La sesión inaugural de esta tarde es puramente técnica y Netanyahu tendrá que declarar si se considera culpable o no culpable ante el tribunal de distrito integrado por tres magistrados.
Hasta la siguiente sesión, que se celebrará dentro de varios meses, no se entrará en materia.
La fiscalía ha solicitado la declaración de 333 testigos entre los que figuran las personas más allegadas del primer ministro, jefes de los aparatos de seguridad, periodistas y políticos.
El juicio se desarrollará entre estrictas medidas de seguridad, pero observando las regulaciones del ministerio de Sanidad relativas a la pandemia de coronavirus.
Las acusaciones más graves se encuentran en el llamado Caso 4000, en el que se le acusa de cohecho, fraude y abuso de confianza. Netanyahu habría aprobado regulaciones en el sector de las telecomunicaciones que beneficiaron en unos 500 millones de euros a la gigantesca compañía Bezeq, propiedad del magante y amigo Shaul Elovitch.
En el llamado Caso 1000 deberá responder por haber recibido regalos de lujo valorados en cerca de 200.000 euros de dos benefactores, el israelí Arnon Milchan y el australiano James Packer.
Finalmente, en el llamado Caso 2000, donde está acusado de fraude y abuso de confianza, la fiscalía sostiene que Netanyahu acordó con el magnate de prensa Arnon Mozes, propietario del diario Yediot Ahronot, aprobar leyes para debilitar a un diario de la competencia, Israel Hayom, a cambio de un tratamiento favorable en el Yediot Ahronot.
Nadie sabe cuánto durará el juicio puesto que ello dependerá de la estrategia de Netanyahu. Según los expertos, podría durar varios años. Además, en cualquier momento, Netanyahu podría negociar una sentencia con la fiscalía y los magistrados.
Las posibilidades de que Netanyahu acabe en la cárcel son inexistentes. Aunque el delito de cohecho contempla penas de hasta 10 años de prisión y/o una multa, siempre quedaría la baza de que el presidente de Israel, Reuven Rivlin, lo amnistiara. Rivlin ya ha dicho que considerará la clemencia si se le solicita.