La Asamblea General de la ONU abre sesiones con el asunto de Palestina

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¿Podría ser la sesión de la Asamblea General de la ONU el pistoletazo de salida de un “otoño árabe” más caliente?

¿Podría ser la sesión de la Asamblea General de la ONU el pistoletazo de salida de un “otoño árabe” más caliente?

Hasta hace poco era difícil de imaginar un escenario así. Sin embargo, la 66ª sesión de la Asamblea General de las Naciones Unidas, que empezó el pasado 13 de septiembre en Nueva York, podría perfectamente seguir ese guión. Era lógico que esta sesión estuviera dedicada a las consecuencias de la “primavera árabe”, pero ahora la agenda se ha enriquecido por el candente asunto de la independencia de Palestina. El presidente de la Autoridad Palestina, Mahmud Abbas, se ha mostrado dispuesto a presentar una solicitud oficial para que Palestina sea miembro de la ONU y se reconozca la existencia del estado palestino.

Esta perspectiva produce a muchos países miembros de la Organización una sensación muy parecida al pánico ante lo inevitable. Quien lo tendrá más difícil es Washington, tradicional protector de Israel. Es la clásica situación en la que el presidente Barack Obama no puede parar el desarrollo de los acontecimientos, porque de lo contrario las cosas sólo empeorarían.

Una Palestina independiente en un contexto de completa ruptura de relaciones entre Israel y la hasta hace poco adicta Turquía y sobre todo tras el ataque a la Embajada de Israel en El Cairo (de todos los países árabes sólo dos, Egipto y Jordania tienen firmados acuerdos de paz con el Estado judío). Washington no puede permitir que eso ocurra.
 
Riad: si se ejerce el veto, no hay más apoyo

Estados Unidos ya anunció que en caso de que llegue a ser discutida la solicitud de los palestinos en el Consejo de Seguridad de la ONU, ejercerá su derecho de veto, impidiendo la adhesión de Palestina a la ONU. Para Washington es imprescindible respaldar a Israel, que se pronuncia tajantemente en contra de que exista un Estado palestino en las fronteras de antes de la guerra de 1967 y con la capital en Jerusalén Oriental. Pero, si EEUU lo hace, en Oriente Próximo los ánimos se calentarán tanto, que el ataque a la Embajada de Israel en El Cairo parecerá un juego de niños.

El ímpetu revolucionario en la región no se ha extinguido todavía y si se lo aviva con indignación contra Israel, las consecuencias podrían ser, sin temor a la exageración, desastrosas. A las guerras en Afganistán, Irak y Libia y a la presión sobre Siria, habría que sumar, además, el derecho de veto ejercido en detrimento de los intereses palestinos: cosas todas que, inevitablemente, llevarán a una nueva espiral en la radicalización del mundo islámico.

Antes de que la Asamblea empezara sus labores, Barack Obama recibió un serio aviso sobre las consecuencias de vetos mal sopesados de parte de su principal aliado en el mundo árabe, Arabia Saudita.

“Si ejercéis el derecho al veto, perderéis a vuestro aliado”, éste fue el título del artículo dirigido al presidente estadounidense y firmado por Turki al Faisal, ex jefe del Servicio de inteligencia de Arabia Saudita y ex Embajador en Estados Unidos. No sólo es una persona muy cercana a la elaboración de la línea de política exterior de su país, sino su principal autor, que está también al cargo del Centro de estudios islámicos Rey Faisal.

El príncipe Turki al-Faisal es el hijo menor del fallecido Rey Faisal, sobrino del actual Rey Abdullah y hermano del Jefe de la diplomacia saudita, príncipe Saud al Faisal. En su artículo expuso expresamente las dramáticas consecuencias que tendrá para la región y para Estados Unidos su renuncia a aceptar la solicitud de la Autoridad Palestina presentada a la ONU.

Lejos de ser una “hoja de ruta” su intervención parece más bien una “hoja de campos de minas”. He aquí unos extractos: “Estados Unidos debe apoyar la solicitud palestina para el reconocimiento de la independencia, de lo contrario se arriesga a perder la ya poca credibilidad que tiene en el mundo árabe. Si no lo hace, EEUU  debilitará todavía más su influencia en la región, minará la seguridad de Israel, y dará más poder a Irán, lo que aumenta las posibilidades de una nueva guerra en la región. (…) En caso de que se produzca el veto, Arabia Saudita no podrá cooperar con Estados Unidos de la misma manera que lo ha hecho históricamente. Con la mayoría del mundo árabe convulsionado, la 'relación especial' entre Arabia Saudita y Estados Unidos se vería como tóxica por la vasta mayoría de los árabes y musulmanes, que piden justicia para el pueblo palestino…”

Al Faisal ni siquiera insinúa: declara abiertamente que la indignación alcanzará no sólo a todos los árabes, sino a todos los musulmanes. ¿Podría estar hablando de la yihad? Seguramente.
 
Washington: lidiando a solas con la indignación del mundo árabe

Y, de hecho, a Obama le va resultar extremadamente difícil explicar por qué Washington (y Occidente en general) ha emprendido una guerra contra Muamar el Gadafi en Libia y presiona a todo el mundo árabe para que ayude a derrocar el régimen de Bachar al Asad en Siria, mientras que rechaza las, por otro lado justas y completamente predecibles, reivindicaciones palestinas de alcanzar la independencia. Y por la única razón de que esas reivindicaciones no le gustan a Israel.

A los americanos les preocupa, además, la perspectiva de tener que ejercer su derecho de veto en el Consejo de Seguridad sin el apoyo de ningún otro país, con el riesgo de que la indignación del mundo árabe se dirija exclusivamente contra ellos. Perspectiva nada halagüeña a los pocos días de la conmemoración de los atentados del 11 de septiembre.

Esta es la razón por la que los diplomáticos del Departamento de Estado ante la ONU se están empleando a fondo para implicar al Reino Unido, que todavía no ha tomado una decisión sobre la cuestión, para que haga uso también de su derecho de veto en el Consejo de Seguridad.

De forma paralela continúa la presión sobre Abbas al objeto de que reconsidere la posibilidad de presentar su petición ante la ONU. Próximamente, en el congreso está  prevista una audiencia sobre la cuestión de la independencia palestina y no se descarta la congelación de la ayuda financiera a la Administración palestina en caso de que Abbas no desista de sus intenciones. Dicha ayuda supera los 50 millones de dólares (en cualquier caso quedaría a salvo la ayuda humanitaria, gestionada por los programas de Naciones Unidas y otras organizaciones no gubernamentales con independencia de la Autoridad Palestina, ayuda que alcanza los 200 millones de dólares).

Queda una semana para el desenlace de esta historia

La cronología de los acontecimientos será del siguiente modo: Mahmud Abbas tiene previsto llegar a Nueva York el 19 de septiembre, para entrevistarse al día siguiente con el Secretario General de la ONU, Ban Ki-moon, y presentar su solicitud oficial de ingreso en la organización; el 21 dan comienzo las sesiones con una discusión general sobre política y el 23 le tocará el turno de intervención al propio Abbas.

La solicitud de ingreso tiene que pasar por el Consejo de Seguridad que, eventualmente, haría una recomendación de ingreso del nuevo miembro a la Asamblea General. En el Consejo de Seguridad, todos los miembros, permanentes y no permanentes, se han manifestado a favor del ingreso de Palestina, con la única excepción de EEUU y del Reino Unido, que ha de definir todavía su postura.

 Rusia, por boca de su representante ante el Consejo de Seguridad, Vitali Churkin, ya ha anunciado que votará a favor del ingreso de Palestina. Lo cual no tiene nada de extraño, ya que Moscú reconoció a la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) ya en 1988.

Si la solicitud de ingreso de la Autoridad Palestina se incluye en el orden del día del Consejo de Seguridad y Washington ejerce su derecho de veto, Abbas podría acudir directamente a la Asamblea General, en la que ya no hay derechos de veto. Los palestinos intentarían así forzar una votación sobre el cambio de estatus de la Autoridad Palestina, que pasaría de “observador” al de “Estado observador sin derecho de voto”, que sería una suerte de último escalón antes de convertirse en miembro de pleno derecho.

El nuevo estatus abriría a los palestinos la posibilidad de participar en decenas de organizaciones (como la UNESCO, la UNICEF o el Consejo de Derechos Humanos) y convenios de las Naciones Unidas, incluida la posibilidad de denunciar a Israel ante el Tribunal Penal Internacional

En la actualidad, son miembros de la ONU 193 países. El último ingreso fue el de Sudán del Sur, que proclamó su independencia este verano. 120 países ya se han manifestado a favor de las pretensiones de la Autoridad Palestina, cosa que sería suficiente para cambiar su estatus en la ONU.

En la propia Palestina ya están convocadas manifestaciones que se espera sean multitudinarias en apoyo de la independencia y que tendrán lugar cuando se celebren los debates generales en la ONU y cuando intervenga en ellos Abbas. Cuando EEUU imponga su veto (queda también la posibilidad de que Abbas sucumba a las presiones y no entregue su solicitud), entonces empezarán otro tipo de movilizaciones, ya no planeadas pero seguramente mucho más intensas. Y no sólo en los territorios palestinos.
 
LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE RIA NOVOSTI

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