En busca del coronel Gadafi y la nueva Libia

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Los insurgentes libios obtienen una victoria tras otra y se preparan al asalto de las últimas ciudades gadafistas Sirte y Sabha, tras haber negociado recientemente la rendición de la ciudad Bani Walid al sudeste de Trípoli, con los defensores de la misma.

Los insurgentes libios obtienen una victoria tras otra y se preparan al asalto de las últimas ciudades gadafistas Sirte y Sabha, tras haber negociado recientemente la rendición de la ciudad Bani Walid al sudeste de Trípoli, con los defensores de la misma.

Es muy probable que antes de terminar septiembre los focos de resistencia de partidarios de Muamar Gadafi sean eliminados en todo el país. Si se consigue capturar o aniquilar al propio coronel, la guerrá terminará antes. Así que el peor guión para las nuevas autoridades libias es que el líder derrocado logre escapar.
 
Nuevo embajador para Libia

Las fuerzas opositoras cantan victoria y no les preocupa demasiado el paradero de Gadafi. Se habla de que el coronel pudo haber cruzado con un convoy la frontera entre Libia y el vecino Níger, de donde posiblemente pase a otro país amistoso.
La mayoría de los miembros del Consejo Nacional Transitorio están seguros de que Gadafi sigue escondido en las inmediaciones de Sirte, su ciudad natal, en una extensa red de galerías subterráneas construidas para uso militar durante los años de estrecha cooperación con la Unión Soviética. También estar oculto en territorios controlados por  tribus que le deben favores.

En cualquier caso, sea como fuera la suerte del coronel, para muchos en Rusia la época de su gobierno, que duró 42 años, llegó a su fin. Debido a los triunfos de los rebeldes y, también a que el 1 de septiembre Moscú reconoció el Consejo Nacional Transitorio como Gobierno en el poder en Libia.
El comisionado del presidente de Rusia para la cooperación con los países de África, Mijaíl Marguélov, apresuró el pasado martes al ministerio de Asuntos Exteriores para nombrar embajador ruso en el país norafricano.
Primero la candidatura del representante diplomático tiene que ser discutida en el Parlamento, y luego el visto bueno del presidente. Por su parte, el comité de asuntos internacionales del Consejo de la Federación (cámara alta del parlamento ruso), presidido por Marguélov está dispuesto a convocar la semana que viene una reunión extraordinaria para seleccionar al futuro emisario.

Actualmente, a la cabeza de la Embajada rusa en Libia se encuentra el encargado de negocios interino Maxim Maxímov, mientras al principio de la guerra el peso de esta misión recayó sobre el joven consul Oleg Fomín. Dos días antes del inicio de la operación militar de los países occidentales y sus aliados árabes el 19 de marzo, el presidente ruso Dmitri Medvédev destituyó al embajador Vladimir Chámov. Parece que ha llegado la hora para designar al nuevo emisario ya que Moscú tiene claro por quién apuesta en Libia, aunque tardó más que otros en definirlo.

Durante el conflicto en el país norafricano Rusia en varias ocasiones se mostró vacilante, sin saber como actuar. Este “titubeo” empezó el 17 de marzo, cuando el Consejo de Seguridad de la ONU se dispuso a votar la resolución 1973 sobre imposición de una zona de exclusión aérea sobre Libia.
Ya entonces estaba claro que se está preparando una operación militar. Por lo tanto muchos de los diplomáticos rusos insistieron en que Moscú vetara la resolución en cuestión. No obstante, el representante de Rusia se abstuvo en la votación.

Suficientes fuerzas, ánimo y recursos

Posteriormente la postura de Rusia siguió siendo indefinida. El 24 de agosto, por ejemplo, el mandatario ruso declaró que la cuestión sobre los contactos oficiales con las nuevas autoridades libias será resuelta de manera positiva en el caso de que “los insurgentes tuvieran suficientes fuerzas, ánimo y recursos para unir el país sobre nuevos principios democráticos”.

Sin embargo, pasada una semana, Rusia reconoció al Consejo Nacional Transitorio a pesar de que la guerra continúa. Es más, Trípoli ya estaba ocupado por las tropas rebeldes mientras el presidente Medvédev seguía exhortando a las partes del conflicto a sentarse a la mesa de negociaciones. Y además proponía a las fuerzas opositoras entablar el diálogo con Muamar Gadafi, al que él mismo había declarado persona non grata a mediados de marzo prohibiendo entrada a Rusia al coronel y toda su familia.

Hay que reconocer entretanto que el Kremlin no fue el último en reconocer la nueva realidad de Libia. El mismo 1 de septiembre, junto a Rusia, su disposición de establecer relaciones con el Consejo Nacional Transitorio anunció Ucrania. En cambio China, que estuvo siguiendo muy atentamente el conflicto en el Norte de Africa, sigue insistiendo en que no hay que precipitarse.

El martes, 6 de septiembre, la portavoz del Ministerio de Asuntos Exteriores de China, Jiang Yu, en una rueda de prensa declaró que Pekín reconocerá al gobierno de los rebeldes cuando “maduren las condiciones” sin concretar de qué condiciones se trata. La desaparición de Gadafi no cambió la postura de China.

Da la impresión que los chinos quieren jugar con mucho cuidado para salvar sus contratos millonarios en Libia. Además, les gustaría asegurarse de que el futuro gobierno libio será independiente y fuerte. En este sentido los cubanos se pronunciaron recientemente con mucha más decisión declarando que “no reconocerá a ninguna autoridad provisional y solo dará su reconocimiento a un gobierno que se constituya en ese país, de manera legítima y sin intervención extranjera”.

Lo mismo opina Argelia, a donde el 29 de agosto llegó la esposa de Gadafi, su hija (al cruzar la frontera dio a luz a una niña) y dos hijos. A pesar de haber denegado el asilo al derrocado líder libio, los argelinos tomaron con cierta desconfianza las perspectivas del Consejo Nacional Transitorio como órgano central del poder.

El ministro argelino de Relaciones Exteriores, Mourad Medelci, considera que los triunfos militares no bastan para el reconocimiento diplomático: “Hay que esperar hasta que en Libia sea formado un gobierno integrado por los representantes de diferentes regiones”.

De modo que existen dos puntos de vista respecto a lo ocurrido en Libia. A una minoría – China, Cuba, Argelia, Siria, varios países africanos y latinoamericanos más – no le gustó nada la guerra y sus resultados. Estos estados no se apresuran a reconocer a los nuevos líderes del país norafricano como gobierno en el poder.

En cambio, la mayoría – por lo menos 28 países miembros de la OTAN y la mayor parte de los estados árabes – habían apostado desde el principio por el derrumbe del régimen libio, salieron ganando y ahora apoyan incondicionalmente a las nuevas fuerzas políticas.

Rusia, entretanto, se menea de un lado para otro siendo objeto de críticas tanto por parte de los partidarios del régimen derrocado como por parte de sus adversarios.

LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE RIA NOVOSTI

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