Las mujeres toman la palabra: Demasiado Año Nuevo

© Foto : Mikhail Kharlamov/Marie Claire RussiaSvetlana Kolchik
Svetlana Kolchik - Sputnik Mundo
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“No sé qué hacer con el Año Nuevo”, se quejó una amiga mía a mediados del mes pasado de noviembre. Y a medida que se aproximaba el fin del año sus lamentos eran más dramáticos.

“No sé qué hacer con el Año Nuevo”, se quejó una amiga mía a mediados del mes pasado de noviembre. Y a medida que se aproximaba el fin del año sus lamentos eran más dramáticos.

Mi amiga, que está soltera y no puede permitirse vacaciones en el extrajero, se puso a vaticinar como si el fin del mundo estuviera a la vuelta a la esquina. “No puedo planear nada interesante para este Año Nuevo”, lamentó. “Nisiquiera sé con quién celebrar la Nochevieja. Me siento desdichada.”

Lo único que pude hacer para consolar a mi amiga, que suele ser muy alegre y optimista, fue disculparme por no poder hacerle compañía este año ya que hice mis propios planes con mucha anticipación (en parte, porque no quería verme en una situación similar). Pero me di cuenta de que mi amiga no era la única con esa preocupación. La fiesta del Año Nuevo es una de las más populares en Rusia por lo que su anticipación lleva a la mayoría de nosotros a bordo de un ataque de nervios.

Según la creencia común, lo que sucede la Nochevieja dejará su huella en el resto del año. Es extraño que nosotros, gente del siglo XXI, creamos en ello con tanta rigurosidad. Nos ponemos agitados, estresados y obsesionados no sólo con la idea de que es indispensable concluir todas las tareas antes de que termine el año (una aspiración desesperadamente irreal) sino que también con el esfuerzo de hacer que ocurra algo mágico o al menos memorable la Nochevieja.

Qué hacer, que vestir, que comer y lo más importante, con quién celebrar la fiesta, éstas son las preguntas claves. Como si la Fortuna Divina de otras entidades celestiales juzgara nuestros méritos y nos diera la suerte el próximo año de acuerdo con nuestra actuación durante esta noche. Agrega la fascinación de los rusos por los animales símbolos del Año Nuevo chino que se venden y se compran en cada esquina en esta temporada del año, con ello por poco caemos en una histeria masiva de paganismo.

Mi tía Natasha, cocinera empedernida y una persona muy hospitalaria, se obsesionó con componer el menú del Año Nuevo y arreglar el ambiente amistoso para el Año del Conejo ya hace unas semanas. Es una profesional de las celebraciones del Año Nuevo, en su apartamento acogedor en los suburbios de Moscú la fiesta dura desde la noche del 31 de diciembre hasta la madrugada del 1 de enero y luego se convierte en la juerga de una semana con comida y bebida donde todos son bienvenidos.

Avisó que este año no ofreció platos de carne (para no ofender el espíritu del conejo), así que servió sólo pescado, verduras, habas, hierbas, lechuga, para complacer a ese animalito herbívoro. Y muchas, muchísimas manzanas en adición a las tradicionales mandarinas porque es la fruta por la que los conejos sienten una predileción especial.

Además, la tía Natasha obsequió a todos sus familiares y amigos conejitos de juguete, para repugnar el mal en el año venidero. Por fin, insistió en que todos los invitados se pusieran para la fiesta mucha ropa de color blanco con accesorios metálicos porque esos materiales se los recomienda vestir esta Nochevieja para atraer la suerte.

Bendita sea mi tía Natasha y su gran corazón, pero estoy tanto conmovida como confusa al ver que nos dejamos llevar por esas supersticiones. Es posible que así busquemos un refugio provisional de las calamidades de la vida. Según sicólogos, tradiciones y ritos tienen un profundo efecto terapéutico, nos protegen del caos y miedos existenciales.

Además, las costumbres del Año Nuevo tienen un profundo significado simbólico. Los romanos antiguos que celebraban el Año Nuevo el 1 de enero, justo igual que nosotros ahora, honraban a Jano (Janus, en latín), dios de las puertas, los comienzos y los finales, con dos caras, una mirando hacia atrás y la otra hacia adelante.

Desde aquel entonces, en efecto, siempre ha sido la fecha de transición y esperanza para lo mejor. De aquí las mesas abundantes, fuegos artificiales, disfraces, regalos y decoraciones, todo ello son métodos arcáicos y alegóricos para separarse de lo pasado, recibir la renovación y expresar la esperanza de que lo bueno ocurrirá el próximo año. Otros atributos de la fiesta, como el abeto, los juguetes, la estrella en la copa e incluso el Abuelo Frío, también son símbolos arquetípicos desde los tiempos precristianos.

Y aunque creo que la mayoría de las tradiciones del Año Nuevo son bonitas y las añoro si celebro la fiesta en el extranjero (como este año), no creo que tengamos que considerar la Nochevieja como un espejo de los próximos 365 días. ¿Por qué no lo tomemos con calma? Es tiempo para reunirnos con los parientes, si tenemos ganas.

Y es tiempo cuando la mayoría nos hartamos y trasnochamos hasta muy tarde. Unos se divierten de lo lindo, otros sufren resaca. Tuve diferentes Años Nuevos, lo pasé sola, afligida, apasionada, abandonada, llorando, alegre, reventada, borracha, extrañando la casa, acostándome temprano por tener fiebre, esperanzada, peleándome con mi novio o mis padres...Pero nada de lo ocurrido jamás tuvo un impacto en el resto del año.

No obstante, si nos agarramos tanto a las creencias cosmopolitanas, según el calendario chino, el verdadero Año del Conejo empezará sólo a principios del próximo febrero.

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*Svetlana Kolchik es directora adjunta de la edición rusa de la revista Marie Claire. Se graduó de la Universidad Estatal de Moscú, facultad de Periodismo, y la Universidad de Columbia, Escuela de Estudios Avanzados de Periodismo, colaboró para el diario Argumenti I Fakti en Moscú y el USA Today en Washington, con RussiaProfile.org, ediciones rusas de Vogue, Forbes y otras.


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