Ucrania independiente renuncia a las ilusiones

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Hace 20 años, el 24 de agosto de 1991, la Rada Suprema (Parlamento Nacional) de Ucrania aprobó la declaración de la independencia. Las etapas de la reciente historia del país son bien conocidas y ahora lo que más preocupa es ¿cuál será el futuro del país?

Este artículo fue redactado por el equipo del periódico “Moskovskie novosti” en el marco del proyecto “20 años sin la URSS”, realizado por el diario en cooperación con la Agencia de Información Rusa Novosti y la revista “Rusia en la política global”.

Hace 20 años, el 24 de agosto de 1991, la Rada Suprema (Parlamento Nacional) de Ucrania aprobó la declaración de la independencia. Las etapas de la reciente historia del país son bien conocidas y ahora lo que más preocupa es  ¿cuál será el futuro del país?

A principios de los 90 para Ucrania era sumamente importante posicionarse como un Estado europeo, recibir el “certificado de una nación no soviética”, por así decirlo. Y no podría haber mejor prueba de su estatuto que la integración en las estructuras europeas y euro atlánticas de prestigio, que en aquel momento parecían incluso elitistas.

Sin embargo, el drama nacional de Ucrania no consistía únicamente en la coincidencia de unas profundas reformas con la falta absoluta de experiencia como Estado independiente, sino también el hecho de que nadie esperaba a Ucrania en dichas estructuras.

Callejón sin salida

El esquema informal que se aplicaba en Occidente se reducía a que sólo se aceptaba a aquellos países y naciones que antes de la Segunda Guerra Mundial geográficamente estaban fuera del entorno soviético. Ello se debía a un cierto sentimiento de culpa por haberles abandonado a su suerte detrás del Telón de Acero en la conferencias de Yalta y Potsdam.

En enero de 2005, enseguida después de ganar Víktor Yuschenko en la tercera vuelta de las elecciones presidenciales, Estados Unidos intentó romper el acuerdo tácito de los países occidentales respecto a la integración de Ucrania en la OTAN. Sin embargo, en cuanto a la Unión Europea las normas informales seguían estando en pie.

La diplomacia ucraniana se vio atrapada: Europa hablaba de la “igualdad de oportunidades”, es decir, si se llevaban a cabo reformas, se le trataría a Ucrania igual que, por ejemplo, a Polonia. Sin embargo, Ucrania hace tiempo que alcanzó los niveles de desarrollo que abrirían a sus vecinos de Europa del Este las puertas a la UE. Hasta a Kosovo se le pudieron ver “perspectivas europeas”, incluso antes de que proclamara su independencia, pero Kíev sigue siendo una excepción.

Todavía durante el segundo mandato de Leonid Kuchma se intentó salir de aquel atolladero: el presidente aceptó que Ucrania participara en la creación de un espacio económico único junto con Rusia, Bielorrusia y Kazajstán. No obstante, como no se tenía una perspectiva clara, estos intentos no tuvieron resultado aparente.

La pseudoreligión

La llegada al poder de Víktor Yuschenko pareció haber devuelto al país al inicio de los años 90, cuando estaba de moda buscar la integración en las estructuras europeas para “vivir como en Europa”, anhelos que se volvieron nocivos en la nueva etapa del desarrollo del país.

En 2005 Ucrania tomó la decisión de suprimir voluntaria y unilateralmente los visados para los ciudadanos de la UE y de los G-7, sin que a cambio se le concediera ninguna ventaja en el régimen de visados. Kíev se sumaba a todas las declaraciones de la Unión Europea en la esfera de la política exterior, sin reparar en las relaciones económicas y comerciales que mantenía con países concretos. El resultado es bien conocido. Sin embargo, años del “anhelo de integración no realizado” marcaron profundamente la sociedad ucraniana, llegando a formarse una casta de políticos, expertos, periodistas y politólogos, para quienes la integración europea era la idea predilecta, una especie de axioma ideológico, el ídolo de su pseudoreligión.

Las realidades de la política

El criterio de las limitaciones de la integración de Ucrania en la Unión Europea fue formulada a principio de los años 2000 por el entonces presidente de la Comisión Europea, Romano Prodi: “todo, a excepción de los institutos”. En estos momentos existen tres esferas de verdadera aproximación entre la UE y Ucrania.

En primer lugar, es el campo de la política, donde el límite se fija en la asociación política parecida a la asociación de los países de Europa del Este y la UE que tuvo lugar en los años 90. En segundo lugar, el campo de la economía y el comercio, donde el límite se fija en la creación de una zona de libre comercio con elementos de aproximación de las normas de regulación. Y, por último, el campo humanitario, donde el límite se fija en la introducción en un futuro no demasiado lejano de libre entrada de ciudadanos de Ucrania en los países comunitarios para estancia de corta duración.
Ninguno de estos tipos de cooperación le puede asegurar a Ucrania una integración segura en la UE. Sin embargo, precisamente esta política refleja el estado de cosas en Ucrania y en la Unión Europea y las últimas tendencias registradas en el continente europeo.

Una red de espacios

La política europea de Víktor Yanukovich descarta solicitar condiciones preferentes y se base en las propuestas concretas de cooperación de Kíev y Bruselas, de modo que a Ucrania no le amenaza la actual crisis política y financiera de la UE.

Por otra parte, este rumbo enmara perfectamente en otra tendencia, la de una paulatina creación por la Unión Europea de espacios comunes en las esferas política, económica, humanitaria y de seguridad con los países situados al este de las fronteras comunitarias. Nos referimos, sobre todo, a Rusia que tiene su propia estrategia de aproximación con Europa.

Precisamente en este contexto hay que considerar la política europea y rusa de Kíev, encaminadas a la creación de una especie de red de espacios comunes. En un futuro próximo Ucrania podría ser el único país de Europa que tenga zonas de libre comercio con la Unión europea, Rusia y los países de la Comunidad de Estados Independientes. No merece la pena exagerar el nivel de debates entre Kíev y Moscú en lo referente a la integración de Ucrania en la Unión Aduanera.

En Kíev son servidos nada menos como el crucial combate de los gigantes geopolíticos por Ucrania, de cuyo final dependerá el destino del país. En realidad todo es muy simple: una integración inmediata de Ucrania en la Unión Aduanera, a pesar de sus amplias y probadas ventajas económicas, significaría la suspensión de las negociaciones sobre un acuerdo casi preparado de la creación de la zona de libre comercio con la UE.

Este desarrollo de los acontecimientos provocaría un verdadero tsunami de críticas de las autoridades por haberse desviado del camino de la integración europea. Los riesgos políticos son tan altos que superan las ventajas económicas. No obstante, no tiene ningún sentido desaprovechar la ocasión y es por ello porque surgió la famosa fórmula de cooperación con la Unión Aduanera “3+1”.

La necesidad de ser pacientes

El verdadero combate por Ucrania no se percibe a simple vista y se desarrolla en la esfera de la seguridad nacional. La postura del presidente Yanukóvich en cuanto a la permanencia del país al margen de cualquier alianza, plasmada en la Ley sobre la política interior y exterior, resultó ser demasiado atrevida.

Provocó desconcierto de mucha gente que, lejos de percibirlo como una tendencia a largo plazo, lo ve como una temporal y forzada concesión a Rusia.

Se considera que esta concesión puede ser rechazada en el momento oportuno, tras lo cual se procederá a prepararse para la integración en la OTAN. Sería ingenuo suponer que la Organización, debilitada por las guerras en Afganistán y Libia, sea capaz a efectuar un segundo intento de integración de Ucrania.

Sin embargo, el mundo es tan impredecible que no se puede descartar ninguna posibilidad, por muy poco probable que parezca. De modo que la manera más segura de fijar la permanencia de Ucrania fuera de cualquier bloque militar sería una enmienda a la Constitución Nacional. Y esta disposición de no integrarse en estructura militar alguna fue proclamada en la Declaración de la soberanía nacional de 1990.

El anuncio de la disposición de no integrarse en bloque alguno, junto con la renuncia de la integración en la OTAN permitieron a Ucrania en 2010 normalizar sus relaciones con Rusia. Y hace tan sólo 2 años los medios de comunicación ucranianos estaban discutiendo con toda seriedad los guiones del conflicto militar ruso-ucraniano y el presidente de Rusia se dirigía a su homólogo ucraniano a través de un videoblog.

El final de la “guerra fría” con Rusia le permitió a Ucrania proceder a la solución de asuntos económicos y comerciales que han suscitado los acalorados debates de estos momentos, pero este tipo de negociaciones no puede ser ni fácil ni rápido. Lo que hace falta es ser pacientes y la fórmula de compromiso será, sin lugar a dudas, encontrada.

Despertando del sueño

Ucrania celebra el XX aniversario de la proclamación de la independencia como un país que ha despertado de un largo sueño y se ha sacudido el poder de las ilusiones.

Como un país que no intenta coordinar las prioridades de su política exterior con determinada ideología, sino con necesidades sociales reales y con las tendencias objetivas del desarrollo mundial.

A pesar de las dificultades que están atravesando en la actualidad las instituciones europeas, en el continente nadie se plantea desatar guerras ni repartir esferas de influencia. Por lo tanto, Ucrania tendrá la oportunidad de no sólo participar en los procesos de integración que de una manera lenta pero segura se están llevando a cabo en el Viejo Mundo, sino de hacer su aportación única en su aceleración.

LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE RIA NOVOSTI

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