Las mujeres toman la palabra: El dilema del periodismo escapista

© Foto : Mikhail Kharlamov/Marie Claire RussiaSvetlana Kolchik
Svetlana Kolchik - Sputnik Mundo
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El pasado fin de semana, justo cuando ya estaba por concluir un artículo de turno sobre la complejidad de las relaciones amorosas, me enteré de la brutal agresión contra el periodista Oleg Kashin. Me quedé pasmada sin poder creerlo, luego me pregunté: ¿por qué hago lo que hago?

Rusia siempre se ha considerado un país femenino, porque las mujeres rusas siempre han sido uno de los estereotipos más notables de la nación, tanto positivos como negativos. ¿Será acaso pura imaginación masculina? Aquí presentamos la visión de una mujer competente, profesional y cada vez más mundializada sobre las tendencias que la rodean, sobre las mujeres y la sociedad en resumen, lo que piensa ella y lo dicen otras mujeres.

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El pasado fin de semana, justo cuando ya estaba por concluir un artículo de turno sobre la complejidad de las relaciones amorosas, me enteré de la brutal agresión contra el periodista Oleg Kashin. Me quedé pasmada sin poder creerlo, luego me pregunté: ¿por qué hago lo que hago? Por qué escribo sobre el amor, el sexo y los viajes en vez de cubrir el caso de Jodorkovski o investigar un suceso económico importante. Por qué opté por el periodismo fácil, seguro y a veces superficial y no me dedico a cosas más importantes? ¿Tendré miedo, seré pesimista o estoy desilusionada?

A lo mejor, todo lo anterior.

Recibí mi primer trabajo de periodista a mediados de los 1990, cuando el periodismo tenía el romanticismo de que si no podía salvar al mundo, al menos podría cambiarlo. Esa fue la esencia del oficio de reportero para la mayoría de nosotros cuando cursábamos el primer año de estudios en la facultad de periodismo de la Universidad Estatal de Moscú. En aquel entonces, los ejemplos a seguir para mí eran los reporteros políticos y económicos del diario Kommersant, que con frecuencia dictaban seminarios a los que siempre asistía.

En 1996 trabajé de reportera urbana para el semanario Argumenti y Fakti, el en aquella época y actualmente, el mayor y uno de los más influyentes de Rusia, por su contenido relativamente independiente, e incluso hasta cierto punto liberal.

Entonces, durante cinco años me dediqué a cubrir los asuntos del gobierno municipal, la construcción de carreteras, los colegios, las ratas de la ciudad, las condiciones de vivienda, la falta de domicilio, la pequeña empresa, el reciclaje de residuos y otros problemas de la metrópoli, hasta que lo abandoné todo y me fui a Nueva York para cursar los estudios en la Universidad de Columbia al incorporarme luego como reportera al diario USA Today en Washington.

Cuando volví a Rusia ocho años más tarde, ni siquiera pensé en regresar al mundo de los periódicos. Es más, el mundo emergente de las revistas lustrosas ofrecía más dinero, una jornada laboral más flexible y la oportunidad de llevar la vida del “ciudadano del mundo”, lo que para mí era y sigue siendo mucho más seductor.

Además, entendía bien que con este trabajo podría escribir lo que se me antojara ya que mis realidades apenas se cruzaban con la línea oficial de la cobertura mediática, tan propensa a la censura.  Así, asumí el cargo de editora de una revista femenina y me entregué por completo a este tipo de periodismo con cierto vacío informacional.

Y el vacío resultó bastante acogedor. Mi medio, con olores y aspectos agradables, ofrece soluciones pret-a-porter para ser o convertirse en una mujer que lo tiene todo. A lo mejor, Marie Claire es la revista lustrosa femenina menos empalagosa de Rusia, pero en comparación con sus ediciones en francés, inglés o alemán, la variante rusa resulta ligera como la brisa.

Casi al 100%  está libre de la política (sin contar la entrevista con Barack Obama antes de las elecciones presidenciales de 2008). Aunque durante mi trabajo para la revista, tuve que compartir unas historias relativamente “duras”, sacadas de mi gira al Cáucaso del Norte para escribir sobre las mujeres que trabajan para las organizaciones humanitarias allí o a la región de Chuvashia para hacer un artículo sobre las mujeres del gobierno local.

Pero aun así, no me importa que mi revista promueva una vida de consumo, dulce y despreocupada. Vendemos un sueño, una huida, una distracción temporal de esta punzante realidad. A lo mejor, las mujeres francesas o británicas no necesitan este tipo de distracción, pero las rusas sí. Incluso a pesar de que muy pocas lectoras nuestras pueden permitirse el lujo de comprar la ropa de moda que promovemos o ir de vacaciones a dónde aconsejamos, las demás siguen necesitadas de un impulso hacia el sueño, hacia ciertas metas y lista de deseos.

No miro la tele ni leo los periódicos, me entero de las noticias por Internet. Mi escapismo es un tipo de compromiso personal que me ayuda a vivir en la Rusia de hoy.

Me he convencido a mi misma que no todos tienen que ser luchadores por la verdad, y un artículo bien investigado y hecho con gracia, que trata de las relaciones amorosas es igual de importante que una profunda investigación política.

Al igual que la mayoría de mis colegas, viajo al extranjero una vez al mes, cambio el estado de mi perfil en Facebook de vez en cuando, a base de mis viajes espléndidos. De esa manera pretendo vivir en un país libre y abierto, justo como mis coetáneos del Occidente o incluso mejor, ya que la economía emergente ofrece oportunidades más amplias y profundas a la generación joven.

Pero cuando me entero de que mis colegas que se dedican a diferentes tipos de periodismo y no se permiten viajes con gastos pre-pagados a los SPA en las islas Maldivas, por poco son asesinados por lo que dicen o escriben, no quiero seguir viviendo en ese país. Y no obstante, todavía confío en el poder de la palabra escrita y en el impacto que produce, por lo menos en las conciencias.

También creo que para cambiar la situación necesitamos más periodistas como Oleg Kashin ahí afuera. Por desgracia, son muy pocos los que se atreverán a unírsele al ver qué le puede suceder a uno si cumple el oficio de reportero en Rusia.

Al mismo tiempo, siento una enorme admiración por el puñado de periodistas que han decidido por quedarse aquí.

*Svetlana Kolchik es directora adjunta de la edición rusa de la revista Marie Claire. Se graduó de la Universidad Estatal de Moscú, facultad de Periodismo, y la Universidad de Columbia, Escuela de Estudios Avanzados de Periodismo, colaboró para el diario Argumenti I Fakti en Moscú y el USA Today en Washington, con RussiaProfile.org, ediciones rusas de Vogue, Forbes y otras.

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