México: un día después de la guerra…

© REUTERS / Edgard GarridoExcavadores derruyen una casa devastada por el terremoto del 19 de septiembre en Jojutla de Juárez, México
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México parece, hoy como ayer, el día después de la guerra, si después de la guerra existe un día. Esta ciudad no ha dormido ni dormirá en mucho tiempo.

Los sonidos de las palas, las voces, el ajetreo de los que sacan escombros, las sirenas de ambulancias, los altoparlantes que anuncian riesgos o vidas…todo continúa. Cuando dejen de hacer rescates y todo vuelva a la calma, México seguirá sin dormir creyendo que aun tiembla.

Yo aún tiemblo y sigo sin dormir, la alteración del día se agolpa en la noche, las imágenes del terror magnitud 7.1 se revelan todas al oscurecer. La tensión —ya no el café— me mantiene despierta. Escribo en casa porque hay electricidad e internet. Las redes sociales comparten información de sitios donde se necesita ayuda, donde hace falta no solo mover piedras, sino empacar agua y guantes, vendar heridos, salvar.

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Me comunico con un amigo bombero que está en Canadá, para que me guíe: voy a salir, está nublado afuera, parece que lloverá hoy, ¿eso implica riesgos de más derrumbes?

"Sí, siempre habrá riesgo de colapso. La lluvia puede ser un factor que desencadene el derrumbe de alguna estructura semicolapsada. Sólo ten mucho cuidado y afina los oídos. No entres en las estructuras ya colapsadas o con peligro. La máxima de los rescatistas es salvar sin poner en peligro su vida. No es lógico que por salvar haya otro muerto.

Ahora bien, y esto es una realidad cruda y sin sal: La lluvia puede ahogar a algún sobreviviente que esté entre los escombros. No quiero que te desanimes con esto ni que te desesperes. Son los riesgos reales. Estás en un escenario catastrófico y si bien puedes encontrar escenas bellas del rescate de una persona, la alegría, la risa, la esperanza y las lágrimas, también vas a encontrar ese escenario triste de pérdida de alguien que se pudo haber salvado. Son las encrucijadas de la vida".

Los hombres sí lloran

No sé quién fue el primero en decir que los hombres no lloran. Quien lo dijo debió ser el primer gran mentiroso del mundo. En las calles de México yo he visto cómo lloran, de alegría cuando aparece alguien vivo, o de tristeza cuando la persona ya murió.

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Hay lágrimas de todos, sean familiares o no de los que quedaron sepultados o de los que murieron. Sin embargo, se limpian la cara y vuelven a poner el cuerpo, porque no hay mucho tiempo para llorar. El duelo debe hacerse al final.

Yo le comento a mi amigo bombero, minutos antes de irme de casa, que no sé cómo no he vuelto a colapsar y llorar tan desgarradoramente como el primer día.

"Sabes —me dijo— aunque nunca recibas ningún tipo de formación, siempre te preguntas cuánto resistirías ante una situación límite, sobre todo cuando las ves en los documentales o filmes, y cuando te toca, te sorprenderías de ver cuánto eres capaz de aguantar".

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"De hecho, recuerdo que a pesar de haber tenido una buena preparación psicológica, una vez durante un derrumbe allá en Matanzas debajo de un ciclón, tuve la oportunidad de sacar a una niña y créeme que cuando la vi bien, mis lágrimas salieron como ríos. Mi jefe de compañía que era un bombero curtido en incendios, y todo tipo de catástrofes me dijo: tranquilo, yo aún lloro cuando salvo a alguien", me cuenta ahora.

Solidaridad, ley de vida

Los mexicanos están volcados a las calles, no han dormido, hay muchos que tienen sus nervios al colapsar, pero no se permiten descansos largos. Se recuperan solo unas horas y vuelven a meterse en las zonas de miedo, en el centro mismo del desastre.

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Hay profesionales que se han anunciado en redes sociales para brindar sus servicios sin ganar un centavo: arquitectos que pueden evaluar grietas y daños en edificios, médicos que se reúnen para irse a curar… Funerarias y hospitales privados que se duelen de ver tanto dolor, y no cobran.

México es un país de rescatistas ahora mismo, de sobrevivientes que no descansan ni duermen, porque quieren buscar más sobrevida. El cansancio solo se refleja en los rostros, pero los brazos continúan moviendo escombros. México ahora mismo no se verá muy lindo, pero definitivamente está siendo muy querido.

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