La Administración Trump podría imponer altos aranceles a las importaciones del gigante asiático por supuesta violación de los derechos de propiedad intelectual, pero esto significará un golpe de proporciones épicas, afirma Stephen S. Roach, expresidente de Morgan Stanley Asia.
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El analista aconseja no olvidarse de la reciprocidad cuando se trata de asuntos comerciales y conflictos, en este caso, el Ministerio de Comercio de China respondió al envite de Trump prometiendo que "tomaría todas las medidas apropiadas para resguardar resueltamente sus legítimos derechos". Ante esto, Roach destaca tres consecuencias económicas:
En primer lugar, la imposición de aranceles a las importaciones chinas equivale a una subida de los impuestos a los consumidores estadounidenses. Al desviar la demanda china a otros productores, el costo de los productos importados se elevaría notoriamente, ya que el costo laboral de los productores chinos es cinco veces menor que el de otros productores extranjeros.
En tercer lugar, existe un desajuste en el crecimiento de la demanda interna de Estados Unidos todavía deprimido, donde las empresas estadounidenses necesitan depender más de la demanda externa. Según Roach, la Administración de Trump parece pasar por alto este hecho, puesto que amenaza con sanciones comerciales no solo contra el gigante asiático, sino también contra otros grandes mercados de exportación, como Canadá y México. Lo que, siguiendo la ley de reciprocidad comercial mencionada al principio, haría que la respuesta hacia Trump se volviera como un bumerán en su contra.
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En definitiva, el fomento de políticas que alienten a una economía a desperdiciar su ahorro y a vivir más allá de sus posibilidades hace que los déficits comerciales sean un hecho. EEUU no tiene la carta del triunfo en su relación económica con China. La Administración Trump ciertamente puede presionar al país asiático, y, en cierto sentido, puede que tenga buenas razones para hacerlo, pero otras cuestiones más profundas acerca de las consecuencias de tal presión han sido prácticamente ignoradas. Ser duro con China e ignorar esas consecuencias podría ser un error de proporciones épicas, concluye Roach.
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