Vox, tercer partido del Congreso de Diputados en apoyo popular se empeñó en lanzar una moción de censura que sabía no obtendría los votos suficientes para desbancar del poder a socialistas y "podemitas", un gobierno de izquierda que cuenta en la cámara legislativa con el sostén indispensable de independentistas catalanes y vascos.
El objetivo del partido tachado por la izquierda de "extrema derecha" (4 millones de votos en las últimas elecciones) era poner en el brete a su rival más cercano, el Partido Popular de Pablo Casado, que durante años ha representado a todos los sectores del centroderecha español.
Derecha moderada contra "derechita cobarde"
Como en otros países europeos, la derecha española se divide en dos bandos rivales y difícilmente reconciliables: una derecha considerada moderada —"derechita cobarde" dice Vox— , un partido más radical que defiende postulados más duros y alejados del consenso tradicional entre conservadores y socialdemócratas en el Viejo Continente y, en el caso español, un partido centrista y liberal, "Ciudadanos". Esa división propició la formación de un gobierno de izquierda con apoyos externos que el fallecido líder socialista, Alfredo Pérez Rubalcaba, bautizó como "gobierno Frankenstein".
Trump contra Merkel, en España
La moción de censura al gobierno de izquierda se convirtió pues en una guerra "fratricida por el liderazgo cultural de la derecha española, una especie de duelo entre partidarios de Donald Trump contra democristianos tipo Angela Merkel, la canciller conservadora alemana que gobierna durante años en coalición con los socialistas el SPD.
Pablo Casado sentó las bases de un centroderecha alejado de radicalismos y defensor de la Transición posfranquista, la Constitución y la Monarquía parlamentaria. Vox no presenta un programa diferente, pero Abascal, el líder de la llamada extrema derecha española y antiguo, miembro del PP, necesita endurecer su discurso porque disputa a los "populares" el mismo caladero electoral.
De la guerra civil a la guerra cultural
Vox acusa al PSOE y Podemos de intentar revivir la división entre españoles que provocó la guerra civil de 1936-1939, y acusa al gobierno de haber perdido el voto obrero y tener que recurrir a la guerra de identidades —sexual, religiosa o cultural— para concitar el apoyo popular que les mantenga en el poder.
La ruptura brutal entre el principal partido del centroderecha y la derecha "dura" obliga también a los socialistas de Pedro Sánchez a variar su estrategia. Así, el presidente de gobierno español no tardó ni un minuto en proponer al Partido Popular una negociación para renovar instituciones como el principal órgano de los jueces (el Consejo General del Poder Judicial), la figura del defensor del Pueblo (Ombudsman) o la dirección de la televisión pública, la RTVE.
Oportunidad y advertencia para Pedro Sánchez
Sánchez había recibido desde la Unión Europea una advertencia sobre su pretensión de nombrar jueces afectos a su ideología. Por las mismas razones, Polonia y Hungría están sometidas a sanciones de Bruselas, que velan por la división de poderes y la independencia judicial en cada país miembro del "club de los 27". Por eso, su oferta de negociación con la derecha ha sido forzada por esa presión y no fruto de su buena disposición.
El Partido Popular sigue insistiendo: ninguna negociación será posible con los socialistas si en la mesa se sienta Pablo Iglesias. Pablo Casado ha tomado una clara decisión y se aleja de la derecha más radical, pero exigirá a Pedro Sánchez a hacer lo mismo con sus aliados de extrema izquierda.