Depardieu y la nueva cara de Rusia

© RIA Novosti . Yulia Chestnova / Acceder al contenido multimediaGérard Depardieu se empadronó en la ciudad rusa de Saransk
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El célebre actor francés y desde hace poco ciudadano ruso Gérard Depardieu es como un hueso atravesado en la garganta de los intelectuales liberales rusos.

El célebre actor francés y desde hace poco ciudadano ruso Gérard Depardieu es como un hueso atravesado en la garganta de los intelectuales liberales rusos. 

Las opiniones que expresa Gérard Xavier Marcel Depardieu acerca de la política rusa a mí también me parecen bastante ingenuas. Pero yo me alegro de que, sin tener que cambiar de ciudadanía, me haya hecho conciudadano de este hombre de cine de renombre mundial.

La imagen de Rusia en el extranjero necesita un derrumbe de viejos estereotipos. Y el que Depardieu optara por la ciudadanía rusa muestra, a mi ver,  que este proceso se ha iniciado ya, pero va tan lento que apenas se nota. Pero lo importante es que ha empezado. Y si las tendencias actuales no cambian radicalmente, en unos 15-20 años veremos frutos de este progreso.

En 2007 me vi en Nápoles acompañado por un vecino de la ciudad muy erudito y amigable. El alegre italiano no se limitó con mostrarme los famosos lugares de interés napolitanos: la catedral, el Museo Arqueológico Nacional de Nápoles o el Palacio de Capodimonte.

El valiente guía me trajo directamente al corazón de la manzana mafiosa local. “No te engañes, si te parece que todo aquí es muy tranquilo", estuvo diciéndome mientras pasábamos por los callejones llenos de niños jugando, "al atardecer ni los policías se atreven a pasar por aquí. ¿Te has dado cuenta de que de paso le comuniqué a un transeúnte casual quién eres y para qué estás aquí?  Fue el vigilante de la mafia. ¡Nos están vigilando desde que entráramos en la manzana!”.

Pero su coraje se esfumó cuando me empezó a contar sus impresiones de su reciente y primer viaje a Rusia. “¡Pero qué miedo tuve que pasar en Moscú! ¡Hasta cuando paseaba por las calles céntricas me parecía que me iban a matar o, en el mejor de los casos, a atracar!”.

Afortunadamente, no le sucedió nada. Y sin embargo, no tenía ganas de volver a Moscú nunca más. Por miedo. En Nápoles, en su casa, todo es diferente: te sientes a salvo cuando hasta el vigilante de la mafia es tu conocido.

Esta anécdota es una muestra de lo arraigados que son los estereotipos de Rusia en la mente extranjera. De ahí el escaso flujo de turistas extranjeros a Rusia. Para colmo, los medios mundiales se limitan a un número estándar de noticias negativas sobre Rusia.

Algunos reclamarán: “¿Acaso hay otras noticias en Rusia?” En mi opinión, sí que las hay y son muchas.

La principal consiste en que, pese a las zacapelas políticas, pese a las inevitables crisis del crecimiento, Rusia paso a paso deja de ser un país que vive en un universo paralelo al de Europa Occidental.

Intuyo que me van a replicar: “¿Cómo se puede decir esto?” Intentaré explicarme. El drástico crecimiento de impuestos para los ricos en Francia ya tuvo lugar antes.

En las elecciones presidenciales de mayo de 1981 el candidato socialista François Mitterrand propuso su programa titulado '110 propuestas para Francia' que suponía la introducción del “impuesto de solidaridad para las fortunas”. 

Este impuesto fue una losa para los franceses ricos durante cinco años, hasta la llegada al poder de Jacques Chirac en 1986. 

Pero, ¿acaso se le ocurrió a alguno de ellos, por ejemplo a este mismo Depardieu -que ya era famoso y bastante bien acomodado- protestar pidiendo la ciudadanía soviética?

Habría sido un absurdo. Mientras que en Francia en 1981 a los ricos les ahogaban con impuestos, en la URSS ser rico era un crimen. Ningún “refugiado fiscal” habría pensado buscar mejores condiciones aquí.

En 2013 muchos también califican de absurdo lo que hizo Depardieu. Pero al menos, no empeoró su calidad de vida, mientras que en la época estalinista, y más tarde, los extranjeros que adoptaban la ciudadanía soviética sí que se condenaban a una vida humilde. Era una locura.

Al contrario, la adaptación de la ciudadanía rusa por parte de Depardieu no es nada más que un acto extravagante. El gran artista se dejó llevar por las emociones, se ofendió por las reclamaciones públicas del primer ministro de su propio país. El gran artista adoptó la ciudadanía de una nación cuyas autoridades, al contrario, le aman y respetan. El gran artista no perdió nada, a excepción del respeto de unos cuantos intelectuales.

El acto de Depardieu es un importante indicador psicológico. Una muestra de que Rusia poco a poco vuelve al ámbito de la vida civilizada. De que Rusia está convirtiéndose, aunque sea a paso muy lento, en un país donde se puede respirar a pleno pulmón. Tal vez Depardieu haya precipitado los acontecimientos demasiado. Pero por algo es un gran artista: puede intuir lo que los demás ni pueden imaginarse. Al menos, a mí me gustaría creer que ésta es la más justa explicación de la decisión del señor Depardieu. 

LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE RIA NOVOSTI

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