Los chinos en Cuba

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Leonardo Padura - Sputnik Mundo
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La presencia china en Cuba se remite a la segunda mitad del siglo XIX cuando miles de cantoneses llegaron a la remota isla del Caribe en condición de trabajadores contratados.

La misión de aquellos primeros emigrantes asiáticos era sustituir a la fuerza de trabajo esclava en los cortes de caña, en una época en que la trata de africanos se había dificultado por diversos convenios internacionales impulsados por Inglaterra, la gran potencia industrial de la época. Aquellos braceros, cuyas condiciones de vida en ocasiones resultaron peores incluso que la de los negros esclavos, nunca lograron el sueño de regresar enriquecidos a su pobre país. Por eso la inmensa mayoría de ellos permaneció en Cuba y, hacia los años 1870, comenzaron a dar forma a lo que sería el Barrio Chino de La Habana.

Luego, a lo largo de la primera mitad del siglo XX millares de chinos se asentaron en Cuba buscando mejores condiciones de vida que las existentes en su feudal y atrasado país. Aunque pocos de ellos lograron el éxito económico, aquellos chinos hicieron de Cuba su lugar de residencia y en el Barrio habanero y en otras localidades cubanas los emigrantes asiáticos llegaron a ser parte de la abigarrada y mestiza sociedad y cultura de la isla caribeña.

Las revoluciones china (1949) y cubana (1959) primero cortaron el flujo de emigrantes chinos a Cuba y luego le dieron un carácter totalmente diferente a las relaciones entre los dos países, sobre todo a partir de que la isla se decantara por el establecimiento de un sistema político socialista. Desde entonces, con nuevos vínculos a niveles de Estado, gobierno y partido comunista, los nexos de los chinos con Cuba tomaron otro carácter: el de socios políticos y comerciales, y el de aliados estratégicos.

Sin embargo, si en los primeros años 1960 hubo una notable presencia de productos y delegaciones chinas en Cuba, y se difundieron en el país las obras de Mao Zedong, el curso posterior de las relaciones se complicaría con los avatares históricos del diferendo chino-soviético, del cual participó Cuba al lado de su principal aliado, o sea, la URSS. Los contactos entre el país asiático y el latinoamericano decayeron e, incluso, hubo cruce de acusaciones e insultos por encima de los anchos mares que separan a los dos países… Así, mientras languidecía el Barrio Chino de La Habana por falta de nuevos emigrantes, también se marchitaban el resto de las relaciones entre los dos países.

Pero desaparecida la Unión Soviética y luego de iniciados los grandes cambios económicos en China, las conexiones de los asiáticos con Cuba volvieron a coger temperatura y en los últimos años China ha llegado a convertirse en el segundo socio comercial de Cuba, solo superado por Venezuela, de donde llega a la isla la mayor parte del petróleo que consume. En los años más recientes, al calor de la política de “actualización del modelo económico cubano” emprendida por el gobierno de Raúl Castro, y sobre todo con la firma de la nueva ley cubana para la inversión extranjera, estos vínculos han tomado nuevo impulso y mayor profundidad. Los chinos que hoy vienen a comerciar con Cuba nada tienen que ver con sus pobres y hambrientos antepasados: ahora son representantes de una nación próspera o empresarios de grandes recursos económicos.

Para ratificar ese interés, e incluso para incrementarlo, acaba de pasar por Cuba el presidente chino Xi Jinping, también Secretario General del Partido Comunista de China, al frente de una delegación de la cual formaban parte, más que mariscales o dirigentes partidistas, empresarios chinos. El primer resultado de este contacto –ocurrido unos pocos días después del sostenido con Vladimir Putin–fue la firma de 29 acuerdos comerciales y financieros a niveles de gobierno, ministerios y empresas de ambos países, y que recorren territorios tan diversos como los créditos, la telecomunicaciones, la infraestructura, la salud, la agricultura, la tecnología y la calidad de las exportaciones.

El incremento de la presencia china en Cuba mucho tiene que ver con la afinidad política entre los dos países, de sistema socialista y de partido único (comunista), lo que garantiza la comunicación en un lenguaje común y desde estructuras económicas con cierta afinidad y estabilidad. Pero, sin duda, también tiene una estrecha conexión con la política china de extender su influencia comercial en América Latina y en el hecho concreto de que Cuba puede resultar un mercado pequeño pero muy atractivo, porque las importaciones que realiza el país son monopolio del Estado y afectan a todos los renglones de la economía y la sociedad y, por supuesto, a los 11 millones de consumidores potenciales del país.

Si la reciente visita del presidente ruso Vladimir Putin a Cuba mostró el interés del acercamiento entre los dos países –con un gesto tan concreto como la anulación del 90% de la histórica deuda cubana con la URSS, heredada por Rusia–, la de Xi Jinping ratifica el potencial que advierten en la isla incluso los gigantes de la economía mundial (también Brasil lo ha hecho patente) y de algún modo aclaran el por qué de las recientes y reiteradas peticiones de hombres de negocios norteamericanos (incluidos los cubano-americanos de la Florida) por la para ellos necesaria flexibilización del viejo embargo estadounidense a la isla, que los excluye de participar en una evolución comercial que parece dispuesta a abrir muchas y nuevas puertas al capital foráneo, con independencia del origen nacional o la filiación ideológica de los inversores.

Para la economía cubana, en pleno proceso de reestructuración, sin duda el incremento de sus relaciones con países como China, Rusia y Brasil significa un soplo de aire fresco, pues algo que la isla necesita con urgencia es la presencia de capital extranjero capaz de intervenir en renglones esenciales de su entramado económico. Y si esa presencia e inversión se hace desde posturas afines políticamente y sin presiones de los organismos financieros internacionales, pues resulta doblemente atractiva y bienvenida.

A nivel de la población cubana, sin embargo, queda todavía una interrogante: ¿el comercio con China influirá en la mejoría del maltratado mercado interno y en el abaratamiento de los productos que en él se expenden? Y, sobre todo, ¿tendrán los productos que vengan de aquel país una calidad superior a los distribuidos y vendidos masivamente por el gobierno cubano como esos lamentables refrigeradores que “sudan” con los húmedos calores del trópico o las jarras para hervir el agua que murieron en sus primeros suspiros?

*Leonardo Padura, uno de los novelistas escritores más prometedores e internacionales de la lengua española. La obra de este escritor y periodista cubano ha sido traducida a más de una decena de idiomas. Premios Hammett, Nacional de Literatura de Cuba, Raymond Chandler, Orden de las Artes y las Letras (Francia) 2013.

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