Observando los acontecimientos actuales en la política ucraniana, uno no puede desprenderse de la sensación de que está mirando una farsa. El proceso contra la ex primer ministra Yulia Timoshenko ha alcanzado su apogeo dramático centrando la atención de todo el mundo.
Mientras que en las calles de Kíev bullen pasiones y desenvuelven conflictos que a veces desembocan en enfrentamientos entre los partidarios y oponentes de la heroína de la revolución naranja, la actriz principal logra ganar protagonismo a los directores y autores del espectáculo.
Al iniciar el proceso contra Timoshenko, las autoridades ucranianas esperaban matar dos pájaros de un tiro. Primero, retirar del juego al rival más fuerte: pese a su derrota en 2010, Timoshenko estaba dispuesta a movilizar todo el electorado oponente en las siguientes elecciones parlamentarias y presidenciales.
En opinión de diferentes observadores, no hay intención de encarcelar a Timoshenko, bastará con una condena condicional de un par de años para obligarla abandonar la vida política a medio plazo. Además, las acusaciones incriminadas a la ex primera ministra son directamente relacionadas con las relaciones entre Moscú y Kíev en la esfera de suministros de gas natural. Si el tribunal decide que al concluir los contratos con Rusia en enero de 2009, Timoshenko violó las leyes ucranianas, habrá razón para insistir en revisar estos contratos posteriormente e incluso para solicitarlo a instancias internacionales.
Este último hecho hace Rusia sentirse incómoda. Moscú se encuentra en este caso entre las filas de los que critican a Kíev, junto con Washington y Bruselas. Con la diferencia de que éstos censuran a Yanukóvich y su gobierno por violar los principios de la democracia, sospechando el proceso judicial de discrecionalidad por motivos políticos, mientras que los políticos rusos hacen hincapié en que los contratos fueron firmados conforme a las leyes y que no hay ningún motivo para presentar acusaciones relacionadas con ellos.
Las autoridades ucranianas se encuentran en una situación complicada. Timoshenko sabe obtener la contrapartida del proceso. Siendo un político populista talentoso, ha escogido una táctica inequívoca: la de no comentar la esencia de las acusaciones, insultando en vez de ello al tribunal, provocándolo a tomar medidas represivas. Timoshenko se da cuenta de que en esta situación las autoridades, y no ella, tendrán que justificar sus acciones ante todo el mundo.
El actual resultado del escándalo no es nada prometedor para el Kíev oficial: se han agravado las relaciones con Occidente, en las con Rusia también existe la tensión, y Timoshenko se ha ganado unos puntos políticos. Lo peor es que ya no se puede dar marcha atrás: se interpretará como la derrota evidente de Yanukóvich lo que es muy indeseable en el contexto de la difícil situación económico-social.
La política de Ucrania siempre ha sido una mezcla e interacción de intereses opuestos, de la que es difícil tener una idea clara. Los observadores extranjeros, tanto de Rusia como del Occidente, suelen considerar la situación en Ucrania a través del prisma de sus propios intereses y dividir a los actores políticos de allí en los prorrusos y prooccidentales. Aunque es cierto que la sociedad ucraniana está dividida, no es justo verla meramente como bipolar. Más bien es un complicado sistema multipolar. 20 años después de la promulgación de la independencia, la sociedad del país sigue heterogénea.
Pero las élites coinciden en una idea: la soberanía no se pone en duda por nadie y las fuerzas externas se ven como instrumento de la lucha interna. La experiencia del ex presidente, Víctor Yúschenko, mostró que el intento de optar por un sólo camino, el prooccidental, es estéril y destructivo, la nación no está lista a elegir. Víctor Yanukóvich lo entiende e intenta volver a la tradicional táctica del balance y obtención de dividendos de las dos partes.
En otras palabras, la ideología de los “dos pájaros de un tiro” está profundamente arraigada en la mentalidad política ucraniana.
En esencia, este enfoque parece racional y oportuno, pero requiere, primero, una habilidad política muy sutil y, segundo, un nivel de interés por lo que sucede en Ucrania por parte de las fuerzas externas bastante alto. En otras palabras, Ucrania apuesta a que Rusia y el Occidente luchen por el trofeo ucraniano jugando con afán.
Sin embargo, ahora no se observa nada de semejante. Rusia y Europa tienen bastantes problemas propios, de ahí que los acontecimientos en Ucrania despiertan un interés muy moderado. Más aún, resulta que este interés es generado por la propia Timoshenko, por lo cual se caracteriza por la actitud negativa hacia el poder oficial. Está claro que Víctor Yanukóvich y sus compañeros tendrán que aplicar todo su ingenio para no perder a los dos pájaros a que tirar.
LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE OBLIGATORIAMENTE CON LA DE RIA NOVOSTI
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* Fiodor Lukiánov, es director de la revista “Rusia en la política global”, una prestigiosa publicación rusa que difunde opiniones de expertos sobre la política exterior de Rusia y el desarrollo global. Es autor de comentarios sobre temas internacionales de actualidad y colabora con varios medios noticiosos de Estados Unidos, Europa y China. Es miembro del Consejo de Política Exterior y Defensa y del Consejo Presidencial de Derechos Humanos y Sociedad Civil de Rusia. Lukiánov se graduó en la Universidad Estatal de Moscú.