
Se trata del tercer ataque que sufre este monasterio en cinco años.
La ola de vandalismo contra lugares sagrados conoció un momento especialmente complicado en 2013, cuando se abrieron 11 investigaciones y se condenó a cinco personas.
"Sin ninguna duda, la policía no está dedicando mucho tiempo a estos crímenes. Por ejemplo, sabemos que después del ataque contra la iglesia de los Panes y los Peces, en Galilea en 2015, alguien en el Gobierno decidió que había que encontrar a los culpables, y los encontraron", dijo a Haaretz Gadi Gvaryahu, director de la organización israelí Tag Meir, que investiga estos actos de vandalismo contra lugares sagrados.
El consejo que reúne a las iglesias católicas de Jerusalén pidió al Estado de Israel que se castigue a los responsables del ataque en el monasterio de Beit Jimal, porque es "un acto que podría traer consigo consecuencias serias e inesperadas".