El mundo no está preparado para renunciar al tabaco

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Existen dos fechas en las que se intenta incentivar a la población mundial para que deje de fumar.

Existen dos fechas en las que se intenta incentivar a la población mundial para que deje de fumar.

Son el Día Mundial sin Humos, fijado desde 1977 para el tercer jueves de noviembre por iniciativa de la Asociación de Oncología de Estados Unidos, y el Día Mundial Sin Tabaco, que se celebra desde 1988 cada 31 de mayo por iniciativa de la Organización Mundial de la Salud.

Sin lugar a dudas, ambas iniciativas dan ciertos resultados. Sin embargo, en vez de alegrarnos de los escasos éxitos, ¿por qué no nos preguntamos sobre lo poco importantes que son estos resultados?

"No me deja respirar"

Es posible que quienes luchan contra el tabaquismo hayan dejado de atender algunos rasgos característicos del ser humano y de su psicología, y que tampoco hayan aprendido las lecciones que da la Historia: que no se debe prohibir nada.

Al tratarse de un gran número de personas, sean los que sean los argumentos formulados, existe un límite que en ninguna circunstancia ha de ser traspasado, de lo contrario todo se vuelve contraproducente. Precisamente por esta razón la campaña antitabaco de la OMC, que arrancó de manera tan activa hace algunos años, en estos momentos lo que más recuerda es una desesperada lucha de gente condenada al fracaso.

He aquí unas impresiones de lo más recientes: acabo de visitar el epicentro de la lucha y las prohibiciones, es decir, Estados Unidos y algunos países europeos. Las medidas extremas no parecen haber surtido especial efecto. ¿Que no se puede fumar en los parques de Nueva York? Pues la gente está fumando y delante de los policías que hacen como que no se enteran de nada. ¿Qué tampoco está permitido fumar en la calle, sobre todo en la legendaria Quinta Avenida? Pues, el autor de estas líneas en persona fumó allí y junto con él no pocos transeúntes. ¿Qué la legislación desde hace tiempo prohíbe fumar en hoteles? Pues misteriosamente ha aparecido en Nueva York un cada día más creciente número de hoteles que sí lo permiten.

Las estadísticas para el Día sin tabaco del año pasado son bastante curiosas: en Estados Unidos en los últimos años el número de fumadores se redujo en tres millones de personas, lo que lo deja en tan sólo un 1% del total de la población.

Los optimistas aseguran que a ese ritmo para mediados de este siglo no quedará en el país ni un fumador. Los pesimistas apuntan que tras superar el primer choque, los ritmos de renuncia al tabaco han empezado a descender y en algunos Estados el número de consumidores de tabaco no hizo sino aumentar. En opinión de los realistas, el mejor indicador es la reducción del número de cigarrillos diarios, porque muchos antiguos fumadores o bien mienten, o bien vuelven a consumir.

Todo ello es resultado de una feroz lucha que volvió la vida de los ciudadanos fumadores directamente insoportable.

En Europa, la situación es algo diferente: en Francia hubo quien me dijo con toda seriedad que la campaña antitabaco le costó a Nicolas Sarkozy su segundo mandato, porque ahora los parisinos han de caminar otra manzana en busca de un paquete de cigarrillos.

En Italia se optó por otro camino y primero floreció el negocio de alquiler de pisos en vez de habitaciones en hoteles, que acabaron siendo todos para no fumadores. Los hosteleros no tardaron en darse cuenta de que tenían ventaja aquellos establecimientos donde había balcones o se podía acceder a la azotea. En las terrazas abiertas de cafeterías y restaurantes se fuma con total libertad, dado que el clima lo permite. Los fumadores disfrutan además de la compasión de sus compatriotas.

En Alemania se desarrolla una especie de experimento: en algunas tierras está prohibido fumar, en otras, hay restaurantes, trenes e incluso líneas aéreas para fumadores.

Curiosamente, en Estados Unidos la lucha contra el tabaquismo tampoco es total, porque la legislación difiere de Estado en Estado: en California está prohibido casi todo, mientras que en Columbia es al revés. Y uno siempre puede mudarse, que es un fenómeno habitual para el país.

No obstante, incluso esta flexibilidad nos libra de reconocer lo evidente: los fumadores están cansados de sentirse víctimas, estando sus familiares, amigos y conocidos cada vez más de su parte, sobre todo en caso de prohibiciones que rayan en absurdo. Si alguien ha creído que la lucha por la salud no encontrará resistencia, estaba equivocado. No se trata de ir en contra del bien del uno, sino de luchar por los derechos de la gente. Lo dicho, en cuanto se traspasa el límite, algo se quiebra.

Los activistas parecen haber ido demasiado lejos, por lo menos en EEUU, donde la lucha contra el tabaquismo -aunque promovida por el sector médico, que se beneficia diseñando métodos para dejar de fumar- es llevada a cabo por ciudadanos de a pie.

La gente no se sorprende al ver a las activistas, que son en su mayoría mujeres enérgicas que suelen luchar por numerosas causas: en contra de pieles naturales, en defensa de los derechos de los animales y contra el consumo del tabaco… Al principio, por supuesto, la gente quedaba atónita ante la frase de “no me deja respirar” que le soltaba una de estas mujeres. Más tarde se supo que era una frase estándar que ya no causa reacción alguna. Y en este estado intermedio continúa viviendo el país.

El Estado de California: mucho vino, pero nada de tabaco

Las experiencias ajenas no suelen aprovecharse demasiado, pero poco a poco Estados Unidos y los países europeos se fueron dando cuenta de que la campaña antitabaco recordaba mucho a la lucha contra el consumo de alcohol, que tuvo unos resultados bien conocidos.

La historia de la lucha por la 'ley seca' en EEUU empezó en el siglo XVIII, entrando en su fase activa a mediados del siglo XIX. Se llevó a cabo, en primer lugar, por los activistas religiosos. En 1919 entró en vigor una prohibición completa de la producción en el territorio del país de cualquier tipo de bebida alcohólica. En 1933 la normativa fue suspendida, aunque en algunos Estados persistió hasta los años 60.

¿Por qué ocurrió así? Porque los estadounidenses se dedicaron en cuerpo y alma a resistirse a las prohibiciones. Además, empezaron a hacerse con el poder en muchas ciudades agrupaciones mafiosas que habían construido redes de contrabando de whisky canadiense. Otra vez se cruzó el límite.

Actualmente, muchos estudian los numerosos tomos que explicaban entonces a la gente los peligros del consumo del alcohol, una pequeña gota del cual causa severos daños en la salud humana y de manera indirecta afecta a los próximos. Todo era muy convincente, las explicaciones iban acompañadas de los datos de las estadísticas provenientes de las fuentes de mayor autoridad. Es difícil no fijarse en que el esquema de la lucha contra el tabaquismo es completamente igual.

Los estadounidenses se ríen porque el Estado de California, junto con algunas otras regiones, es actualmente un centro de producción de vinos conocido a nivel mundial. Es motivo de especial orgullo de la nación, tan sólo para hacerse las “rutas de vino” acuden a California entre 20 y 30 millones de turistas al año. El vino hoy en día es parte de la vida sana para los ciudadanos de EEUU y de Europa, y todos están al tanto de de sus propiedades saludables y de las dosis recomendadas. Curiosamente, el mismo Estado de California ha dado el mayor número de activistas de la lucha contra el consumo del tabaco.

Matices psicológicos

Que no se nos olvide que la lucha es un proceso más bien colectivo, mientras que el Día Sin Tabaco deja al fumador a solas con el cigarrillo y ante la difícil decisión de quién se impone. De modo que es una cuestión de psicología, lo que importa es estar decidido, porque las pócimas mágicas, las terapias alternativas y la acupuntura prometen resultados, pero no los suelen dar.

Y un brillante ejemplo de cómo hay que dejar el tabaco; en los años sesenta, un buen día el general De Gaulle comunicó a los miembros del Gabinete, a su esposa y a su secretaria que a partir de entonces dejaría de fumar: el mismo se creó unas circunstancias en las que tendría que seguir hasta el final.

LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE RIA NOVOSTI

 

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