En la casa, que data de 1947, pero que desde2000 se convirtió en un vivarium (área cerrada para criar animales), las boas, rescatadas de manos de traficantes de fauna animal, son parte de las 350 especies que habitan allí, entre serpientes, ranas, lagartijas, iguanas, tortugas y otros reptiles.
A causa de la pandemia, el Vivarium se mantiene cerrado desde marzo; a más de cerrarse las visitas del público se cancelaron actividades como exhibiciones educativas, lo que representa una merma de ingresos por alrededor de 40%, cuenta a Sputnik la directora ejecutiva del vivarium, María Elena Barragán.
Padrinazos anuales
No resulta extraño que personas quieran tener como ahijados a tigrillos bebé, cachorros de oso andino o a un cóndor que vuela por los picos de las cordilleras. Sin embargo, no es común que sientan afecto por los reptiles.
En busca de continuar cubriendo los gastos de los animales cuya supervivencia está en riesgo, el Vivarium mantiene un programa de padrinazgos, que consiste en una contribución anual de parte de personas que quieran aportar con los gastos de cuidado y alimentación de los animales.
Para mantener a cada uno de los ejemplares que ahora necesitan padrino se requieren unos 300 dólares anuales pues se trata de reptiles nativos de zonas cálidas y húmedas, que demandan cuidados especiales: ser rociadas con aspersores de agua dos veces al día, tomar sol para mantener el color, mantenerse en ambientes con humedad y temperaturas promedio de 37 grados centígrados, semejantes a su hábitat natural.
Por su aporte, los padrinos reciben una carta de agradecimiento, el diploma de padrinazgo, la foto del animal ahijado.
También son invitados una vez al año a realizar actividades especiales como acompañar al equipo técnico a realizar revisiones físicas a los ahijados.
Tráfico imparable
Pese a que en Ecuador el tráfico de animales es sancionado con penas de cárcel y multas, la actividad ilegal se desarrolla tanto dentro del país como hacia el extranjero.
Desde el momento en que son extraídos de su hábitat natural hasta llegar a manos de los traficantes, los animales sufren procesos de deterioro que pueden durar varios meses.
"A nuestras manos llegan animales débiles, maltratados, golpeados, con altos niveles de deshidratación y desnutrición, algunos llegan heridos por cortaduras con machetes", relata Barragán.
Intimidantes
Las boas constrictor, también conocidas como "matacaballo", son una de las especies más depredadas en las zonas húmedas de la Costa y Amazonía ecuatorianas.
Por su nombre y tamaño (puede llegar a medir hasta cuatro metros) son intimidantes; sin embargo, no son venenosas y raramente atacan a las personas.
Algo menos comen las otras serpientes a ser apadrinadas, aunque sus dietas van acompañadas de ratones que son criados en un laboratorio dentro del Vivarium.
Alimentar a las serpientes demanda unos 6.000 dólares mensuales. Pero hay apadrinamientos de lagartijas y ranas, cuya alimentación con frutas, vegetales y flores es menos cara: alrededor de 80 dólares anuales.
Solo sobreviden dos
En general, los animales que son arrebatados de su hábitat llegan al Vivarium deshidratados, desnutridos y heridos.
Apenas llegan, reptiles y anfibios entran en una etapa de cuarentena, que a veces se prolonga por más de un año hasta que empiezan a mostrar señales de recuperación.
Detrás de cada animal curado está el esfuerzo de biólogos, veterinarios especialistas en vida silvestre, profesionales itinerantes y personal propio del Vivarium.
Los tratamientos incluyen medicinas, análisis de laboratorio, radiografías, desparasitantes, que corren por cuenta de la institución.
"La satisfacción del día a día es tener animales sanos", dice Barragán.
Si bien el objetivo del Vivarium es devolver a las especies a su hábitat, hay animales que permanecen allí porque ya no podrían sobrevivir fuera de él. "De estos casos hay muchos", apunta Barragán.
Y mientras los animales continúan sus vidas en el Vivarium, ajenos a los problemas económicos de la entidad, la búsqueda de padrinos continúa sin tregua.