El ruso y su mal uso: un cóctel linguístico

© Sputnik / Oleg VyazmitinovEl ruso y su mal uso: un cóctel linguístico
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“¿Has tenido ya tu café matutino?”, me preguntó mi nueva amiga rusa Cristina, que lleva siete años viviendo en Nueva York. Pasados unos segundos se dio cuenta de que acababa de pronunciar un calco absoluto del inglés por lo que yo apenas llegué a entender su pregunta.

“¿Has tenido ya tu café matutino?”, me preguntó mi nueva amiga rusa Cristina, que lleva siete años viviendo en Nueva York. Pasados unos segundos se dio cuenta de que acababa de pronunciar un calco absoluto del inglés por lo que yo apenas llegué a entender su pregunta.

Así es, usar el equivalente ruso del verbo “tener” en vez de “tomar” en esta frase suena muy raro. “Did you have your morning coffee?”, preguntarían los angloparlantes, pero jamás se diría así en ruso (creo que tampoco en español).

Para los recién llegados de la madre Rusia el abuso de los calcos y préstamos en el habla de nuestros compatriotas residentes en Estados Unidos salta a la vista inmediatamente.

“Mañana tengo un appointment”, “¿tienes planes para el weekend?”, “me gustaría probar este drink”, la indigerible mezcolanza no deja de herirme los oídos. Y es común escuchar el habla similar entre los rusos, bielorrusos y ucranianos que se trasladaron a Estados Unidos de adultos, después de la Perestroika o aún más tarde, en el nuevo milenio. Mayormente, son personas de 25 a 50 años de edad, de empleos y estatutos sociales más variados.

Científicos denominan el respectivo fenómeno la “interferencia lingüística”. A nivel léxico son calcos (palabras y expresiones traducidas literalmente de la lengua de origen a la receptora) y préstamos (palabras tomadas de un idioma a otro sin la traducción). Normalmente son unidades lingüísticas innecesarias o incorrectas, contrarias a la norma de la lengua.

Sin duda, los hispanos son más acostumbrados a los híbridos. “Give me el papel”, oí por primera vez cómo los mexicanos residentes en Estados Unidos mezclaban el inglés y el español en su habla cotidiana. En este caso la intromisión es mucho más fuerte, popularizada por cantantes, cadenas de televisión e incluso ciertos catedráticos que realizan intentos de legitimar el “spanglish” como un idioma. Y el “portuñol” también merece una mención aparte.

Al buscar una denominación para el cóctel lingüístico ruso-inglés descubrí la palabra “rusenglish”. Pero aún más asombroso me pareció que existiera también el llamado “runglish”, un inglés de gramática simplificada, influenciado por el idioma ruso.

Es lógico que el orador use el vocablo extranjero si desconoce su equivalente en la lengua materna. Me imagino también que a veces resulta difícil recordar ciertas palabras si se suele hablar constantemente en otro idioma. Además, algunos términos los apropiamos por simple comodidad, cuando son más fáciles o más cortos, o para llenar un vacío semántico.

Pero hay también una categoría de rusoparlantes que se trasladaron a Estados Unidos de niños o incluso nacieron aquí, suelen hablar ruso muy poco y con un acento muy fuerte, o al revés, lo hablan perfectamente bien aunque con cierta entonación impropia para el idioma ruso y con errores gramaticales, difundidos normalmente entre los extranjeros (confusión de aspecto o tiempo verbales, por ejemplo).

“Estudié el ruso en casa y en una escuela ortodoxa dominical. De niño leía cuentos en ruso. Mis padres trataban de comunicarse en ruso conmigo aunque no siempre les salía bien”, dice George (o Yura como lo llaman sus amigos rusos), de 35 años, financista, nacido en Nueva York. Los padres de George son rusos pero nacieron en Estados Unidos mientras que sus abuelos pertenecen a la llamada “emigración blanca”, término que denomina a emigrantes rusos que abandonaron el país tras la revolución del año 1917 y la subsiguiente guerra civil.

Pero tengo que reconocer que el cóctel lingüístico puede ser mucho más dulce. Así, un caso aparte lo constituyen los niños de matrimonios mixtos. Elenita, de 6 años, niña bilingüe, de madre rusa y padre estadounidense, gorjea sin cesar en ambos idiomas a veces mezclándolos entre sí. El próximo otoño se irá a Rusia para entrar en la primaria. Alex, un bebé trilingüe, de dos años y cuatro meses, ya sabe contar en inglés, español y ruso. Su padre es español, su madre es rusa pero apenas habla ruso y prefiere comunicarse con su hijo en inglés. Alex aprende el ruso con su maravillosa niñera Nadya, que lo cuida desde su nacimiento.

Aunque algunos expertos afirman que el bi- y trilingüismo es un fenómeno controvertido y los niños similares tardan más tiempo en aprender a hablar, otros aseguran que muchos de estos niños desarrollan más destrezas y capacidades que sus coetáneos monolingües, y a medida que maduran dejan de mezclar los idiomas.

En cuanto a mí, estoy segura de que el multilingüismo es parte inalienable de nuestro mundo multicultural y polilinguístico, que ofrece acceso a la cultura a nivel universal, amplía horizontes y es garante de éxito profesional. Lo importante es que sepamos diferenciar el uso y el abuso del lenguaje.





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