Las mujeres toman la palabra: el Mito de las Mujeres Rusas

© Foto : Mikhail Kharlamov/Marie Claire RussiaSvetlana Kolchik
Svetlana Kolchik - Sputnik Mundo
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A ver, ¿cuál de los recursos nacionales es el mayor tesoro de Rusia? ¿Petróleo? Gas? Minerales? Oro? ¡Olvídenlo!

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¿Petróleo? Gas? Minerales? Oro?

¡Olvídenlo! Estos recursos naturales pueden agotarse un día e incluso ahora sus precios fluctúan peligrosamente, poniendo mucho en juego.

Tenemos otro atractivo que ya hace mucho es producto inestimable de nuestro país. ¡Son las mujeres rusas!

Es que yo he creído que es una historia ya pasada de moda, y el boom de las novias por correo electrónico terminó a finales de los 1990. Pero cuanto más me comunico con extranjeros dentro y fuera de Rusia, más me doy cuenta de que el Mito de las Mujeres Rusas es más vivo que nunca. Seguimos siendo sueño y tentación, motivo de inversión infalible para empresarios extranjeros (¿por qué otra razón se atreverían a llegar a nuestras tierras frías e impredecibles?), artículo de exportación invaluable y el mayor atractivo turístico.

“¿Dónde puedo encontrarlas?”, me preguntó durante una cena un amigo mío, chico alemán en sus treinta y tantos, poniendo los ojos en blanco. Es jurista, ahora reside en Londres, y éste fue su primer viaje a Moscú. Se refería a las mujeres rusas, curiosidad que en los ojos de este muchacho podría estar por encima del Kremlin y otros lugares de interés moscovitas que componen la lista de lugares de visita obligada. Y este alemán no era un simple buscador de trofeos, en otro caso le mandaría a Night Flight, Soho Rooms y otros clubes nocturnos con una variedad de muchachas accesibles para rollos de una noche.

Harto con numerosas citas decepcionantes con chicas británicas y alemanas, mi amigo me dio a entender que buscaba a una muchacha apta para matrimonio. Y Rusia le pareció el destino más prometedor, residencia de su mujer ideal, femenina, guapa e inteligente. “Las chicas londinenses hablan sólo del trabajo y las alemanas se ponen zapatillas de deporte para la cita”, lamentó.

La semana pasada tuve un viaje a París por cuestiones de trabajo. Estaba excitada de visitar mi favorita ciudad europea y le confesé a un taxista mi amor a París. “Y por qué no viene usted a vivir aquí? ¡A muchos hombres franceses les gustaría casarse con una mujer rusa!”, me respondió directa y francamente, y siguió su habla presentándome una lista de quejas contra las mujeres francesas de hoy, demasiado independientes, demasiado inaccesibles, demasiado egoístas, demasiado fuertes en el sentido antifemenino y un largo etcétera.

Parece que en los países occidentales las diferencias entre los sexos, sociales (y físicas también), van borrándose, mientras que Rusia todavía ofrece un ambiente excepcional para relaciones que conjuga lo mejor: la mezcla fascinante de la emancipación y la tradición. La mujer rusa puede ganar diez veces más que el hombre, pero jamás se lo mostrará a él (a menos que pasara demasiado tiempo trabajando en EEUU). No importa que posición ocupamos en la escalera social o financiera, estamos listas para otorgarle poderes al hombre, a lo mejor a veces siendo demasiado tolerantes para asegurarse de que los roles de género se cumplan.

Me gustaría resaltar la palabra “roles”, es un juego en el cual nuestras mujeres han lucido a lo largo de la historia soviética y postsoviética. Mascaramos nuestra increíble fuerza y aguante internos con una apariencia suave, a veces vulnerable y hasta co-dependiente, tanto aspiramos a que los hombres nos protejan. Es parte de nuestra mística femenina: pasamos por débiles aunque sabemos que somos perfectamente capaces de todo.

Y es mucho más agradable si el hombre hace algo para nosotras, especialmente desde que cada vez mayor número de mujeres podrían hacerlo por sí mismas, dejando en olvido a los hombres como algo inútil. Pero las mujeres rusas somos diferentes: les animamos a los hombres a cargar nuestras bolsas, regalarnos flores, arreglarnos el coche, matar el oso para nosotras, recorrer el país...agregan la inconciente necesidad de mantenernos siempre en forma, ya que al perder a nuestros hombres en guerras, represiones y alcoholismo aprendimos a competir entre sí por los restantes y no es motivo de risa. Así que no me sorprende el hecho de que ese peculiar cóctel a los chicos occidentales les parece realmente estupefaciente.

“Las mujeres francesas no son tan exigentes como las rusas, pueden hasta ofrecerse a pagar por sí en la cita, pero después te lo pagarías mucho más caro”, señaló otro conocido mío, oriundo de París, empresario con una serie de proyectos de inversión, que ahora reside en Moscú.

Este muchacho impresionantemente versátil pasó la mayor parte de su vida trotando por el mundo pero finalmente optó por Rusia como lugar para casarse y tener hijos. Dijo que cada vez más mujeres francesas optan por carrera incluso si están casadas. “Las mujeres rusas son auténticas”, dijo. “La familia siempre es prioridad para vosotras, sea lo que sea, y esto es guay.”

Las observaciones de este muchacho sólo han comprobado mi punto de vista. Es el sexo débil que representa el mayor tesoro de Rusia, recurso natural que mantiene altas las reservas internacionales del país pese a todo tipo de crisis interracionales. Y es cierto que tenemos que apreciar nuestra feminidad, no sólo para encontrarnos un novio, sino que para disfrutar más de nosotras mismas. Y creo que la innata fuerza y vigor, mecanismos profundos de nuestra supervivencia, permanecerán en nosotras siempre.

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*Svetlana Kolchik es directora adjunta de la edición rusa de la revista Marie Claire. Se graduó de la Universidad Estatal de Moscú, facultad de Periodismo, y la Universidad de Columbia, Escuela de Estudios Avanzados de Periodismo, colaboró para el diario Argumenti I Fakti en Moscú y el USA Today en Washington, con RussiaProfile.org, ediciones rusas de Vogue, Forbes y otras.

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