Cuando la popularidad de Rusia y de su Presidente crecen; cuando se han logrado acuerdos internacionales entre numerosos países, de carácter financiero, económico, político y comercial fuera del dominio o el control de esa globalización en inglés; cuando el repudio internacional es cada vez mayor contra uno de los principales aliados de los Estados Unidos está cometiendo actos genocidas en Gaza; cuando los cálculos en Ucrania les han salido mal al apoyar a extremistas nazis, lo que ha provocado un cáos tal que una parte considerable de la población quiera volver a pertenecer a Rusia; cuando todo les está saliendo al revés de lo previsto, como en Irak, Libia, Afganistán y otros lugares del mundo en que incursionan para “salvar” no se sabe qué, y lo que dejan son cementerios y perfectos manicomios, como bien señala Eduardo Galeano; cuando dos potencias mundiales, China y Rusia, se han unido como nunca antes en la historia de estos dos países para enfrentarse a ese mundo unipolar que intentan imponer, y que ya encuentra fuertes oponentes en los círculos más elevados de la potencia mundial. Cuando todo esto y mucho más ocurre se produce este hecho lamentable y condenable al que procuran darle tan nefastas como absurdas interpretaciones con el fin de obtener beneficios geopoliticos.
Nadie, absolutamente nadie, va a hacer algo que le perjudique y nadie, absolutamente nadie, va a desaprovechar las oportunidades que se presenten para tratar de revertir, aunque sea en algo, un proceso que le es adverso. ¿Fue un accidente o un error involuntario el derribo de ese avión que aún se ignora por qué razón voló en una zona de guerra? ¿O fue un acto deliberado para favorecer a unos y perjudicar a otros? Esperamos la respuesta.