La gran migración de los pueblos

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La desintegración de la Unión Soviética provocó un flujo migratorio incontrolable hacia Rusia.

Material preparado por el periódico Moskovskie Novosti en el marco del proyecto “20 años sin la URSS”

En la época soviética la migración externa prácticamente no existía y la interna, en la mayoría de los casos, estaba organizada y planeada por el gobierno.

La población “emigraba” hacia los lugares donde se llevaban a cabo las grandes obras y hacía falta mano de obra.

El Comité Central del Partido Comunista decretaba, por ejemplo, desarrollar las zonas de tierras áridas y cierto número de personas, conforme lo establecido por el decreto, se dedicaba a acondicionar los terrenos. No lo hacían por obligación sino incentivados económicamente, pero siempre conforme a lo planeado y estipulado.

El sistema de incentivos existente permitía convencer a la población abandonar sus hogares para ir a vivir más allá del círculo polar. Esta estrategia se llamaba “redistribución de los recursos laborales de acuerdo con el esquema general de distribución de las fuerzas productivas”.

Y si no funcionaba, siempre se podía recurrir a la deportación que, también hay que decirlo, se catalogaba como un proceso migratorio. Con la desintegración de la Unión Soviética los motivos y las formas de la migración cambiaron radicalmente.

La Unión inquebrantable

Los jóvenes soviéticos podían elegir libremente donde estudiar su profesión, pero tras terminar los estudios, le esperaba la distribución laboral obligatoria, es decir, el profesional podía elegir el lugar de trabajo con más o menos grado de libertad pero sólo de una lista que le ofrecía su centro educativo que, a su vez, lo hacía en conformidad con las necesidades del ministerio correspondiente.

Los procesos migratorios dentro de Rusia se regían por los mismos factores que determinaban la migración entre repúblicas. Si se ponía en marcha el proyecto de levantamiento de las tierras vírgenes en Kazajstán, allí iban a trabajar los jóvenes comunistas de la República de Rusia.

Si comenzaba una grandiosa construcción en el territorio de ésta los trabajadores de toda la Unión Soviética emigraban hacia Rusia.

Los flujos migratorios dependían directamente de los grandes proyectos económicos. Hubo años  cuando el saldo de migración (el balance entre la inmigración y la emigración en la República Socialista Federativa Soviética de Rusia llegó a ser negativo. Por ejemplo, entre 1951 y 1975 Rusia perdía anualmente unas 126 mil personas, y, al contrario, de 1976 a 1990 aumentó su población en 169 mil personas cada año.

Cabe señalar que ya en aquel entonces en la industria soviética estaban ocupados migrantes laborales de los países extranjeros: los coreanos y los búlgaros en la producción de madera, las mujeres vietnamitas en la industria ligera. Y, al revés, los soviéticos construían plantas industriales  en Argelia, la India, Mongolia y otros países. Pero este “intercambio” estaba contemplado en los convenios especiales intergubernamentales. La URSS no se encontraba presente en el mercado internacional de trabajo, era un país cerrado para los extranjeros.
 
Tras la caída del imperio

La desintegración de la URSS dio lugar a la migración masiva de los ciudadanos del antiguo imperio, pero esta vez sin ningún plan. Todo empezó con los conflictos interétnicos que obligaron a miles de personas a refugiarse en Rusia. La política de redistribución de recursos laborales dejó de existir junto con la economía planificada.

Y la precaria situación económica y la caída en picado de la producción en las provincias hicieron que la gente más emprendedora se marchara a las capitales en búsqueda de la mejor suerte.

Según el censo de 1989, en el territorio de la República de Rusia residía permanentemente 10,5 millones de personas nacidas en otras repúblicas de la Unión y 994 mil personas nacidas en otros países o que no indicaron el lugar de nacimiento. El censo de 2002 constató que el número de los residentes originarios  de otras repúblicas había alcanzado la cifra de 11,5 millones de personas, de otros países - 466 mil, mientras 1,6 millones de personas no indicaron el lugar de nacimiento.

De esta manera, la proporción de inmigrantes dentro de la población de Rusia en vísperas de la desintegración de la URSS era de 7,1%, y en 2002 – de 8,3%.

En el período comprendido entre los dos censos, se redujo el número de los naturales de Bielorrusia (en 34%), Lituania (en 26%) y Ucrania (en 23%), pero al mismo tiempo aumentó la cantidad de los procedentes de otras repúblicas, especialmente de Armenia (3,2 veces), Tayikistán (2,5 veces), Azerbaiyán (1,8 veces), Uzbekistán (1,7 veces), Georgia y Kazajstán (alrededor de 1,5 veces).

Al igual que en el año 1989, los más numerosos resultaron ser los grupos de inmigrantes de Ucrania (3,6 millones de personas) y de Kazajstán (2,6 millones).

En pocas palabras: el complejo y pesado sistema soviético diseñado dentro de la economía planificada se derrumbó de la noche a la mañana y salió la necesidad de reemplazarlo con otro. Era necesario poner bajo control los procesos migratorios internos y crear estructuras para regularizar los externos. Las autoridades se vieron ante una tarea complicadísima que hasta hoy día no está finalizada ya que cada vez aparecen nuevos retos.
 
La cuestión rusa

Entre los años 1989 y 1995 el saldo migratorio positivo de Rusia aumentó tres veces debido tanto al incremento de la inmigración como a la disminución de la emigración. Los rusos abandonaban las ex repúblicas, que llegaron a ser países independientes, salvándose de los conflictos nacionales, de las nuevas políticas que suponían la nacionalización de todos los sistemas, entre ellos de la administración, educación etc., y de las dificultades económicas que cada vez se hacían más patentes.

Los datos del Ministerio del Interior de la Federación de Rusia ponen de manifiesto que a principios de 1992 en Rusia se registraron unas 300 mil personas provenientes de las antiguas repúblicas de la URSS.

Y en 1995 el número de refugiados y emigrantes forzados alcanzó 600 mil personas llegadas, en su mayoría, desde Azerbaiyán, Uzbekistán, Kirguistán, Georgia y Kazajstán.

Rusia se convirtió en el destino de migración más importante entre los países de la Comunidad de Estados Independientes (CEI). Según algunas evaluaciones, entre los años 1991 y 1994 a Rusia inmigraron 3,6 millones de personas mientras emigraron 1,7 millones. Tres cuartas partes de todos los que entraban en la CEI se asentaban en Rusia.

En 1989 por cada 100 personas que abandonaban Rusia había 124 que entraban en el país. En 1993 esta proporción fue de 250 por 100, en 1995 de 367 por 100. La mitad de los inmigrantes de aquella época procedían de Kazajstán y las ex repúblicas soviéticas de Asia Central, 20% - de Ucrania, 17% - de Transcaucasia. Si en 1989 los rusos constituían un 38% de estos inmigrantes, en 1993 ya eran el 80%.

Por aquella época empezó también la emigración en masa desde Rusia y los países de la CEI al Occidente. Los datos al respecto son muy dudosos debido a falta de control pero, según los cálculos aproximados, entre 1991 y 1994 unos 1,4 millones de personas abandonaron la CEI, entre ellas Rusia - 371 mil.

Al mismo tiempo se redujeron notablemente, en comparación con los tiempos soviéticos, los procesos migratorios dentro de Rusia: para el año 1993 la migración total interna representaba sólo un 60% del nivel del año 1989.

Es un mal síntoma para la economía nacional: las empresas tienen menos posibilidades para atraer la mano de obra adicional, los trabajadores – para encontrar trabajo.

También por aquellos tiempos los residentes de las zonas de clima desfavorable empezaron a trasladarse hacia las regiones centrales del país y las grandes ciudades ya que se suprimieron todas las pagas extras que estaban previstas anteriormente para esta categoría de la población.

Las extensas zonas del Extremo Oriente, antes objeto de una política constante de colonización, empezaron a despoblarse. La tendencia progresó rápidamente: entre los años 1992 y 1995 la población del distrito autónomo de Chukotka (Lejano Oriente) disminuyó en 39%, de la región de Magadán (Lejano Oriente) en 29%.

Al mismo tiempo, a las regiones económicas más prósperas y atractivas entre los años 1989 y 1995 llegaron: a la región del Centro – 229 mil personas, a las del Volga y Cáucaso Norte – 408 mil, la del Centro-Chernozem – 110 mil.

Dentro de las mismas salieron ganando con diferencia las provincias de Krasnodar, Stávropol, Volgogrado y Rostov y las ciudades de San Petersburgo y Moscú.
 
En busca de una política migratoria

Mientras el país vivía estos cambios Moscú estaba elaborando frenéticamente los nuevos enfoques de la política migratoria. Primero, a remiendas: surgía, por ejemplo, el conflicto étnico entre los turcos de Uzbekistán y los uzbekos, se solucionaba mediante un decreto gubernamental sobre la acogida de los refugiados, o los emigrantes forzados de Kazajstán solicitaban entrada en Rusia, ahí iba otro decreto. A finales de 1991 el entonces presidente ruso Boris Yeltsin encargó al Gobierno elaborar una estrategia global de migración, crear un servicio de migración adjunto al Ministerio de Trabajo de Rusia, establecer medidas para proteger los intereses de los ciudadanos rusos residentes en las antiguas repúblicas soviéticas.

En junio de 1992 fue instituido el Servicio Federal de Migración al que se encomendó redactar la legislación migratoria y ponerla en marcha. Lo mismo hicieron otros países de la CEI: crearon las instituciones especializadas y redactaron programas.

En septiembre de 1993 varios miembros de la Comunidad firmaron el Convenio de Protección de Derechos de los Refugiados y Migrantes Forzados y otros documentos conjuntos. El proceso iba lenta y malamente ya que cada parte quería proteger sus intereses. Y las consecuencias de la falta de coordinación y financiación las pagaban los ciudadanos.
 
El mercado común

Para el año 1995 la afluencia de los refugiados cesó siendo sustituida por la de los migrantes laborales. Según los expertos, en aquella época por un migrante legal había diez ilegales (actualmente son de tres a cinco por uno).
 
“La migración laboral es un potente factor que puede fortalecer los vínculos económicos entre los países, - afirma la directora del Centro de Estudios Migratorios, Zhanna Zayonchkóvskaya. – Se dice a menudo que hemos creado un mercado laboral común pero pocos comprenden que significa. El mercado laboral común supone las normativas laborales comunes. El Código de Trabajo tiene muchos artículos y cada uno de ellos tiene que ser concordado con otros países. Pero es un proceso complicado y largo que está en curso. Entre tanto, el documento básico vigente sigue siendo el convenio del año 1994 sobre la cooperación en materia de migración laboral y protección de los derechos de los migrantes. Este convenio tiene un carácter puramente declarativo ya que no está apoyado por los instrumentos legales concretos para aplicarlo.
 
La vía de salvación

Últimamente en Rusia se oyen voces de que los migrantes representan una salvación para el país cuya población nativa va disminuyendo, los territorios se van despoblando, la carga tributaria por cada trabajador crece y el número de los trabajadores desciende.
 
De acuerdo con el pronóstico del Servicio Federal de Estadística del Estado (Rosstat), la disminución de la población en edad de trabajar en Rusia, que empezó en el año 2007, para el año 2015 será de unos 8 millones de personas y para el año 2025 –  de unos 14 millones, alcanzando los valores máximos entre los años 2011 y 2017 cuando la disminución anual de este grupo poblacional superará un promedio de 1 millón de personas anualmente.
 
En esta situación no se trata de los trabajadores temporeros sino de los migrantes que se asentarán en Rusia, traerán a sus familias y formarán nuevas.
 
Y aquí es donde hace falta una estrategia de migración a largo plazo que determine a cuántos emigrantes y bajo qué condiciones es capaz de acoger el país, qué hay que hacer para acomodar y asimilar estas masas de migrantes y, desde luego, qué hacer con la población nativa que se muestra cada vez más agresiva hacia los inmigrantes.

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