Coronavirus vs. Sputnik: cómo vivimos los periodistas los tiempos de emergencia | Vídeos

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La vida después del coronavirus definitivamente no será la misma. Nosotros, periodistas y otro personal editorial, tuvimos que 'pasar a la clandestinidad': trabajar a distancia.

Numerosas restricciones y prohibiciones que nos obstaculizan enormemente no solo el movimiento, sino también la transmisión de la información, nos obligaron a buscar, en estos tiempos difíciles, soluciones extraordinarias. Cómo salió o, más bien, cómo está saliendo del aprieto el consejo editorial de Sputnik Armenia se puede leer en este material muy sentido y personal.

​Todo comenzó en el primer día de la primavera, cuando surgieron noticias inquietantes sobre el primer caso confirmado de infección por coronavirus en el país. Los armenios, con su carácter despreocupado, bromeaban: vaya, si es una simple gripe, habíamos derrotado enemigos más fuertes. El peligro invisible se sintió realmente solo cuando el número de casos superó el medio centenar y las autoridades propusieron declarar de inmediato el estado de emergencia.

El tema se discutió más tiempo del que se necesita para elegir al Papa en el Vaticano: medio día en el Gobierno y otro medio en el Parlamento. Es decir, todos reconocieron la gravedad de la situación.

Cerraron instalaciones de entretenimiento, restringieron la entrada y salida del país y prohibieron los eventos públicos. Los infractores de cuarentena se enfrentarán a una responsabilidad penal, las enmiendas correspondientes al Código Penal ya han sido adoptadas. Además, los geles desinfectantes y las mascarillas sanitarias cuestan casi como un barril de petróleo. La gente está arrasando con el papel higiénico y los macarrones.

Y en cuanto a los medios, pues están algo limitados en sus acciones y solo pueden transmitir información oficial confirmada por el Centro de Vigilancia del cumplimiento del estado de emergencia.

Entre las pocas diversiones, nos queda el espacio virtual que se inundó con memes (felizmente es imposible prohibirnos que bromeemos) e historias divertidas del personal editorial que teletrabaja. En este caso, son gente de nuestra redacción de Sputnik.

Tuvimos que acostumbrarnos a un nuevo modo de vida sobre la marcha. Las rutinarias reuniones matutinas, las llamadas a los departamentos, los análisis de noticias, etc., se reemplazaron por un rito de purificación para aquellos pocos que, por diversas razones, no pueden trabajar desde casa.

© Sputnik / Sputnik ArmeniaLos periodistas de Sputnik Armenia siguen trabajando
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Los periodistas de Sputnik Armenia siguen trabajando

Cualquier persona que entra a la oficina se quita los guantes y la mascarilla, se lava las manos y las desinfecta con un gel antiséptico. En la mesa, al lado de los dulces de siempre, aparecieron atributos rituales: toallitas húmedas y antisépticos. ¡No te atrevas a tocar las galletas sin desinfectarte primero!

– ¡Lávate las manos!
– Ya me las he lavado.
– ¿Y por qué estabas sin mascarilla en la videoconferencia?
– "Es que yo... Lo que pasa..."

Estos son los diálogos que se oyen en la oficina.

Dos veces al día, todos los empleados limpian sus mesas, el equipo y las manijas de las puertas con toallitas antisépticas o alcohol. Además, realizan una ceremonia de desinfección encendiendo incienso —los creyentes lo consideran un antiséptico fuerte, los ateos simplemente se encogen de hombros y se tapan las narices— y articulando un conjuro antivirus.

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El equipo de rodaje tiene que ponerse las municiones apropiadas ya en el camino. Y aquí, de repente se pone en claro que no solo a las mujeres les importa que el atuendo siente bien. Los chicos son igual de caprichosos y exigen que el jefe les proporcione mascarillas brutales.

Después del reportaje, desde el acordonado monasterio de Echmiadzín, surgió un problema inesperado en forma de una madre. El disfraz no ayudó: una mujer reconoció a su hija periodista en un material publicado, a pesar del filtro borroso y demás trucos del fotógrafo y editor. Así que tuvimos que airear a la chica en la oficina durante ocho horas para que su madre le dejara entrar en casa.

Justo después de la introducción del régimen de emergencia se procedió a detectar a los menos resistentes al estrés. Fueron los que pronunciaban la frase "nos vamos a morir todos" como si fuera un pódcast tradicional de fin de semana.

Los alarmistas fueron enviados a casa, y los temerarios se quedaron trabajando desde la oficina. Y entonces comenzó lo peor: el teletrabajo o el bienvenido al infierno. Eso es decenas de chats donde docenas de personas en línea escriben mucho... y todas juntas.

Sin embargo, la redacción central está tratando de mantener las tradiciones y por la mañana delibera temas con aquellos que están en la oficina. Un ejemplo de conversación en el estudio de noticias sobre la recesión en la industria del sexo.

Jefe de redacción: —David, haz algo sobre las prostitutas.
Periodista Ashot: —¡Hay justicia en el mundo!
Jefe de redacción: —Jeanne, dale a David los contactos.
Periodista Jeanne: —¿Por qué yo? No los tengo.
Jefe de redacción: —David, ve a mirar si están paradas allí.
Periodista David: —Pararse en su negocio no es importante.
Jefe de redacción: —¿Pararse no es importante? Precisamente esto es lo más importante en su negocio.

De repente se oye una carcajada y luego el grito de una periodista. Nada especial, acaba de descubrir que alguien de las trincheras enemigas (teletrabajo) ha enviado la noticia que ella lleva 10 minutos redactando.

En el chat periodístico-editorial se enclava el mensaje un poco fuera de tema de que "Max penetró en la sala". Tranquilidad: la vida del periodista está fuera de peligro, simplemente se trata de un niño de un año y medio de edad que decidió hacer su aporte la vida tan aburrida del corresponsal que trabaja en condiciones inusuales del hogar. Y el mensaje, que parecía más bien como una señal de ayuda, quedó sin respuesta.

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Luego, en el chat de trabajo se infiltra inesperadamente la eterna tristeza de Georgia en forma de un enlace a la canción georgiana Tbilisó. La periodista, que, como todos sabían, proviene de la soleada Georgia, y que ha acosado sin cesar a todo el equipo con "en Tiflis todo es diferente", logra desplegar actividades de sabotaje incluso en línea (a propósito, ella es de los valientes, pero fue obligada al confinamiento porque tiene un bebé).

Pero no es todo. De repente, el editor jefe, agotado, se confunde y manda un "me vas a enloquecer ahora" en el chat bautizado Teletrabajo. La redacción se queda pasmada: "¿Será a mí?". Pero, acto seguido, en el mismo chat aparece el mensaje "Borra este maldito texto" y explota otra oleada de carcajadas.

Pero lo más bonito sucede cuando en el momento más intenso de trabajo (al mismo tiempo en que hay transmisiones en vivo del Parlamento, del Gobierno, de la rueda informativa del Ministro de Sanidad, y todos están escribiendo, redactando como locos) de repente en el chat aparece con la nota de "urgente" la noticia de que otra estrella de fútbol está infectada con coronavirus. Y se escucha: "Esto es lo que nos faltaba".

Enseguida un redactor de la radio envía en el chat común información que no es nada importante en este momento. Y con un sentimiento de unión atípico, los editores y los periodistas de ambas versiones lanzan: "Ojalá tuviéramos tus problemas".

Finalmente, juntamos todos los cabos, incluso el del jugador de fútbol. Los editores están discutiendo una nueva encuesta teniendo en cuenta la cuarentena: "¿Qué es lo que más le interesa ahora?". Y aquí viene el grito del alma de una periodista: "¿Cuándo por fin podré ir a una cita?". Todos se ríen y esta pregunta se incluye de inmediato en la lista. Por cierto, es muy popular entre nuestros lectores.

Parece que las pasiones se calmaron, pero de repente una de las periodistas cae víctima del pánico: sus dos amigas fueron puestas en cuarentena, mientras el editor le exige un material sobre la producción de geles desinfectantes. La única buena noticia es que en la fábrica le regalan varias cajas del producto.

– Es el mejor soborno de mi vida.
– Espero que sea el único.
– Y con olor a albaricoque.

¿Alguien quiere tomar café? Por respuesta se oyen gritos desgarradores desde el sector de multimedia. Hay que decir que en este departamento prevalece el género masculino que, vale la pena destacarlo, sigue los mensajes del Ministerio de Sanidad con una atención particular. Y el maligno Ministerio les asusta con estadísticas terribles de que los hombres mueren por el coronavirus con más frecuencia que las mujeres: hasta 2,5 veces.

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Por lo tanto, ahora los cámaras y fotógrafos se ponen en fila para obtener mascarillas y ya no se encaprichan con su color, aunque sea rosa con corazones verdes.

Todos estamos cansados. Trabajamos más de lo habitual, pero el espíritu creativo no cesa. Pensamos dónde captar la foto perfecta para la tradicional imagen del día que nos había conducido ya a tantos sitios: al metro, al epicentro de la epidemia de Echmiadzín, a la vivienda de un vagabundo, a las vías de ferrocarril. E incluso al club de estriptís. No fue fácil para los fotógrafos: mirar desde detrás de la mascarilla, tocar (solo para filmar) con los guantes puestos. Los chicos no fallaron, cumplieron con todas las reglas de higiene, aunque la tentación, desde luego, fue grande.

"Fue la mejor toma de mi vida", admite el fotógrafo. "Yo diría que la más… sensual", responde otro.

Patricia Lee Wynne, Jefa de redacción de Sputnik en Montevideo - Sputnik Mundo
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La energía ahorrada en el club sirvió para bailar. Sí, y no es un lapsus, ni tampoco tomamos el alcohol desinfectante. Además del coronavirus, en Armenia se vive una epidemia de flashmobs. Naturalmente, los periodistas más optimistas no podían mantenerse al margen. No les costó nada hacer y filmar un baile estupendo. El ensayo fue ruidoso y divertido.

Fue muy difícil cumplir con las reglas de emergencia. Pero esta experiencia puso una vez más de manifiesto que en situaciones de contratiempo, la redacción se vuelve más disciplinada y positiva.

Nuestra joven empleada, amante del estilo "la vida es dolor" y bonitas escenas histéricas, puede estar en desacuerdo con esto. En el momento más tenso, cuando el estado de emergencia se endureció en el país, ella estalló en llantos, y toda la sala de redacción (de los que trabajaban en la oficina), se apresuró a tranquilizarla, aunque, a decir verdad, no habíamos entendido cuál era el problema.

En cuanto a la disciplina, un coordinador, que a menudo olvida incluir algo muy importante en los anuncios de materiales, podría estar en desacuerdo. Pero en cuanto al rendimiento, es indiscutible. La radio está transmitiendo de forma habitual. En la sala multimedia, incluso a altas horas de la noche, bajo la sirena de la Policía instando a todos a irse a casa, alguien monta, corta, cuelga en la base, y siempre hay un grupo de guardia en el estudio de noticias junto con el editor en jefe. Después de todo, nuestro primer ministro es un gran fanático de las transmisiones nocturnas en vivo.

Lo más difícil para nosotros es tener información y no compartirla, ya que cae bajo la prohibición en situaciones de emergencia. Pero también encontramos una manera de salir de esto. Ya les contaremos cuál es más adelante.

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