Vincent van Gogh, un pintor que liberó al arte

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Vincent van Gogh nacido hace 160 años es un raro ejemplo de una pasión por crear tan intensa que acabó con una época de la historia de la humanidad y dio vida a otra completamente nueva.

Vincent van Gogh nacido hace 160 años es un raro ejemplo de una pasión por crear tan intensa que acabó con una época de la historia de la humanidad y dio vida a otra completamente nueva.

Mientras sigamos viviendo en esta nueva época, seguirá habiendo debates sobre el pintor. Es verdad que fue una persona más que excéntrica. Pero así son los genios y, si queremos gozar de verdaderas obras de arte, hemos de aprender a no molestar ni juzgar a sus creadores.

Un arte que no llega al público

Paul Cézanne, Paul Gauguin y Vincent van Gogh aparecieron en un momento en el que todo parecía ya decidido, el siglo XIX había producido un nuevo tipo de pintura bautizado impresionismo. Algunas tendencias muy parecidas empezaron a surgir en la literatura y la música.

El rostro del siglo XX se le antojaba al mundo diferente, pero dotado de un cierto encanto… De repente irrumpieron en la vida los tres genios, cual tres avisos de que el impresionismo ya formaba parte del pasado y de que el futuro deparaba sorpresas.

Lo que une a los tres pintores es su condición de no profesionales. Los tres empezaron como aficionados y se les siguió considerando como tales el resto de sus días. Se diría incluso que sus obras eran vistas como lienzos creados por dementes. Ninguno de los tres disfrutó en vida de la admiración del público ni recibió ningún ingreso por su trabajo. Así, cualquiera de las obras de van Gogh, cuyo valor ha superado los 100 millones de dólares, podría haber bastado para mantenerle durante toda su vida.

Los tres fueron precursores de la pintura del siglo XX y también del XXI, pero no fueron conscientes de ello. Estos tres hombres que retaron la actitud meramente comercial hacia el arte, crearon un nuevo perfil del mercado, uno que mueve cantidades desorbitadas de dinero y es impredecible hasta el punto de volverse fácil de predecir.

Lo primero que hicieron fue demostrar que el gran arte ha de quedar incomprensible para los contemporáneos. Su obra, al igual que la de los mejores pintores del siglo XX, tampoco es comprendida del todo hoy. Y lo segundo que pusieron de manifiesto es que si uno es capaz de descubrir al genio en un pintor a ser posible muerto en su pobreza puede hacerse de oro.

Van Gogh fue, dicho sea de paso, el más pobre de los tres. Pero Cézanne y Gauguin no vivieron de la pintura, sino que gastaron las herencias recibidas. Cézanne disfrutó de fama en los últimos cinco años de vida, pero sólo por haber vivido muchos años y poder presenciar incluso el nacimiento del siglo XX.

Un hombre con la oreja cortada

Sobre estos pintores, en especial Van Gogh, se ha escrito una cantidad ingente de tomos, ensayos, estudios e introducciones a álbumes. Pero siempre se puede decir algo más, no por haber cambiado los clásicos sino por ser diferente su público.

Hace algunos días, me topé con un maravilloso ensayo titulado 'El período de Arles de la historia universal'. Recordemos que Arles es la localidad francesa, donde Van Gogh trabajó junto con otros pintores y donde creó la mayor parte de sus obras. El autor, Maxim Kantor, se ha revelado en varias ocasiones como un novelista brillante que tiene qué decir precisamente sobre la pintura.

Rinde honores a Van Gogh y destruye a los impresionistas. Su razonamiento es más o menos el siguiente: Arles fue para el pintor el lugar del renacimiento de la civilización, del surgimiento de un arte completamente nuevo y gratuito, porque el mercado mataba al arte. Y también era lugar del nacimiento de un nuevo mundo en vez del antiguo, una especie de comuna de París, donde los creadores de un arte fresco e inspirado en la naturaleza ofrecerían su visión del mundo al hombre nuevo.

Recuerdo de mis años de colegio que no se podía decir ni una palabra en contra de los genios reconocidos, porque tenían que servir de ejemplo en todos los aspectos. Me da la sensación de que la tendencia sigue en pie, pero es absolutamente errónea. La genialidad es un trastorno y la principal lección que se saca de la vida de un genio es que la gente común y corriente ha de aprender, como mínimo, a tolerarle.

Vincent van Gogh es un ejemplar extremo de la genialidad que rayaba en la demencia. Es difícil saber cuál fue el motivo de su locura, la absenta que tanto le gustaba pero que se producía en aquellos momentos con una técnica peligrosa para la salud humana o el hecho de haber sido un niño “problemático”. El caso es que su oreja acabó cortada, tuvo un altercado con su amigo Gauguin, pasó un período en el manicomio finalmente optó por el suicidio. Los maravillosos lienzos eran obra de un demente.

Por otra parte, una persona normal no podría haber trabajado a este ritmo. Van Gogh vivió 37 años, a los 17 empezó a trabajar como marchante de arte, pero sólo empezó a pintar a los 27, es decir, unos 10 años antes de su muerte. Estudió pintura únicamente 4 años antes de morir, al mudarse a París. Se instaló en Arles en 1888 y en 1890 se disparó en el pecho con un revólver.

Maxim Kantor cita un dato impresionante, en el plazo de un año van Gogh pintó cerca de 190 lienzos, sin contar los dibujos. Todas sus obras eran verdaderas joyas. Creaba el promedio de un cuadro al día, sabiendo plasmar en un pequeño detalle un mundo entero. A modo de comparación, a Cézanne le llevó varios años pintar algunos de sus cuadros. Eso es ser un genio. Y que nadie intente repetirlo, porque fracasará.

Un siglo cruel, una gente cruel

Pero volvamos al inicio de nuestra reflexión, ¿qué es lo que nos hace considerar a van Gogh un genio, por muy demente que estuviera? Las personalidades creativas suelen ofrecer al público una visión distinta del mundo, le obligan a volver a plantearse el sentido de la vida. ¿Qué mérito tendrá van Gogh?

En primer lugar, fue un rebelde, alguien que fue contra su época, es decir, la Europa del siglo XIX que era, según todo indica, terrible. En realidad, la vida nunca fue fácil, pero el siglo XIX generaba unas sensaciones de lo más sombrías, como las que empujaron al pintor a crear ‘Los comedores de patatas’. Y la manera de sentirse libre de ello fue otra percepción del mundo que se plasmó en la espléndida y soberbia ‘Noche de estrellas’ y los campos de trigo de Arles. Nunca nadie ha visto el mundo con estos ojos.

Porque el siglo XIX empezó con las masacres de las guerras napoleónicas, más tarde dio vida a las hordas de sangrientos revolucionarios y de idealistas que confiaban en que la salvación vendría de la  mano del progreso técnico, igual que los viajes a la Luna… Y luego vino el siglo XX en el que se intentó en serio poner en práctica las ideas del siglo anterior, instaurar el modelo de una vida feliz a nivel nacional que disponía de campos de concentración por si acaso.

De esta forma, Vincent van Gogh, hijo de una aburrida y provinciana Holanda, incapaz de vivir en paz con el mundo, fundador de la “comuna de Arles” se convierte en contemporáneo nuestro, porque perseguimos el mismo espejismo, buscando olvidarnos de los horrores del siglo anterior.

LA OPINION DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE RIA NOVOSTI

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