Hillary Clinton arremete contra un senador republicano

© RIA Novosti . Grigoriy Sisoev / Acceder al contenido multimediaHillary Clinton
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Decía el militar estadounidense Douglas MacArthur que a uno le hacen famoso aquellas órdenes las que desobedece. Muy acertado para tiempos de guerra.

Decía el militar estadounidense Douglas MacArthur que a uno le hacen famoso aquellas órdenes las que desobedece. Muy acertado para tiempos de guerra.Y en la vida política a uno le hace famoso el comportamiento emocional, cuando, al parecer, se actúa en contra de los intereses propios pero sin embargo de todo corazón.

El enfrentamiento de la secretaria de Estado de EEUU Hillary Clinton con uno de los senadores no necesariamente minará la posición de la Administración de Barack Obama ni le impedirá a Clinton aspirar a convertirse en la primera mujer que presida Estados Unidos.

No se acostumbra a gritar a los senadores ni a dar puñetazos en la mesa. Al fin y al cabo el poder ejecutivo siempre ha tendido a inclinarse ante el legislativo. Los miembros del Congreso aprueban las candidaturas de los secretarios de Estado y de los demás ministros. Y también pueden declinar sus candidaturas, de modo que incluso el presidente legalmente elegido ha de comportarse en el Congreso con cautela, porque allí también se consideran todos los asuntos presupuestarios.

Sin embargo, el principio de la separación de los poderes no garantiza su funcionamiento impecable. Últimamente el poder judicial, tan tranquilo antes, se está haciendo notar y mucho. En Pakistán los jueces intentan enviar a la cárcel al segundo presidente de Gobierno. Y el comportamiento de los miembros del parlamento en diferentes lugares del mundo no deja de causar sorpresa.

¿Por qué lo harán? Deberían corresponder con las expectativas de los electores que votaron por ellos, aprender, ampliar su erudición y no comportarse de una manera manifiestamente insolente, aunque rea respecto a miembros de otros partidos.

Hillary Clinton, que en quince días abandonará el Departamento de Estado, estaba pronunciando un discurso ante La Comisión para Asuntos Extranjeros del Senado. El tema era el atentado del pasado 11 de septiembre en Bengasi, que se llevó la vida del Embajador de EEUU en Libia, Christopher Stevens, y otros tres empleados de la Embajada.

Siendo jefa del diplomático, por supuesto, tenía que rendir cuentas ante el Parlamento. Sin embargo, los parlamentarios ya han intentado en noviembre y diciembre responsabilizar por esta historia a Susan Rice, embajadora de Estados Unidos ante la ONU. Se le echó en cara haber manifestado al pueblo estadounidense que el diplomático había sido asesinado por los indignados por la película sobre Mahoma.

 Los primeros datos de la CIA confirmaron que se trataba de una manifestación, más tarde se aclaró que era una acción planeada por terroristas. Y los diplomáticos se basaron en la información más reciente. Pero de esta forma el Partido Republicano le impidió a Obama presentar la candidatura de Rice para el puesto de la Secretario de Estado. Y de paso le dio a entender al país que mandaban sobre el actual presidente.

En la reunión de la comisión se presenta Hillary Clinton que hasta entonces había estado de baja. Todo vuelve a empezar, los mismos argumentos y evidentes burlas. Incluidas las palabras: “Yo personalmente la despediría de este cargo”.

Mientras sólo se trataba de ella, Hillary estaba mostrándose paciente, pero el senador por el Partido Republicano, Ron Johnson, volvió por enésima vez al tema de Susan Rice. E insistió en que la Casa Blanca había intentado ocultar la verdad. Fue entonces cuando la secretaria de Estado dio el famoso puñetazo e irrumpió en una arenga breve y no demasiado conexa, agitando las manos y no dejando a Johnson decir ni una palabra. Éste ni intentó responder.

Los demócratas dicen que Hillary demostró a uno de sus críticos que no se merecía una respuesta seria… En general, habría que recordar que los electores también son gente sensata. Y si uno fue elegido diputado por el Partido Republicano no tiene que dedicarse a perseguir a los demócratas a todas horas, diciendo nimiedades y esperando ser apoyado en cualquier caso por quienes le votaron.
Porque a veces los electores pueden hartarse de ver a su favorito palidecer y aguantar un comportamiento indecente, temeroso de perder votos en las futuras elecciones. Si no se defiende, es un cobarde.

No deja de parecer extraño que, a pesar de que el segundo mandato de Barack Obama acaba de empezar, ya se esté hablando de las elecciones de 2018 y sobre su sucesor. Y los sucesores podrían ser Joe Biden o Hillary Clinton, de modo que su puñetazo en el Senado le podría ser de provecho en el futuro.

LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE RIA NOVOSTI
 

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