El gran día de la economía colaborativa

© Foto : Adrián SánchezRachel Botsman
Rachel Botsman - Sputnik Mundo
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“La crisis ha sido la auténtica aceleradora de la economía colaborativa”, sentencia Rachel Botsman, coautora de “Lo mío es tuyo”, el libro que captó por primera vez esta tendencia que lleva cociéndose una larga década.

Todo empezó con el intercambio de casas. Y de ahí al coche compartido y a la bici compartida. Y a las redes de trueque, y a los bancos de tiempo, y al “crowdfunding” (financiación colectiva). Y por su supuesto al “coworking” (espacios compartidos de trabajo), a los préstamos P2P (entre particulares) o al “foodsharing” contra el despilfarro alimentario.

Aunque la verdadera explosión empezó realmente con el “share” de las redes sociales, que han trasplantado en poco tiempo a la vida real el sano hábito de “compartir”, proscrito durante el fragor del capitalismo en su versión más rampante.

“La crisis ha sido la auténtica aceleradora de la economía colaborativa”, sentencia Rachel Botsman, coautora de “Lo mío es tuyo”, el libro que captó por primera vez esta tendencia que lleva cociéndose una larga década y que el 17 de julio converge en el iCollDay (el Día Internacional de la Colaboración).

“La gente ha decidido conectar en la vida real y buscar una manera de ahorrar dinero y conseguir al mismo tiempo unos ingresos extra”, sostiene Botsman. “La tecnología ha salido al encuentro de una necesidad apremiante: estamos asistiendo a un profundo cambio socioeconómico, con ramificaciones que van a afectar al modo de producción y al empoderamiento de las comunidades”.

La punta de lanza hay que buscarla en Estados Unidos (con la comunidad de Shareable), Francia (OuiShare) y Reino Unido (The People Who Share). Pero lo cierto es que la tendencia ha disparado por igual en países más o menos afectados por la crisis, y España se ha convertido en concreto en otro de los puntales (gracias sobre todo a la labor Albert Cañigueral con www.cosumocolaborativo.com).

En un abrir y cerrar de ojos, Airbnb se ha convertido en la mayor plataforma para alquiler de casas entre particulares en todo el mundo. Uber y BlaBlaCar han redefinido el uso del coche (Social Car abrió también brecha en España). Y Taskrabbit o Etece se han fraguado en algo así como eBay de las obras a domicilio. Goteo ha ensanchado también en España el horizonte del “crowfunding” y los espacios de “coworking” están barriendo del mapa a las anquilosadas oficinas.

“Para nuestra generación, compartir casa o coche es algo ya de lo más normal”, sostiene Antonin Léonard, de 28 años, cofundador de OuiShare. “Y lo mismo a la hora de compartir un espacio o una idea. Las jerarquías están cayendo por su propio peso y estamos habituándonos a trabajar en red, y a llevar ese modelo a la economía”.

“La confianza es la nueva moneda de cuño”, sostiene Léonard. “Una economía sin confianza no funciona y sinceramente estamos asistiendo a una crisis general de confianza en el sistema. Nosotros estamos intentando volver a poner ese ingrediente en el plato”.

Hasta hace poco, la economía colaborativa crecía en los márgenes de la carretera, pero ahora que ha irrumpido a todo tren en nuestra vida diaria es cada vez más tentador subirse a ella. Las protestas de taxistas y hoteleros son al fin y al cabo manifestaciones del choque entre la vieja y la nueva economía, y un anticipo de la “disrupción tecnológica” que afectará a todos los sectores (de la educación a las finanzas).

Según Benita Matofska, impulsora del movimiento en Gran Bretaña con The People Who Share, la economía colaborativa mueve ya el equivalente a 370.000 millones de euros en el mundo. Tan sólo en Gran Bretaña, se calcula que genera en torno a 27.000 millones de euros y que podría llegar al 15% del Producto Interior Bruto de aquí al 2020.

“Compartir es la repuesta más simple a los grandes problemas que tenemos”, sostiene Benita Matofska. “La necesidad es siempre la madre de la innovación, y en tiempos difíciles es cuando la gente busca soluciones y crea alternativas. Estamos asistiendo no ya a un cambio económico, sino a un cambio cultural y social propiciado por las nuevas tecnologías e impulsado por la gente de carne y hueso. Esto ya no hay quien lo pare”.

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