Brasil, la virtud está en el punto medio

Síguenos en
El pasado martes el símbolo de la nueva Brasil habló e hizo temblar a los 142 millones de votantes de la mayor democracia de Latinoamérica.

Rodeado de banderas rojas, aclamado como un superhéroe, el expresidente Luiz Inácio Lula da Silva pronunció el más esperado discurso de campaña de todas las elecciones.  Lula lo sabía, estaba en casa. Aquellos que coreaban su nombre eran sus paisanos de Pernambuco, uno de los principales estados del pobre Nordeste brasileño y semillero de votos del Partido de los Trabajadores (PT). El mismo estado que, cuando apenas era un niño, Lula da Silva tuvo que dejar junto a su familia en busca de una vida mejor en la industriosa y gigante ciudad de Sao Paulo.

Sin embargo, Lula no volvió con la tranquilidad de quien se sabe amado en su tierra, sino con la misión de reconquistar un territorio rebelde. Tras el trágico fallecimiento del exgobernador de Pernambuco, Eduardo Campos, el pasado 13 de agosto en un accidente de avión, los pernambucanos se volcaron en un sentido homenaje que tuvo su plasmación con una votación masiva en favor del Partido Socialista de Brasil (PSB) en la primera vuelta de las presidenciales. Estos ciudadanos no votaron por la sustituta e indefinida Marina Silva, sino que votaron a la memoria de su querido exgobernador, muerto en unas circunstancias trágicas, cuando muchos lo daban por favorito en la carrera al Palacio de la Alvorada.

Como una mancha en el orgullo de Lula, el punto azul que representaba los votos por el PSB en el mar rojo del PT en el Nordeste, tenía que ser erradicado a toda costa. Ya no se trataba de votar en homenaje a la figura del que fue un buen gobernador, se trataba de reconocer a quien tras 12 años en Brasilia ha conseguido poner a Pernambuco en el mapa de Brasil. Solo esa circunstancia podría explicar por qué Lula utilizó un discurso como el de aquella tarde del martes.

"¿Dónde estaba el candidato (Néves) cuando Dilma con 20 años ponía en peligro su vida por la libertad en este país?", se preguntaba Lula mientras era aplaudido por la masa. "¿Estaba aprendiendo a ser grosero y maleducado?", añadió el expresidente para lanzar su definitivo ataque al Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB): "El Nordeste vio las injusticias contra nosotros, nos están agrediendo como los nazis en la Segunda Guerra Mundial".

Pero el brutal ataque de Lula no iba dirigido al actual candidato del PSDB, Aécio Neves, como muchos han intentado ver. En esta ocasión, el que fuera uno de los mayores líderes sindicales del país se estaba refiriendo a un viejo rival, el expresidente Fernando Henrique Cardoso. Era la respuesta, casi la venganza, que Lula lanzaba sobre el que fuera su rival en las elecciones de 2006. En aquella ocasión, Cardoso comparó la táctica del líder del PT con la del que fuera ministro de Propaganda nazi Joseph Goebbels."No se cansan de repetir mentiras. Es la vieja táctica de los nazis: mentir, mentir y mentir hasta que cuele. Y coló, porque hasta Adolf Hitler fue elegido", declaraba hace exactamente ocho años el expresidente Cardoso envuelto también en el fervor de su público, en este caso 1.300 empresarios reunidos en Sao Paulo.

Como si fuera una metáfora perfecta, la situación y las palabras que han llenado de indignación a los medios brasileños se repiten. Solamente se han cambiado los papeles entre los actores de una misma pieza teatral. Hoy es Lula quien castiga y acusa de nazismo al PSDB en favor de su sucesora Dilma Rousseff. Por su parte, Fernando Henrique Cardoso continúa demonizando al PT y al Nordeste pobre, al que llama de "ignorante", mientras intenta colocar a su protegido, Aécio Neves, como próximo presidente de la República de Brasil.

Puede que a muchos les haya sorprendido el discurso del expresidente Lula. Sin embargo, la batalla es vieja y las armas, así como los aliados del PSDB y el PT, son por todos conocidas. Esta misma semana, la encuesta de Datafolha confirmaba que para el 57% de los votantes el PT era el partido de los pobres y el PSDB el de los ricos. El Brasil dividido, el del mapa rojo y azul, continúa vivo y los discursos de sus políticos son muestra de ello. Una situación que llena páginas en los periódicos pero que agota a la gente de la calle que, en su mayoría, solo busca un futuro mejor.

Sin embargo, una luz alumbra al final del camino. Por primera vez el 56% de la población no pertenecerá a las clases altas "A" y "B", afines al PSDB, ni a las clases bajas "D" y "E", afines al PT. La mayoría de los votantes serán en estas elecciones la nueva clase media, la clase "C", la que surgió gracias a las mejoras sociales de los 12 años de gobiernos del PT pero que no siente compromiso ideológico alguno. Así lo confirmó esta misma semana el Instituto Popular señaló en un estudio que en un 89% esta nueva clase social cree que fueron ellos mismos quienes consiguieron su bienestar.

Esta clase media exigente, que ha entrado en la economía de consumo y se ha acostumbrado a pagar impuestos, es la misma que salió a las calles en junio de 2013 a buscar mejoras en los servicios públicos. Será ese 21% de votantes, que concentra ese casi 9% de votos indecisos, los que decidan por qué lado caerá una balanza que está en estos momentos más igualada que nunca.

El margen del 4% entre Rousseff con el 52% y Neves con el 48% ya tiene sus extremos cubiertos. Tras criticar a Dilma durante meses, desengañarse con Marina Silva y no acabar de contentarse con Aécio Neves, estos brasileños que se sienten más ciudadanos que nunca tiene que hablar alto y tomar una decisión. Ahora, por primera vez en la historia la clase media decidirá el futuro de Brasil.

LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE RIA NOVOSTI

Lo último
0
Para participar en la conversación,
inicie sesión o regístrese.
loader
Chats
Заголовок открываемого материала