Occidente revisa su postura sobre Siria

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Tanto el encuentro del presidente de EEUU con el primer ministro británico (13 de mayo), como la información sobre la próxima visita a Rusia del secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, evidencian que Washington, Moscú y Londres decidieron actuar conjuntamente para poner fin a la guerra en Siria.

Tanto el encuentro del presidente de EEUU con el primer ministro británico (13 de mayo), como la información sobre la próxima visita a Rusia del secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, evidencian que Washington, Moscú y Londres decidieron actuar conjuntamente para poner fin a la guerra en Siria.

Es difícil prever los resultados de tal decisión pero es la intención la que importa: Estados Unidos y Gran Bretaña cambiaron radicalmente su postura con respecto al conflicto sirio. Aunque siguen condenando al régimen de Bashar al Asad, están dispuestos a dar pasos para impedir que la oposición siria, en su estado actual, llegue al poder.

La media vuelta

En cuanto a la visita de Ban Ki-moon, las consultas se centrarán  en torno a la próxima conferencia internacional sobre Siria, que se celebrará a final de mes en Ginebra a propuesta de Estados Unidos y Rusia. Esta iniciativa fue promovida durante la reunión del secretario de Estado estadounidense, John Kerry, y el ministro ruso de Exteriores, Serguéi Lavrov, que propusieron el pasado 7 de mayo una conferencia sobre Siria en la que participarían tanto miembros del Gobierno como de la oposición armada del país.

La ONU, lógicamente, da la bienvenida a la misma ya que encaja con los objetivos planteados en Ginebra en junio pasado por el Grupo de Acción para Siria, en el que participan China, Rusia, EEUU, Francia, Reino Unido, Turquía, la Liga Árabe, la ONU y la Unión Europea. En aquella ocasión los miembros permanentes del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas y las naciones árabes perfilaron un plan que contempla un gobierno de transición que incluye tanto a miembros del Gobierno de Asad como de la oposición.

Sin embargo, Washington y Londres, al igual que muchos otros, hasta ahora han hecho caso omiso a las decisiones de la conferencia de Ginebra de 2012, exigiendo la dimisión de Asad sin más. Pero de repente la situación ha cambiado. Aunque poco se sabe sobre los resultados de las conversaciones de Obama y Cameron con respecto a Siria, se dijo que Rusia "está interesada" en ayudar al Occidente a buscar solución a la crisis en el país árabe.

No cabe duda de que es consecuencia de la reciente visita del primer ministro británico a Sochi, donde el pasado 10 de mayo se reunió con Vladimir Putin para hablar sobre Siria. Durante el vuelo a Washington David Cameron aseguró a los periodistas que intentaría convencer a Obama tomar en serio las iniciativas rusas.

Esto era impensable tan sólo hace un mes. Está claro que algo ha cambiado y sería importante analizar porqué las iniciativas del Kremlin, las mismas que hace dos años y las promovidas en Ginebra en 2012, siempre criticadas por Occidente, ahora le parecen admisibles.

No es fácil, ya que públicamente la oposición siria tantas veces se ha calificado, y sigue declarándose así, como 'democrática', mientras el régimen de Bashar al Asad ha sido tachado tantas veces de 'sangriento', que ahora a Occidente cuesta reconocer que le interesa que el actual presidente sirio se mantenga en el poder cuánto más mejor.

La oposición siria muestra su verdadera cara

Hay varias razones para este 'cambio de rumbo' de los socios atlánticos de Moscú. Una de las más evidentes es que el régimen sirio, aunque a sangre y fuego, se mantiene en pie e incluso, según algunos expertos, ahora cuenta con una ventaja militar sobre la oposición.

Otra razón, también obvia, es la situación en la Libia post-Gadafi. En EEUU no dejan de discutir el escándalo vinculado a lo ocurrido en este país norteafricano: primero Occidente ayudó a la oposición libia, casi la misma que en Siria, derrocar al 'dictador', luego, el 11 de septiembre, estos opositores asesinaron al embajador estadounidense en Bengasi.

Esta historia inevitablemente hace pensar en lo similar de la situación en Libia entonces y en Siria ahora. Tanto que incluso aunque Moscú y Pekín no tuvieran una postura firme sobre Siria, que se basa en impedir la utilización de las Naciones Unidas y del Consejo de Seguridad para intervenir en los asuntos internos del país árabe, Occidente difícilmente cometería el mismo error.

Pero la razón principal es que durante los meses que dura la Guerra civil en Siria la oposición se dejó conocer. Hace poco la revista estadounidense Foreign Affairs publicó un curioso material sobre la reacción de los yihadistas de diferentes países ante el atentado durante el Maratón de Boston. Resulta que apenas le dieron importancia ocupados con los "avances de los combatientes de Al Qaeda y Jabat al Nusra en Siria", donde en algunas zonas, como Aleppo o Raqa, ya están creando sus gobiernos provisionales.

El autor del artículo dice abiertamente: dejemos de ayudar a los yihadistas que conquistan un país árabe tras otro. Es hora de crear una oposición siria más "dócil", porque si no, habrá otro Bengasi. Y esta visión coincide plenamente con la postura del Kremlin, que no quiere a yihadistas en Damasco.

También está claro en que se convertirá el país si el régimen de Bashar Asad se derrumba. Por eso una conferencia que contempla la participación de la delegación oficial de Damasco es un paso muy prudente.

Especialmente teniendo en cuenta la amenaza de extensión del enfrentamiento sirio fuera de sus fronteras. El primer ministro turco, Recep Tayyip Erdogan, que llegó a Washington el mismo día que Cameron, está descontento porque Obama no apoya como antes el derrocamiento de Asad. La indignación de Erdogan es consecuencia de una serie de explosiones en la localidad turca de Reyhanli, fronteriza con Siria, y que, de hecho, es una base de la oposición del país árabe. Un episodio muy extraño que huele a provocación, al igual que las reiteradas denuncias de los opositores sobre el uso de armas químicas por Damasco…

También está Israel, que podría verse involucrado en una gran guerra regional que Occidente será incapaz de controlar.

Está claro que la conferencia internacional sobre Siria no solucionará de inmediato todos los problemas en torno al conflicto. También resulta claro que la parte más extremista de la oposición no aceptará sentarse a la mesa de las negociaciones. Pero, en cambio, se podrá iniciar el proceso de consolidación de una oposición más proclive a Occidente y apoyarla ya en serio, también suministrándole armas. Por cierto, esto lo podría hacer tanto Occidente como Rusia.

LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE RIA NOVOSTI

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