Pueblo de Jolui es un taller de pequeñas obras de arte

© RIA Novosti . Evgeni MakarevichIglesias a orillas del río Teza
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Entre Moscú y Jolui, situado en la provincia de Ivánovo, hay 360 kilómetros; a mediados del siglo XVIII cubrir este trayecto le llevaba a uno entre 5 y 6 días y hoy, unas 5-6 horas. La belleza del paisaje atrae a muchos turistas, sea cual sea la estación del año.

Entre Moscú y Jolui, situado en la provincia de Ivánovo, hay 360 kilómetros; a mediados del siglo XVIII cubrir este trayecto le llevaba a uno entre 5 y 6 días y hoy, unas 5-6 horas. La belleza del paisaje atrae a muchos turistas, sea cual sea la estación del año.


El río Teza no es grande, pero sí es profundo y suele crecer en primavera. Una de las versiones del surgimiento del nombre de Jolui asegura que así se llamaban las redes hechas con mimbre que se usaban para la pesca. Normalmente no se instalaban a través del río, sino en diagonal. En Teza había suficiente pescado para el consumo propio de sus moradores y para la venta. De esta manera apareció el nombre del pueblo

 

 

La historia del pueblo de Jolui como un centro comercial y productivo puede ser dividida en tres períodos, dependiendo del grado de ocupación de sus habitantes en estas actividades. La fuente del bienestar económico de la población provenía en estos períodos de la producción de sal, de la pintura de iconos y de fabricación de estuches con miniaturas lacadas.


Según cuenta el director de la Escuela de Pintura de Jolui, Mijaíl Péchquin, la primera mención del pueblo aparece en la Orden firmada en 1543 por el Zar Juan el Terrible que eximía del pago de impuesto las salinas del Monasterio de la Santísima Trinidad y de San Sergio situadas en Jolui. La sal valía su peso en oro y su producción era un proceso muy rentable. Solían ser propietarios de las salinas príncipes, boyardos y grandes monasterios. Jolui no llegó a ser un lugar famoso por la producción de la sal, como, por ejemplo la ciudad de Solikamsk, pero este producto le trajo estabilidad, desarrollo y, más tarde, prosperidad. Sin embargo, no sólo la sal le traía beneficios al pueblo: incluso para Moscú partían carros cargados con pescado, lienzos, manteles, hilos e incluso con frambuesa seca o mermelada hecha con esta baya.

 

En los documentos de 1613 ya aparecen menciones sobre autores de iconos que residían en Jolui, sitio que el Zar Vasili Shuyski le otorgó al príncipe Dmitri Pozharski por la defensa de Moscú de los invasores polacos. El príncipe apreciaba mucha el regalo del soberano y lo visitó en más de una ocasión, para lo que contaba con un elevado número de sirvientes.


“Los científicos llaman el arte de pintura de iconos de los pueblos de Pálej, Mstióra y Jolui antigua pintura rusa e insisten en que Jolui era el primer sitio donde se desarrolló: los primeros autores de iconos eran los monjes del monasterio de la Trinidad y de San Sergio”, explicó el Director de la empresa “Miniatura lacada rusa”, Vladimir Chirquin.


A partir del inicio del siglo XVIII el arte del icono se desarrolló en Jolui de una manera vertiginosa, lo que se debía a una creciente demanda de iconos que se mandaban a las regiones del Norte de Rusia, las de Vologda, Arjánguelsk, Olonets, San Petersburgo e incluso a la capital. Más aun, los autores de Jolui recibían encargos de Bulgaria, Macedonia y Serbia.


 “Pasando por un sinnúmero de etapas evolutivas, los pintores de Jolui, Pálej y Mstióra elaboraron la innovadora técnica de la miniatura lacada rusa sobre papel maché. Las primeras obras datan 1932”, señala Chirquin.


Los estuches se fabrican a mano: primero se confeccionan unos tubos de papel maché que sirven de base del estuche. El cartón se coloca en capas, se prensa y se cuece en aceite de linaza. Es un proceso muy lento y trabajoso, pero garantiza largos años de vida a un estuche con miniatura lacada. Los tubos son pulidos, cortados por tamaños y juntados con pegamento con ingredientes naturales. Posteriormente se efectúa el pulido final de todas las caras y se laquea en varias capas, en negro por fuera y en rojo por dentro. Cada capa de laca, insisten los expertos, ha de secarse durante 24 horas, como mínimo.


Miembro de la Unión de pintores de Rusia, Lev Níkonov, lleva dedicándose a la miniatura lacada más de 30 años. Sus ganas de estudiar la pintura se manifestaron a una edad muy temprana “Me escapaba a la escuela a la edad de 6 años e iba andando a otro pueblo para estudiar. En el séptimo grado de la escuela decidí hacerme pintor”, cuenta. Estudiando en la Escuela de Pintura de Jolui era uno de los mejores, sabía coger los rasgos característicos del estilo y desarrolló una técnica desenvuelta de pintar. Su trabajo de fin de carrera, llamado “Mi abuelo”, creado en las tradiciones clásicas de la miniatura de Jolui y dedicado a la historia de su familia, hasta el momento actual es considerado uno de los mejores de la Escuela y sigue participando en numerosas exposiciones.


Las pinturas que se usan son temple al huevo, es decir, una mezcla de vinagre, agua, yema de huevo y pigmento y son hechas y seleccionadas por cada autor. Después de la pintura llega el turno de las láminas de oro, pulidas, por muy exótico que suene, con un diente de lobo. Más tarde se procede a laquear, no menos de 5 veces, y a pulir otra vez. Todo se hace a mano, a mano femenina, en concreto. “Las nuevas tecnologías no nos ayudan”, señala Lev Níkonov.


Los pintores de Jolui desde 1937 participaban en la Exposición Universal de París y obtuvieron las medallas de bronce, en 1939 sus trabajos fueron presentados al público en la Exposición Universal de Nueva York.


El arte de la miniatura lacada de Jolui tuvo su período de florecimiento en los años 50-60 del siglo pasado. En opinión de Vladimir Chirquin, la variedad de argumentos y el original estilo les permitió a los autores locales encontrar su propio camino, muy distinto de los pintores de miniaturas de Pálej y Mstióra. Los pintores de Jolui, heredando las técnicas de los antiguos maestros, supieron desarrollar su arte, darle un toque moderno, sin perder al mismo tiempo las mejores tradiciones de la miniatura lacada ni sus raíces populares.


Los trabajos de los autores modernos participan anualmente en las ferias en Rusia y en el extranjero,

reciben medallas y premios. Los pintores experimentados y  reconocidos trabajan junto con gente joven, pero muy capacitada.


 “Jolui es un pueblo muy antiguo: desde el siglo XVI todos sus moradores se dedicaban a la pintura de iconos. A los niños se les empezaba a enseñar las técnicas pictóricas en los talleres de casa, para irlos formando poco a poco. En el año 1883 en el pueblo fue abierta la Escuela de iconos de Jolui, que cerró después de la Revolución de 1917. En 1935 se abrió una Escuela técnico-profesional que formaba pintores, p

ero 6 años más tarde también fue cerrada. En el año 1943 fue abierta la Escuela técnico-profesional encargada de formar a pintores de miniatura lacada, desde entonces, hay dos departamentos en nuestro centro, el de miniatura lacada y el de bordado artesanal. Son dos profesiones, a las que se dedicaban los habitantes de Jolui en los siglos XVI-XVIII, es decir, estamos enseñando las técnicas de nuestros antepasados”, cuenta el Director de la Escuela de Pintura de Jolui, Mijaíl Péchquin.


La Escuela está pasando ahora por una reorganización: pronto se convertirá en una sucursal de la Escuela Superior de arte popular de San Petersburgo y a partir del año que viene concederá a sus estudiantes diplomas de estudios superiores. Muchos de los alumnos se quedan a trabajar en el pueblo, famoso también por sus dinastías profesionales.


“En nuestro arte hay pintores de renombre, gracias a los cuales nuestras obras son conocidas y apreciadas tanto en Rusia, como en el extranjero. Muchos coleccionistas adquieren nuestros estuches y muchos turistas visitan la ciudad para ver la belleza que vamos creando con nuestras manos”, cuenta Vladimir Chirquin.


A veces los visitantes del pueblo, disfrutando de las creaciones de los autores locales, hacen preguntas sobre las diferencias del estilo de Jolui, Pálej y Mstióra. Mijaíl Pechquin las compara con tipos del arte teatral. Las obras de los maestros de Pálej le recuerdan el ballet, con un lenguaje artístico especial, unas figuras ligeras y elegantes que apenas rozan el suelo y parecen estar danzando. El estilo de Jolui, en su opinión, se parece más a la ópera, es menos convencional, pero lleno de lujosos decorados y música. Y las obras de los pintores de Mstióra se asemejan a un espectáculo dramático, con su carácter y estilo más realistas, pero al mismo tiempo menos elevados. “De ahí que cada estilo encuentra a sus admiradores”, sentencia.

 


La miniatura lacada es un arte de un nivel altísimo. De entre numerosos tipos de arte popular y decorativo ruso se da la preferencia a la miniatura lacada por su belleza y sus características únicas, cree Vladimir Chiquin. Está hecha a mano, requiere mucho trabajo tanto para ser creada como para ser entendida. “Después de haber trabajado muchos años en este sector, puedo decir con seguridad que no es el pintor el que está creando una obra, sino el tiempo, porque con el paso del tiempo las miniaturas van adquiriendo un aspecto antiguo, guardando al mismo tiempo su original y vistoso colorido”, explica Lev Níkonov.


Está seguro de que en nuestros días de ritmo alocado no hay nada mejor que venir a este precioso sitio para descansar del ajetreo de la cotidianidad y admirar las obras de la miniatura lacada. “Vine a Jolui y me enamoré de esta tierra, me gustó este bonito pueblo con un mar de colores en verano y un otoño de hojas de doradas”, relata el pintor, pensativo, dejando sentir la fuerza de los sentimientos que lo unen a Jolui.


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