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La escasez de gasolina marcó el 2020 de los venezolanos

© Foto : Pixabay / SkitterphotoRepostaje de gasolina
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La gasolina era considerada por muchos venezolanos casi como un recurso renovable, por lo que pensar que algún día podría agotarse era absurdo para muchos. Desde un "déjalo así", cuando no había billetes de sencillo para pagarla, hasta mecánicos acostumbrados a lavar con ella sus herramientas, como si se tratara de agua.
En esa Venezuela, aparentemente rebosante de gasolina, creció la generación del 70, 80 y 90; pero tuvo que llegar el 2020, para que ese hábito cambiara.
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La estatal, que hasta 2015 fue la empresa más importante, activa y próspera de la nación, ha comenzado a ver su ocaso.
Las sanciones le impiden comprar repuestos, acceder a créditos y financiamiento de su deuda, contratar mantenimiento, y lo más importante: vender su petróleo y comprar aditivos para producir gasolina.
Aunque directamente la sanción no explica que PDVSA no podrá vender sus barriles de crudo ni comprar aditivos, prohíbe a las empresas de su país, y a cualquiera que use su sistema financiero, tener contratos con la estatal venezolana, y si lo hace, la amenaza del bloqueo de cuentas y otras medidas se cumplen.
​Pocas compañías y naciones están dispuestas a hacer molestar a Estados Unidos, especialmente las del sector petrolero que, desde la crisis de 1973, e incluso desde antes, con la firma de los Acuerdos de Bretton Woods en 1944, dependen del dólar para la comercialización de sus productos.

Batalla avisada

En 2017 empezaron las sanciones más duras contra PDVSA, y ya en ese momento se hablaba de cuánto durarían las reservas de gasolina, y de cómo podría afectar esto la producción.
Sin embargo, la gasolina aún no daba señales de que podría escasear, hasta 2019, cuando especialmente en las zonas fronterizas comenzaron las largas filas para abastecerse de combustible.
El Gobierno alegaba que lo que ocurría era producto de la situación en las fronteras con Brasil y Colombia, porque ambos países tenían el combustible a un precio hasta mil veces mayor del que ofrecía Venezuela y eso incentivaba el contrabando.

Sin gasolina

La escasez de gasolina se fue mudando cada vez más adentro, y dejó de ser solo en la frontera, para sentirse en otros estados aún lejanos de la capital.
La situación se mantuvo así hasta marzo de 2020, cuando casi por primera vez en su historia, si se excluye lo ocurrido en el año 2002-2003 con el paro petrolero, toda Venezuela se quedó sin gasolina.
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El Gobierno anunció que la distribución se haría solo para sectores prioritarios en el marco de la pandemia; pero al paso de un mes, incluso esos sectores vitales para la atención del COVID-19, como médicos, ambulancias, bomberos, policías, militares, pasaban hasta tres días en filas para echar al menos 20 litros de gasolina.
Las calles quedaron vacías, pero a la par se declaró estado de emergencia y una estricta cuarentena que redujo la movilidad de la población y por ende el consumo de gasolina.
Mientras el COVID-19 seguía generando alarmas en el mundo y se pedía a la población mantenerse en casa, los venezolanos nunca dejaron de hacer filas en las estaciones de servicio, a menos que estas estuvieran definitivamente cerradas.
El transporte de alimentos, carga pesada y transporte público también sufrió, pero en menor magnitud, porque la escasez y demanda de gasoil, el combustible que usan algunos de estos vehículos, nunca llegó a ser igual a la de gasolina.

Cuatro dólares por litro

Mientras en el resto del mundo el precio de la gasolina caía por la reducción de la demanda debido a la pandemia, en Venezuela ocurría lo contrario. Ante la escasez aparecieron los revendedores de gasolina que aprovecharon la situación para vender hasta en cuatro dólares un litro.
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Aumentar el combustible en Venezuela siempre fue un asunto delicado desde la rebelión civil y militar de 1989, cuando al entonces presidente Carlos Andrés Pérez (1989-1993) se le ocurrió alzar su precio.
A partir de ese momento, el valor de la gasolina en Venezuela siempre se mantuvo muy por debajo del promedio mundial, y con la llegada del presidente Hugo Chávez en 1999, y tras la devaluación de la moneda que se inició en el año 2000 y empeoró en 2015, esta pasó a distribuirse casi de forma gratuita.
En junio de 2020 la situación cambió: la escasez, el sobreprecio de los revendedores y la pandemia se convirtieron en aparentes aliados del Gobierno y el alza del precio de la gasolina de milésimas de dólar a 50 centavos de dólar ni siquiera generó sobresalto en la población.

Irán, el salvavidas

Irán fue el único país que en medio de la pandemia por COVID-19 se arriesgó a vender gasolina a Venezuela, y los primeros cinco buques incluyeron aditivos y repuestos para las refinerías del país.
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Desde ese momento, la nación persa se convirtió en aliada de Venezuela para el suministro de gasolina. En medio de tensión y amenazas de Estados Unidos, las embarcaciones llegaron y paliaron la crisis, especialmente en la capital, hasta septiembre, cuando el país volvió a un sistema de racionamientos por un mes, hasta que llegó un segundo envío.
El Gobierno anunció en noviembre que la estatal PDVSA está produciendo todo lo que se está consumiendo en el país y que incluso le está alcanzando para preparar una reserva, en caso de que una nueva situación de crisis vuelva a registrarse.
Hasta el momento, las autoridades mantienen el subsidio de 40 litros mensuales en algunas estaciones de servicio que ofrecen un precio inferior, pero a cambio de kilométricas filas, y el transporte público, por ahora, no paga la gasolina.
​A pesar de los llamados del Gobierno y de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) respecto a las sanciones de Estados Unidos y el efecto que han tenido en la nación caribeña en medio de la pandemia por COVID-19, la Casa Blanca, comandada por Donald Trump, se ha negado hasta el momento a retroceder siquiera un paso en sus medidas contra Venezuela. 
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